Archive for mayo 2013

El antihéroe

"Yo soy el pastor y todos los carceleros de la ciudad sois mi rebaño. No puedo transitar por las calles; sin embargo, todos pisáis mis talones". Esta frase la profirió Jack Sheppard en septiembre de 1724 a los carceleros de la prisión de Newgate, donde aguardaba el juicio que le llevaría a la horca unos meses más tarde. Sheppard fue un delincuente de los bajos fondos del Londres de principios del siglo XVIII. Provenía de una familia humilde y, pese a instruirse como carpintero, pronto se dio cuenta de que no le alcanzaría para vivir en una sociedad tan clasista y corrupta, así que decidió pasar de la servidumbre piadosa a la rebelión antisistema de la manera más habitual en la época: robando a los ricos, pero para quedárselo él. Con apenas veinte años dejó los estudios y comenzó a frecuentar los bares de mala muerte de Covent Garden, donde se daba cita la flor y nata de la prostitución y de la delincuencia organizada. Enseguida se hizo un sitio entre el elenco local gracias a los múltiples robos que perpetraba en  domicilios de gente de bien haciéndose pasar por tapicero o carpintero. Pero ya hemos dicho que la sociedad británica de la época estaba podrida por dentro hasta límites insospechados y esa podredumbre acabó cruzándose en la vida de Jack Sheppard hasta terminar con ella. En 1724 la "seguridad ciudadana" estaba encargada a un auténtico mafioso: Jonathan Wild, el líder de una red de delincuentes y asesinos que dirigía la caza de rateros de poca monta para mantener el orden social mientras se enriquecía con el trapicheo del material robado y "recuperado". Con ese doble juego de sheriff y ladrón acumuló una auténtica fortuna además de fortalecer su organización con la anuencia de políticos y aristócratas. Cuando consideraba que uno de sus ladrones estaba quemado lo ponía en manos de la justicia, cobraba la recompensa por su captura y aumentaba su fama entre una ciudadanía ignorante e hipócrita. Y así quiso hacer con Jack Sheppard.

Jack Sheppard se escapa de Newgate, y se escapa, y se escapa, y...

Pero Jack no se lo puso fácil. En un denodado esfuerzo por esquivar la muerte (en esa época el robo era castigado con la horca) Sheppard escapó hasta cuatro veces de la prisión de Newgate, forjándose una popularidad sin precedentes entre las clases humildes de Londres, que lo veían como un antihéroe dispuesto a desafiar el orden establecido de una sociedad construida por y para los ricos. Finalmente, acabó colgado en Tyburn Tree, pero para las generaciones venideras su figura representaría el grito insolente de libertad de las clases oprimidas.


Hay que escribir sobre esto

Las historias de prostitutas y ladrones en Newgate llamaron la atención de varios intelectuales contemporáneos como Daniel Defoe, Alexander Pope o Jonathan Swift. Fue éste último quien convenció a John Gay de escribir una opereta basada en la vida de Sheppard, que reflejara de forma satírica la inmundicia moral sobre la que se sustentaba la sociedad liberal británica. El libreto final de Gay, con música de Johann Pepusch, acabó llamándose La Ópera del Mendigo (The Beggar's Opera) y se estrenó en 1728 con un extraordinario éxito de público, como no podía ser de otra manera. El personaje principal era Macheath, el sosías de Sheppard, un maleante que reúne las cualidades del original tan valoradas por el público; la lucha por la libertad y el valor de sobreponerse a la injusticia desde la cara más oscura del desamparado, utilizando el mismo infierno al que el poderoso le condena para enfrentarse a él.  La evidencia con que se mostraba en escena la corrupción política y la injusticia social, inquietó mucho a las clases dirigentes por lo que la obra y sus posteriores secuelas estuvieron restringidas durante cerca de dos siglos. Pero como quiera que las crisis económicas y morales a las que nos conduce el liberalismo se suceden con frecuencia casi generacional, es lógico que la obra se recuperase con asiduidad exhibiendo siempre que lo hacía una notable vigencia. Así fue en 1920, después del desastre de la Gran Guerra, cuando La Ópera del Mendigo se reestrenó en el Lyric Hammersmith de Londres hasta alcanzar la friolera de 1.463 representaciones. Macheath (o Jack Sheppard) demostraba estar bien vivo en el recuerdo de los desfavorecidos.

Macheath reflexiona mientras espera la muerte (aria LXVII de The Beggar's Opera)

Una historia universal con final feliz

El 31 de agosto de 1928, doscientos años después del estreno de Gay y Pepusch, se abría el telón en el Theater am Schiffbauerdamm de Berlín para representar una reentré muy particular: Die Dreigroschenoper (La Ópera de los Tres Centavos, o de las Perras Gordas más correctamente en español), una versión con libreto de Bertolt Brecht y música de Kurt Weill. En este caso, pese a seguir fielmente la trama ideada por Gay, Brecht impone un desenlace feliz para Macheath que es perdonado por la Reina y recompensado con títulos y pensiones. Es un giro de la historia inesperado y cómico, en el que Brecht se ríe de la hipocresía de la sociedad que compadece al desfavorecido en vez de reformarse a sí misma para cambiar las desigualdades. En todo caso, este final fue muy celebrado por el público alemán, testigo en sus propias carnes del dolor que la economía liberal le imponía y, además, porque perdonaba la vida a su héroe Macheath, aquí conocido con el apodo de Mackie Messer (el Navaja).
Kurt Weill adaptó la música a los tiempos modernos, con influencias de jazz y baladas alemanas, conformando el embrión de lo que más tarde sería la comedia musical. A punto de estrenarse, Brecht y Weill añadieron un número a modo de prólogo titulado Die Moritat von Mackie Messer (La Copla de Mackie el Navaja) en el que se presenta en forma de aleluya los hechos delictivos de Macheath, poniendo al público en antecedentes sobre la "maldad" del personaje. Como suele pasar en estos casos, contra todo pronóstico, la balada se convirtió en un hit y aumentó la popularidad de la obra en todos los escenarios alemanes y extranjeros donde se estrenaba.

Ernst Busch interpreta Die Moritat al comienzo de la película dirigida por G.W.Pabst (1931)

Durante cinco años, Die Dreigroschenoper fue la obra teatral de más éxito en Alemania, hasta que los nazis llegaron al poder y prohibieron su representación. Brecht y Weill dejaron el país antes que acabar condenados por sus ideas políticas y su significado "arte decadente". Weill recaló en Estados Unidos donde consolidó su carrera profesional junto a su mujer, Lotte Lenya, la actriz más famosa de la escena berlinesa de preguerra. Lenya obtuvo el reconocimiento del público norteamericano gracias a sus interpretaciones de las obras de su marido y, en especial, de la celebrada Die Moritat von Mackie Messer. En 1954, y debido al éxito de Lenya, la obra de Brecht y Weill se representó en Broadway con una adaptación de la letra al inglés por parte de Marc Blitzstein, que convirtió a Mackie Messer en Mack the Knife y supuso el definitivo éxito de la pieza a nivel mediático. Enseguida el tema fue versionado por las figuras musicales más importantes de la época, como Louis Armstrong (1956), Bing Crosby (1957) o Bobby Darin (1959). La versión de éste último se alzó en el nº 1 de la lista Billboard Hot 100 americana y le permitió ganar el Grammy a la Grabación del Año en 1960.

Bobby Darin interpretando Mack the Knife en 1959

Muchos artistas añadieron Mack the Knife a su repertorio, entre ellos Ella Fitzgerald, Frank Sinatra, The Doors o Sting, convirténdose en uno de los standards musicales más recurrente. En España, el tema fue primeramente versionado en 1959 por el barcelonés José Guardiola, la voz más famosa de la época. Tanto la versión de Guardiola como las obras de Gay y Brecht fueron la inspiración para un joven dibujante de Manresa llamado Ramón Tosas (conocido como Ivà) y muchos años más tarde, en 1984, creó el personaje de cómic Makinavaja que tanto éxito obtuvo en las páginas de la revista El Jueves. Makinavaja: el último choriso, representa al Macheath de todas las épocas, al antihéroe de los bajos fondos de cualquier ciudad capitalista que reflexiona sobre la mísera realidad que le rodea y aplica la justicia con los medios a su alcance, no siempre legales pero que el público aprueba por considerarlos legítimos. El Maki y sus compinches Popeye y Mustapha (guiño de Ivà a otra de las famosas canciones de Guardiola) tuvieron sus versiones en teatro, cine y televisión, en este último caso con un magnífico Pepe Rubianes en el papel del Macheath del Barrio Chino.

Makinavaja, el último chorizo, la última esperanza

Poder y Contrapoder

Otra versión conocida de Mack the Knife en español es la que realizó el músico panameño Rubén Blades en  1978, en ritmo salsero aunque respetando la estructura de acordes del original de Kurt Weill. Blades sitúa la acción en las calles de Nueva York y cambia el nombre de Mack a Pedro Navaja. Pero esta vez el autor pervierte por completo el espíritu del personaje, puesto que lo convierte en un criminal sin escrúpulos que asesina prostitutas por encargo, perdiendo así el aura de héroe que tanto respetaba el público. De hecho, la versión de Blades parece la respuesta del sistema a la crítica social lanzada por Gay y Brecht. En Pedro Navaja se advierte la consigna de que las cosas son como son y ningún justiciero vendrá a rescatar a las clases populares porque cada cual tiene lo que se merece:

[...] quien a hierro mata a hierro termina [...]
[...] como decía mi abuelita, quien de último ríe, se ríe mejor [...]
[...] si naciste pa' martillo del cielo te caen los clavos [...]

La Orquesta Platería y Pedro Navaja, como siempre mejorando el original

En definitiva, unas moralejas muy alejadas de la verdadera esencia de Mackie, Macheath o Sheppard y la realidad con la que les tocó enfrentarse. No es de extrañar, si tenemos en cuenta que Rubén Blades acabó "ejerciendo" el poder y las prebendas del mismo, llegando a ser ministro de su país natal. Blades, a pesar de autoproclamarse como azote de la corrupción, aprueba de facto las incongruencias del sistema y participa de él, todo lo contrario que la mayoría de personajes que conforman esta historia: Jack Sheppard, Jonathan Swift, John Gay, Berltolt Brecht, Ivà y Pepe Rubianes tienen en Macheath un nexo que les une, pero lo que verdaderamente comparten es el deseo de denunciar y socavar un sistema injusto utilizando sus propias contradicciones. Mack the Knife es un hilo conductor del anarquismo que seguirá vivo mientras haya gente que necesite robar para subsistir.

Mack the Knife, por Oscar Peterson Quartet en 1974

Lista Spotify con varias versiones de Mack the Knife:


Lista Spotify con varias versiones de Pedro Navaja (y de Makinavaja):


Licencia de Creative Commons

La culpa de todo

Cuando me da por mirar la historia de la música pop-rock en perspectiva acabo por darles la razón a los Def Con Dos y pienso que la culpa de todo la tuvo Yoko Ono (y el espíritu de Lennon que le sale por los codos) Es verdad que hubo varias revoluciones musicales en los últimos 60 años pero ninguna de más enjundia, perdurabilidad e influencia que la que iniciaron los The Beatles cuando lograron colocar su primer sencillo (Love Me Do) en la lista británica Record Retailer en 1962. Apenas ocho años más tarde The Beatles dejaba de existir como formación pero el legado transmitido durante la década de los 60 iba a ser tan importante que gran parte de lo que hoy somos musicalmente se lo debemos a los melenudos de Liverpool. Y a veces resulta inevitable especular con qué hubiera pasado si no hubieran muerto Jimi Hendrix, Janis Joplin o Jim Morrison a edades tan tempranas, con cómo hubieran enriquecido el panorama artístico de haber seguido vivos hasta hoy; entonces te aturdes con el anhelo del talento irrecuperable, con el rescoldo de melancolía que deja la fragilidad de lo efímero. En el caso de los cuatro beatles, es inevitable preguntarse cómo pudo acabar aquello que iba tan bien, en qué momento se torció todo y, sobretodo -porque somos así, no nos engañemos-, quién tuvo la culpa de la separación, quién mandó todo al traste y detuvo el mayor flujo de creatividad desde Charlie Parker. Biógrafos hay y habrá en el futuro que explicarán los pormenores de aquel divorcio, pero siempre quedará la sensación de que las nubes tuvieron que venir de fuera, que lo que funciona no se puede romper desde dentro porque si así fuese le restaría la mística que les hizo brillar. Por eso queremos creer que el buque The Beatles se hundió porque se coló un grumete llamado Yoko Ono que condujo a uno de sus pilotos a chocar contra las rocas, de la misma manera que echamos las culpas a la droga de las muertes de Hendrix, Joplin y Morrison. Pero lo más probable es que todo sea más prosaico y estos murieran a manos de estupefacientes porque tenían problemas irresolubles y vivían en una vorágine difícil de escapar y que Lennon y McCartney se llevaran fatal y la menuda japonesa fuese sólo la vía de escape del primero para olvidarse del segundo. Bueno, el caso es que aquello se acabó y aunque los talentos por separado siguieron dando buena muestra de su capacidad de asombrarnos, el resplandor de aquellos años sigue hoy en día guiándonos en el fango musical del presente, no nos engañemos. Por eso será inevitable que en este blog (dedicado a canciones que no puedes dejar de pinchar) aparezcan varias veces temas de The Beatles, como en este caso, en el que descubriremos la historia de Lucy in the Sky with Diamonds. Pero la historia que queríamos que hubiese sido y la que fue en realidad, como cuando deseamos saber quién tuvo la culpa de todo. Y en este caso, al menos, no fue de Yoko Ono.

Los ¿cuatro? beatles

Antes de la pérfida nipona, en la vida de John Lennnon ya existía Cynthia, su primera mujer, que si bien no exudaba el espíritu de su marido por los poros sí le dio su primer hijo, Julian, en 1963. Padre e hijo tuvieron una relación tormentosa desde bien pronto, debido a los inevitables compromisos de The Beatles y por la decisión de Brian Epstein -mánager e ideólogo de la beatlemanía- de mantener en secreto tanto matrimonio como descendencia ante los graves problemas que causarían en un producto comercial en la cresta de la ola. Sin embargo, John hizo lo que pudo para estar con Julian siempre que su nueva vida de millonario ocupado se lo permitía. Así fue aquella tarde de 1967 en Weybridge, Surrey, cuando John acercó su coche a la puerta de la Heath House School para buscar a Julian. El chófer abrió la puerta e hizo subir al pequeño de cuatro años que, alegre, tendía a su padre una lámina con un dibujo a la acuarela. John miró el dibujo con curiosidad y le preguntó quién era esa extraña figura rodeada de estrellas de colores. Julian le dijo escuetamente: "Es mi amiga Lucy, en el cielo, con diamantes". Ante la evidente sencillez de la respuesta, en la mente de su padre empezaron a aparecer imaginarias escenas de su biblia de infancia, el popular y alucinante Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carroll). Esos recuerdos evocados por un fantasioso dibujo infantil empezaron a gestar una pequeña historia que acabaría en una sublime canción, casi como siempre en el caso de John Lennon.

Lucy in the Sky with Diamonds, del film Yellow Submarine (1968)


Imagínate en una barca en un río
con mandarinos y cielos de mermelada.
Alguien te llama, respondes despacio,
una chica con ojos de caleidoscopio.

Flores de celofán amarillo y verde,
amontonándose sobre tu cabeza.
Buscas a la chica con el sol en los ojos
y se ha ido.

Lucy en el cielo con diamantes
Lucy en el cielo con diamantes
Lucy en el cielo con diamantes ah, ah

La sigues hasta un puente junto a una fuente,
donde gente con caballos de madera comen tartas de malvavisco.
Todos te sonríen mientras la deriva te lleva a través de las flores
que crecen increíblemente altas.

Taxis de papel de periódico aparecen en la orilla,
esperando recogerte.
Te subes detrás con tu cabeza en las nubes
y te has ido.

Imagínate en un tren en una estación
con porteros de plastilina que llevan corbatas que parecen de cristal.
De repente hay alguien allí en el torno,
la chica con los ojos de caleidoscopio.


El dibujo de Lennon: es Lucy, en el cielo, con diamantes, papá ¿no lo ves?

Lucy O'Donnell y Julian Lennon eran una inseparable pareja llena de la energía presumible en preescolares de cuatro años. Pasaban el tiempo corriendo, jugando y dibujando en su pequeño mundo en Weybridge. Su mayor diversión era colocarse a ambos lados de un caballete y pintarse uno al otro con óleos, acuarelas y otros potingues de colores que la mayoría de las veces acababan en la ropa del contrario. Ese dibujo de Julian que representaba a su amiguita Lucy con aspecto extraterrestre, flotando en un idílico espacio repleto de astros imposibles y notas musicales, acabó entre las pertenencias más queridas de un niño que jamás volvería a tener una relación más fluida con su padre (debido a las desavenencias posteriores tras la irrupción en la familia Lennon de... cómo no, Yoko Ono) Siempre recordó a Lucy como algo especial, quizá porque formó parte del paisaje de felicidad de unos años en los que la familia parecía más unida que nunca.

Lucy, la niña que jugaba con Julian (además de con diamantes)

Y esa era la impresión, pues John Lennon estaba fascinado por la temprana creatividad del pequeño Julian, al que exhibía ante su círculo más próximo como si fuera una proyección de su propia mente anclada en la infancia. Así lo hizo con el dibujo de marras, que mostró a Paul McCartney con orgullo de padre a la vez que con la intención de mostrarle lo que había despertado en su imaginario personal. Cuando Paul echó un vistazo a la letra de Lucy in the Sky with Diamonds no pudo reprimir lo que cualquiera de nosotros pensaría, que se trataba de una auténtica alucinación. Y entonces apareció la mística.

La felicidad efímera: John, Cynthia y el pequeño Julian, juntos

Lucy in the Sky in the Diamonds se grabó el 1 de marzo de 1967 en los EMI Studios de Londres y se incluyó en el álbum Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band que acabaría publicándose en junio de ese año. El tema, a pesar de apoyarse en una melodía simple de tono infantil, recurre a unos arreglos instrumentales muy elaborados y complejos que se nutren desde una tanpura (tocada por George Harrison) hasta un órgano Hammond (por George Martin). Lennon juega con la alternancia de compás (de 3/4 a 4/4) de forma innovadora en el mundo del rock, lo que confiere a la obra un aspecto psicodélico muy acorde con la letra. Con el disco ya en la calle, a nadie se le escapaba que el contenido de la canción iba a generar una polémica desbordada en el marco de una época muy marcada por el consumo de drogas. Los beatles jamás escondieron que usaban estupefacientes tanto para crear como para experimentar incluso en las situaciones más inesperadas, como cuando confesaron que habían acudido ante la Reina a recoger la Orden del Imperio Británico hasta las cejas de marihuana. Pero la droga que más atrajo a los de Liverpool fue el LSD, un alucinógeno sintético muy de moda a principios de los 60 por sus efectos psicoactivos que permitían acceder a planos sensoriales completamente inexplorados. John Lennon se hizo gran "explorador" de sensaciones y no nos cabe duda de que "descubrió" nuevos continentes artísticos gracias al ácido. Sin embargo, en las vísperas de Sgt. Pepper's la opinión pública estaba cambiando sobre la permisividad en el uso de ciertos tipos de drogas, entre ellas los alucinógenos, que corrompían los cimientos de las juventudes occidentales, según las autoridades y la prensa conservadora. En este contexto de conflicto generacional aparece el grupo más mediático, con su disco más revolucionario, con una canción de contenido claramente psicodélico y con un título cuya abreviatura (Lucy in the Sky with Diamonds) es un claro canto a los viajes prohibidos.


Mini-film propagandístico de la policía para enseñar las maldades del LSD (1967)

Esta es la falsa historia de la canción y, sin embargo, fue la que todos quisieron creer. A nadie le importó que los The Beatles negaran hasta la saciedad ser autores de un intencionado juego de palabras, que hablaran de  niños preescolares, dibujos surrealistas o de fantasiosos recuerdos de infancia. Todo sonaba a excusa barata para salir de un embrollo de la mejor forma posible, un embrollo en el que la sociedad se mueve como pez en el agua porque gusta de estigmatizar y buscar culpas imaginarias, con culpables de carne y hueso. Esta falsa historia formaba parte de la mística de The Beatles, y tanto seguidores como retractores la sentían como algo irrenunciable. Tanto es así que a partir de entonces a las dosis de LSD se las conocería popularmente como Lucys en el mercado negro de la droga.

Pero la mística es, por definición, ese tipo de experiencia al que se llega por la unión del alma y lo sagrado. Lennon la alcanzó cuando supo conjugar sus fantasías infantiles (su alma) con su creatividad, ya fuera gracias a las drogas o no, quién sabe. Lo importante es que podemos disfrutar de ella porque nos la legó a todos.
Lucy O'Donnell siguió viviendo en Weybridge, se casó y mantuvo una vida feliz hasta el año 2005 en el que se le diagnosticó lupus, una grave e incurable enfermedad autoinmune. Enterado, Julian volvió con frecuencia a visitarla y la ayudó económicamente en lo que pudo, como si fuera una forma desesperada de recuperar aquella energía que sobrevolaba los patios de la Heath House School, aquella alma inocente e incorruptible que recordaba también la existencia de una vida feliz al lado de sus padres. Su efímera pero propia mística.

Finalmente Lucy murió el 22 de septiembre de 2009 rodeada de familiares y seres queridos. Volvió al espacio a jugar con sus diamantes de colores, a flotar sobre flores de celofán al vaivén de una melodía extraña. Volvió a formar parte de aquel dibujo, fruto de la mirada caleidoscópica de un niño que buscaba atrapar la verdadera imagen de la felicidad.

Julian Lennon compuso este bello homenaje a su amiga Lucy pocos meses después de su muerte

Letra en inglés de Lucy in the Sky with Diamonds
Lista Spotify con varias versiones de Lucy in the Sky with Diamonds:


Licencia de Creative Commons

Incendio en el lago


Dale una guitarra a un heavy que no tenga ni idea de música y en menos de diez minutos te habrá sacado el riff más famoso de la historia del rock. No le costará mucho, le bastará con un solo dedo y una sola cuerda. No lo hará exactamente como el original, pero la sencillez de la secuencia y el éxito obtenido sin haber tocado antes un instrumento harán que el heavy se venga arriba y comience a mover la cabeza esperando que una batería y bajo imaginarios le acompañen. Alzará la vista buscando la mirada de los imaginarios quince mil japoneses del imaginario Budokán de un imaginario mes de agosto de 1972. Sí, amigos, está viviendo su propio Made in Japan, mientras perpreta algo parecido a Smoke On The Water, el tema más universal de Deep Purple y todo un himno del rock.

Smoke On The Water en un concierto de la gira americana de 1973

El autor de este simplísimo riff de guitarra es Ritchie Blackmore, que en una entrevista para un documental engañó al periodista al afirmar que provenía de los primeros acordes invertidos de la 5ª Sinfonía de Beethoven. En el fondo, Blackmore quiso ironizar sobre lo estúpido que le parecía que Smoke On The Water se hubiera convertido pese a su sencillez en un símbolo para el mundo del rock, comparable a la obra de un clásico como Beethoven. Pero, bromas aparte, lo cierto es que en la creación de este tema no concurrieron precisamente unas circunstancias lo que se dice normales.

Todo comienza en otoño de 1971, al finalizar la gira americana de Deep Purple. Los éxitos obtenidos en los dos últimos años al transformarse de una experimental banda de rock progresivo en una sólida propuesta de hard rock les permiten embarcarse en la formación de su propio sello discográfico, "Purple Records". El 3 de diciembre de ese año, los purple llegan a Montreux (Suiza) para grabar su próximo disco, Machine Head. La elección de esta localidad a orillas del lago Leman no es casual ya que en ella se celebra en verano el Festival Internacional de Jazz desde 1967, un certamen abierto a otros estilos y que por su escenario del Casino Montreux ha visto pasar desde artistas como Duke Ellington, Bill Evans o Keith Jarret a rockeros como Ten Years After, Led Zeppelin o Carlos Santana. Los Deep Purple llegan a Montreux atraídos por el glamour musical que ha adquirido la ciudad y plantan allí el camión-estudio móvil que han alquilado a los Rolling Stones donde grabaran las pistas de su nuevo trabajo. Una vez instalados, aprovechan la tarde para ir al Casino y disfrutar del concierto que Frank Zappa y The Mothers Of The Invention están dando como parte de su gira europea. Van a ver qué se cuece... y nunca mejor dicho.

Concierto en el Casino. Mothers Of Invention comienzan a tocar King Kong

Desconcierto en el concierto. El show se interrumpe y todos huyen

A las 16:20 horas, después de ochenta y cinco minutos de vibrante show, un descerebrado del público estima conveniente ilustrar el solo de sintetizador de Don Preston en el tema King Kong con una flamante bengala que va a parar desgraciadamente al techo de lustrosa madera del Casino, el cual no tarda en convertirse en una pira incontrolable ante la sorpresa de audiencia, músicos y promotores del concierto. Éstos últimos, comandados por Claude Nobs (artífice del Festival de Jazz), reaccionan de forma adecuada para no provocar el pánico y consiguen evacuar a todo el personal en un tiempo récord. Pero ni aún la presencia de más de ochenta bomberos y centenares de policías consiguen evitar la propagación del incendio por todo el edificio, que en pocas horas se convierte en humeantes cenizas. Los purple se alejan de la falla de forma ordenada como todos los demás y se dirigen a su lugar de acampada mientras la ciudad ofrece un skyline crepuscular del todo llamativo. Vaya manera de empezar.

Una aterradora columna de fuego y humo surge del skyline de Montreux

Así quedó el Casino Montreux tras el incendio

Los Deep Purple no habían visto un concierto con final más ardiente desde Jimi Hendrix, pero se han quedado sin lugar de grabación, el Casino Montreux. Claude Nobs les consigue un local alternativo en el centro de la ciudad, el teatro Pavilion, y allí se encaminan con el camión. Mientras hacen unas primeras pruebas de sonido, Ritchie Blackmore se marca un riff de guitarra simplón y cadencioso. El bajo de Roger Glover y la batería de Ian Paice crean una línea sencilla de acompañamiento y se graban varias tomas que anotarán como Title nº1. Pero la tranquila población de Montreux está que trina: Acaban de perder un edificio emblemático como el Casino (se calcularon unas pérdidas de más de diez millones de francos suizos) por culpa de esos melenudos de tres al cuarto que maldita sea la hora que a alguien se le ocurrió traer a la tranquila ribera del Leman. Por eso, y por que el Pavilion no tenía buenas condiciones de insonorización, no tardaron en quejarse a la policía local que al día siguiente entró por las bravas en el teatro y acabó con las sesiones de inmediato. Desolados, Blackmore y compañía se replantearon en volver a Londres pero ahí estaba de nuevo el incombustible (perdón por la broma) Nobs que buscó una solución satisfactoria para todos. El grupo tocaría en el inhóspito pasillo de un piso superior del Grand Hotel, lejos del enfurecido vecindario y al abrigo de los melenudos turistas supervivientes del incendio.

El estudio móvil aparcado en el patio trasero del hotel

Así no se puede trabajar, Roger

Aceptada la propuesta los músicos reanudan las sesiones de grabación de lo que sería su disco más importante, con temas tan emblemáticos como Highway Star, Space Truckin' o Lazy y que alcanzó el nº 1 en la lista UK Albums Chart y el nº 3 en US Billboard Albums Chart de 1972. Seis de los siete temas del ábum se grabaron íntegramente en aquel pasillo del Grand Hotel. La séptima iba a ser aquel Title nº1 que comenzaron a preparar en el Pavilion y del que ya tenían las bases. Faltaba ponerle una letra y pulirlo un poquito. Y un día llegó Glover con una idea: había soñado con los acontecimientos del concierto de Zappa y se despertó con la visión de la densa columna de humo que parecía salir del lago Leman. Propuso escribir un relato sobre el incidente que se titularía Smoke On The Water y se reunió con Ian Gillan para que la idea tomara cuerpo.

Salimos hacia Montreux
En la orilla del lago Ginebra
Para grabar con una unidad móvil
No teníamos mucho tiempo
Frank Zappa y The Mothers
Estaban en el mejor sitio
Pero algún estúpido con una bengala
Quemó el lugar hasta los cimientos.

Humo sobre el agua, fuego en el cielo
Humo sobre el agua

Incendiaron el casino
Se consumió con un ruido aterrador
Funky Claude entraba y salía corriendo
Sacando a los niños
Cuando todo terminó
Tuvimos que buscar otro lugar
Pero el tiempo en Suiza se acababa
Parecía que íbamos a perder la carrera

Humo sobre el agua, fuego en el cielo
Humo sobre el agua

Terminamos en el Grand Hotel
Estaba vacío, frío y mugriento
Pero con el camión de los Rolling Stones afuera
Conseguimos componer nuestra música
Con unas pocas luces rojas y camas viejas
Tuvimos un lugar donde sudar
No importa lo que sacamos de ésto
Sé que nunca olvidaremos

Humo sobre el agua, fuego en el cielo
Humo sobre el agua.

Gillan y Glover ultimando detalles de la letra en el incómodo pasillo del Grand Hotel

La letra no deja de ser un relato desapasionado y conciso de lo que pasó en esos días de diciembre pero al grupo le pareció bien para acabar de una vez por todas con aquella pesadilla de grabación y completar así los tracks del disco. A ninguno, pero sobre todo a Blackmore, le pareció que Smoke On The Water fuera a tener repercusión alguna por su sencillez y por contar unas tribulaciones personales poco trascendentes para el oyente, pero como ya hemos comprobado en otros posts son precisamente esas premisas las que hacen que un tema se convierta en todo un éxito. O a lo mejor Blackmore ya lo intuía y se lo tomaba con ironía.

Los Deep Purple relativamente satisfechos después de grabar Machine Head

Machine Head se publicó en marzo de 1972 pero Smoke On The Water tuvo que esperar un año hasta que se editara en single debido a la reticencia del grupo en considerar el tema como un hit. Pero la realidad era muy tozuda. Los conciertos y las giras evidenciaban que el público se volvía loco con Smoke On The Water; lo habían tomado como bandera de un movimiento hard rock que empezaba a tomar cuerpo de forma consistente y que más tarde evolucionaría en ese monstruo de varias caras llamado heavy metal. Incluso años después, los exiliados de Deep Purple (Ritchie Blackmore en Rainbow y Ian Gillan en Black Sabbath) se vieron obligados a incluir el tema en sus respectivos repertorios ante la insistente demanda de la audiencia. El single obtuvo el cuarto puesto del Billboard Single Chart de Estados Unidos y fue una baza importante para el éxito tanto de Machine Head como de Made In Japan, el doble directo grabado en verano del 72 durante su gira asiática.

Blackmore y los Rainbow tocan Smoke On The Water a regañadientes

Así se convirtió Smoke On The Water en el himno de toda una generación musical. No hay heavy que no haya hecho su air guitar al son de los cuatro acordes ni grupo metalero que en sus inicios no haya versionado la historia del trágico incendio del Casino Montreux. Por eso cuando una guitarra cae en las manos de un rockero cualquiera es cuestión de unos minutos que el humo comience a salir de sus cuerdas. Y se inflame el cielo.

Reunión de monstruos en 1989 para el Rock Aid Armenia, para ayuda humanitaria por el terremoto de Armenia de ese año. A ver cuántos conoces.

Lista Spotify con varias versiones de Smoke On The Water:


Licencia de Creative Commons

- Copyright © Keep On Tracks... - Hatsune Miku - Powered by Blogger - Designed by Johanes Djogan - Adapted by John Kaimos -