Archive for septiembre 2013

El peso de la carga


A lo largo de nuestra vida cargamos con una pesada mochila repleta de obras y decisiones de todo tipo. De las buenas nos enorgullecemos, nos gusta a menudo recordarlas y su lastre se nos antoja hasta liviano. Por el contrario, son los actos fallidos los que magnifican el peso y lo hacen insoportable. Pero no podemos deshacernos de ellos. Es la inevitable dialéctica entre las acciones y los valores que dan sentido al ser humano: cada acto consumado tiene una repercusión moral. Si el resultado de ese acto, ya sea pecado o virtud, es el que esperábamos acabaremos por reafirmar nuestra escala de valores. Sin embargo, si las consecuencias de nuestras obras nos defraudan entraremos en un conflicto que sólo podremos solucionar acondicionando las normas de conducta. Así perfila el ser humano su propia moral y no tiene fin: siempre se está poniendo a prueba y nadie puede asegurar que sus valores permanecerán eternos porque en algún momento, en algún lugar, ocurrirá algo que nos hará dudar de ellos. De esta manera maduramos, convirtiendo lo que antes creíamos vicios en virtudes y viceversa. El problema viene cuando nos negamos a asumir las consecuencias de los actos fallidos y, en lugar de adaptar la escala de valores, nos pasamos media vida redimiéndolos con fatuas buenas obras. Este modo de actuar es habitual cuando nuestra moral es impostada, rígida y con menos margen para los defectos que para las bondades, como en el caso de la religiosidad. Entonces buscamos la santidad entendida como la reafirmación de la virtud ante cualquier situación, sin comprender que en realidad lo que hacemos es acentuar nuestras propias contradicciones. Y entonces la mochila pesa mucho más de lo que tendría que pesar.

En Nazarín (1959), película de Luis Buñuel basada en la obra homónima de Benito Pérez Galdós, vemos como el protagonista, el cura Nazario, huye de la justicia tras haber defendido de malas maneras a una prostituta acusada de provocar un incendio. A partir de ahí, afligido por haber abrazado el pecado, emprende un camino de búsqueda de la redención intentando hacer el bien ante los dilemas que se le plantean. Buñuel, maestro del surrealismo y la crítica social, nos hace ver que por más que se intente alcanzar la santidad por medio de la caridad o las buenas obras, jamás se logra el objetivo. Nazario aplica el bien pero las situaciones se tornan incoherentes, paradójicas; sus actos no obtienen recompensa sino contrariedad ante el absurdo. Ante esto ¿qué lecciones morales extraer?

Tú eres el bien, yo soy el mal; y los dos no servimos para nada

En The Weight (1968) del grupo canadiense The Band, el protagonista llega a Nazareth (Pennsylvania) por mediación de una amiga, que le pide que pregunte a los habitantes en qué puede ayudar.

Me arrastré a Nazareth, medio muerto, necesitaba un lugar donde dormir.
-Oiga, señor, ¿me puede usted decir dónde puedo encontrar una cama?
Él tan sólo sonrió y me estrechó la mano.
-¡No! -fué todo lo que dijo

Libérate de tu carga, Fanny. Libérate
Libérate de tu carga, Fanny, y ponla sobre mí.

Cogí mi bolsa y fui a buscar un lugar donde esconderme.
Entonces vi a Carmen y al diablo caminando a su lado.
-Oye, Carmen, ven. Vámonos al centro del pueblo.
-Yo iría, pero mi amigo vendrá con nosotros.

-Baje, señorita Moses, no hay nada que puedas decir.
Tan sólo es el viejo Luke, que está esperando el día del juicio final.
-Bien, Lucas, amigo ¿Qué pasa con la joven Anne-Lee?
-Hazme un favor, hijo ¿Te quedarás aquí y cuidarás de Anne-Lee?

El loco Chester me siguió y me alcanzó en la niebla.
-Yo llevaré tu equipaje si te ocupas de mi perro.
-Espera un momento, Chester, que yo soy un tipo pacífico.
-Esta bien, tío. ¿No le darás de comer cuando puedas?

Tomo el camino que me llevará hasta la línea.
Mi bolsa pesa mucho y, realmente, creo que es la hora
de volver con Fanny. Sabes que es la que me envió aquí
para daros recuerdos a todos de su parte.

Nazareth, pequeño pueblo de Pennsylvania donde transcurre The Weight

Pero, al igual que Nazario, sólo encuentra respuestas sin sentido, nada que pueda servir para liberar la carga del oscuro pasado. La búsqueda de la santidad es como darse de cabezazos contra un muro: no existe la moral absoluta, cada uno construye su propia escala de valores en función del resultado de los actos y no al revés. Intentar alcanzar ese imposible desde posiciones preestablecidas es ir contra nuestra propia naturaleza humana. No somos santos ni nunca lo seremos.

The Band toca por última vez The Weight. Observen el alivio que rezuman al saber que se deshacen de esa carga

Quien sí supo entender esta condición de la moralidad del hombre y, por tanto, progresar sin traicionarse a sí mismo, fue Bob Dylan. El genio de Minnesota se labró una imagen de calado mundial como intérprete de folk y canción protesta. Cuando en 1965 cayó en las garras del rock eléctrico, muchos entendieron que estaba cometiendo un gravísimo pecado y así se lo hicieron saber durante la gira de promoción de su álbum herético Bringing It All Back Home. El 17 de mayo de 1966, en el Free Trade Hall de Manchester, un espectador recriminó a Dylan con un sucinto y duro "judas". La respuesta del cantante fue contundente: "No te creo. Eres un mentiroso". Dylan dejaba constancia de que asumía el cambio y que abrazar el rock no era traicionarse sino cambiar sus valores y adoptar otras virtudes. Y que, en el fondo, era su propia parroquia la que se engañaba al sentirse vendida, porque él no era ningún santo ni pretendía serlo. Era un artista, un hombre con algo nuevo que mostrar. Y no hay nada nuevo que mostrar si permanecemos inmóviles.

El Incidente Judas, una simple anécdota con nombre de escándalo político

The Band comenzaron su carrera como The Hawks en 1958 como grupo de apoyo al cantante canadiense Ronnie Hawkins. Juntos empezaron a ganarse cierto predicamento en la escena rockabilly de Arkansas, pero al cabo de un año, Hawkins decide regresar a su país natal y The Hawks le acompañan. Ya en Toronto, vuelven a funcionar muy bien y graban dos sencillos de cierto éxito: Mary Lou y Forty Days (1959) Pero poco a poco, los miembros originales de The Hawks se van sustituyendo por músicos locales. Queda sólo el batería Levon Helm, que lidera una nueva formación de talentos con un alto nivel de profesionalidad: Robbie Robertson (guitarra), Rick Danko (bajo), Richard Manuel (piano) y Garth Hudson (teclados y vientos). La exigencia de Ronnie Hawkins es máxima, los ensayos son duros y el margen escaso. Ni siquiera se permiten el uso de drogas, tan extendidas durante los años sesenta, para no entorpecer los compromisos profesionales de la banda. Pero tanta mano de hierro, al final, fue contraproducente para Hawkins, pues el grupo alcanzó un nivel muy superior al del mismo líder. En 1964, The Hawks ya estaban dispuestos a dejar el nido, con ganas de crear material propio y un poco cansados de las continuas diferencias personales con el cantante. Se estrenan con Leave Me Alone y en 1965 sacan el sencillo The Stone That I Throw con el que consiguen atraer las miradas de las grandes compañías discográficas. A pesar de las ofertas, que Helm y Robertson desdeñan por abusivas, prefieren continuar evolucionando como banda y la espera tiene su recompensa.

The Band posando ante la cámara, a punto de asaltar la diligencia de las nueve

A finales de 1965 Dylan busca un grupo rock serio y competente para su gira eléctrica y alguien le habla de The Hawks. Acude a un concierto de los canadienses y queda totalmente convencido de la valía profesional de Levon Helm y Robbie Robertson, y los ficha de inmediato. Al cabo de dos conciertos Dylan acepta la petición de Helm de reunir a toda la banda y juntos emprenden la gira por Estados Unidos. El reto es descomunal para The Hawks dadas las diferencias de estilos: han de conjugar su habitual rock y rhythm and blues con el experimental y controvertido folk rock de Dylan. Pero el resultado es solvente, dinámico y fabuloso. Antes de continuar la gira por Europa, el de Minnesota lleva la banda a estudio y graba Crawl Out Your Windows?, la primera de las muchas y fructíferas colaboraciones entre ambos.

Los canadienses se convirtieron en el grupo acompañante de Dylan a mediados de los 60

Durante las giras, los profesionales The Hawks se dieron de bruces con la realidad de las estrellas musicales: drogas, alcohol, gruppies y estrés a mansalva. Algo con lo que no contaban y que supuso un escalón de dificultad más en su carrera. Levon Helm decidió alejarse un tiempo de esa catarata de vicios y se recluyó a trabajar en una plataforma petrolífera en el Golfo de México. Como el eremita Simón del desierto (película de Luis Buñuel, 1965) quiso alejarse del mal para que no manchara su impoluta moral. Otra forma de cimentar tus valores tan estéril como la de hacer el bien.

The Big Pink, la gran casa rosa, donde The Band dio a luz su primer álbum

La gira mundial acaba intempestivamente en julio del 66 tras un accidente de moto de Bob Dylan. Cantante y grupo alquilan sendas casas en Woodstock (Nueva York) y gracias a unos caseros estudios de grabación comienzan a componer por separado. Helm regresa de su fallida redención en el Golfo con fuerzas para retomar el hilo perdido y deciden que ha llegado su hora definitiva. Lentos pero con paso firme van dando forma a temas míticos como This Wheel's On Fire, Tears Of Rage, I Shall Be Released y The Weight, reunidos en un excelente álbum titulado Music From Big Pink en recuerdo de la estancia en la granja de Woodstock. El lp salió a la venta en julio de 1968 firmado por The Band, la banda, que era como el público de Dylan los conocía.

I Shall Be Released fue otro de los grandes éxitos de Helm y Robertson

A pesar de no cosechar grandes ventas, Music From Big Pink es considerado hoy como uno de los grandes álbumes de la historia del rock. El cócktel de estilos es tan sugerente como magistrales son la interpretación y las letras en su conjunto. En especial, esa parábola moral que es The Weight, obra de Robertson y que ha sido utilizada en multitud de películas (Easy Rider, 1969) series y programas de televisión (Los Soprano y My Name Is Earl)

Easy Rider, una película contracultural con numerosos himnos, entre ellos, The Weight

Tomando ejemplo de Dylan en el Incidente Judas, The Band cambia de registro y en su segundo álbum de estudio (The Band, 1969) comienza sin complejo alguno su singladura en el country rock del que será uno de los máximos exponentes junto a The Byrds, The Flying Burrito Brothers o Creedence Clearwater Revival. En este nuevo trabajo destacan perlas como The Night They Drove Old Dixie Down y King Harvest (Has Surely Come), obras impecables tanto desde el punto de vista musical como lírico, donde se narran episodios históricos de la sociedad rural norteamericana.

King Harvest narra la creación de los sindicatos agrarios durante la Gran Depresión

Y siete años y cuatro discos después, en el momento más álgido, los componentes de The Band vuelven a evaluar su carrera con una terrible conclusión: Su mochila pesa mucho y no hay en ella espacio para más cambios. Antes de comenzar un penoso y largo camino hacia la autodestrucción, lo mejor es poner punto final al grupo de la manera más digna, con un concierto de despedida en el que irían liberándose de las cargas del pasado, y compartiendo escenario con aquellos que también llenaron el zurrón de excelencia y santidad. El día de Acción de Gracias de 1976, en el Winterland Ballroom de San Francisco, The Band actúa junto a Ronnie Hawkins, Bob Dylan, Neil Young, Johnny Mitchell, Muddy Waters, Eric Clapton, Paul Butterfield, Neil Diamond y muchos otros que colaboraron en algún momento en el éxito de los canadienses. La función quedó inmortalizada en la cinta The Last Waltz, de Martin Scorsese (1978), cuya banda sonora se considera hoy uno de los mejores directos de la historia. El fin de The Band fue un alivio para sus miembros, que anteponían su equilibrio emocional a la divinización de que eran objeto por la crítica. Vacías las mochilas ya podían empezar de nuevo, cada uno por su lado, a hacer el bien (o el mal) por esos caminos de dios.

Lista Spotify con varias versiones de The Weight:


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Esperando una carta que nunca vendrá


"Un momento, señor cartero, espere un momento: busque en su saco si hay una carta para mí. He estado esperando mucho tiempo un correo de mi novio, sólo una tarjeta o una postal que me diga que regresa conmigo. Por favor, señor cartero, mire si hay una carta para mí".

Mucho han cambiado las cosas en tan pocos años. Hoy, en la época del e-mail y del whatsapp, sabemos de inmediato si el novio está dispuesto o no a regresar a nuestro lado y al cartero le abrimos la puerta con desconfianza, pues en su saco ya sólo lleva multas y recibos que seguro que no esperamos. Que las cosas no son lo que eran lo pueden confirmar los habitantes de Detroit, ciudad hoy en bancarrota después de haber sido la indiscutible joya del desarrollismo y la industria de los Estados Unidos durante más de 50 años. A principios del siglo XX, la ciudad acogía a las firmas de automoción más prolíficas del mundo, como Ford, Chrysler, General Motors o Dodge. Por eso se la conocía como Motor Town, o abreviadamente Motown, la ciudad del motor. De Detroit salían tantos vehículos al año como emigrantes recibía, muchos de Europa Oriental pero sobretodo afroamericanos del profundo sur. Un crecimiento industrial y demográfico meteórico, que la convirtió en el verdadero dorado americano, el mágico lugar donde hacer realidad los sueños más ambiciosos, ya fuera albergar unos Juegos Olímpicos (presentó hasta siete veces su candidatura entre 1944 y 1972) o fundar una compañía discográfica y transformarla en la más rentable de la historia. Y esto último es lo que hizo Berry Gordy, que en tan sólo dos años puso a su Motown Record Corporation en lo más alto de las listas Billboard Hot 100 gracias al tema Please Mr. Postman, de The Marvelettes.

The Marvelettes, hacia 1965 interpretando Please Mr Postman

Berry Gordy Jr. fundó la modesta Tamla Records en su Detroit natal a principios de 1959. Su primera grabación fue un sencillo del grupo The Matadors (más tarde The Miracles), para el que componía las letras desde hacía tiempo. El proyecto fue poco a poco dando sus frutos y Berry comenzó a ganar dinero. No obstante, la empresa tenía una estructura todavía familiar, con su hermana y su padre en el papel de músicos de sesión y con su amigo Smokey Robinson, cantante de The Matadors, como vicepresidente. Para consolidar su proyecto Gordy necesitaba hacerse con buenos talentos y en Detroit, donde todo era posible, bastaba dar una patada a una piedra que debajo aparecían diamantes en bruto. Comenzó por contratar un grupo de músicos de sesión de gran calidad, The Funk Brothers. Muchos de ellos provenían del jazz, aunque tenían tablas suficientes para el blues y el rhythm and blues. En especial el bajista, James Jamerson, cuyas líneas de bajo eléctrico sirvieron como punto de partida a lo que posteriormente se conoció como funky. Ahora ya sólo faltaba producir buenas canciones. El primer éxito de Tamla Records vino ese mismo 1959 a través de Money (That's What I Want), con letra del propio Gordy e interpretada por Barrett Strong, que llegó al segundo puesto de las listas Rhythm and Blues nacionales. En 1961 The Miracles, el grupo del vicepresidente, se alzó en el primer puesto de la lista con Shop Around.

Berry Gordy, fundador de Motown, echándole el ojo a Diana Ross

En Tamla Records (ya renombrada como Tamla-Motown, o simplemente Motown, identificándose con el poderío económico y social de su ciudad natal), recurrían a las audiciones amateurs para la caza de talentos. Esta práctica era bastante habitual en las compañías discográficas, en especial con la legión de músicos afroamericanos provenientes del sur. En Chicago, Detroit y Kansas City se prefería abrirles los estudios y escuchar lo que tenían que decir, antes que enviar ojeadores por esos caminos de dios. Había tantos y tan buenos que, al final, era la breve actuación en esas audiencias junto a la decisión personal de los directivos de las compañías lo que decantaba la balanza sobre el futuro profesional de los aspirantes. Gordy organizó unos talent-shows en institutos de Detroit cuyo premio era una audición especial en la sede de Motown. En el Inkster High School se presentó una formación coral de cinco chicas de quince años que respondía al nombre de The Casinyets. Como eran tan jovencitas y no estaban nada pulidas, creían que no les había llegado aún la hora de triunfar, de ahí el nombre que escogieron para el grupo (we can't sing yet, todavía no podemos cantar) Y, efectivamente, quedaron cuartas, pero ante la insistencia de los profesores de las chicas, los representantes de Motown las incluyeron en la lista de ganadores. Katherine Anderson, Georginna Tillman, Juanita Cowart y Georgia Dobbins, con Gladys Horton en la voz principal, se presentaron ante Gordy y Robinson, que quedaron absolutamente encandilados con las voces de las pequeñas detroitinas. Como eran un verdadero diamante en bruto, para probar su capacidad de progresión artística las retaron a preparar un tema propio y regresar en cuanto lo tuvieran listo.

De izquierda a derecha, Katherine Anderson, Juanita Cowart, Gladys Horton, Wanda Young y Georgeanna Tillman, las Marvelettes de los primeros años

De vuelta a Inkster, Georgia Dobbins contacta con su amigo William Garrett, un joven guitarrista aficionado y le pide prestado un blues de su cosecha titulado Please Mr. Postman. Garrett se lo cede a condición de un porcentaje sobre los royalties en caso de éxito comercial. Dobbins viste el blues con un ritmo genuinamente doo wop y trabaja los coros junto al resto de chicas. El resultado es potente, enérgico, melódicamente muy sugestivo. Gordy no puede dejar escapar la ocasión y pone a todo su equipo a disposición de las chicas, a las que cambia el nombre por The Marvelettes. Con arreglos de Brian Holland, Robert Bateman y Freddie Gorman y con el excelente acompañamiento de The Funk Brothers, Please Mr. Postman se lleva al vinilo en abril de 1961 y se pone a la venta en agosto. Al principio la respuesta del público es tibia, pero poco a poco el tema cosecha sus frutos y en diciembre de ese año alcanza la cima de las listas pop americana. Fue el primer gran éxito de Motown, el billete que le hizo ocupar un sitio preferente en el panorama musical que duraría hasta nuestros días, marcando el camino de muchos artistas y estilos, en especial durante los años sesenta y setenta.

The Beatles pagaron un pastón por los derechos de Please Mr. Postman

La fórmula del grupo de chicas popularizada por The Marvelettes creó escuela entre las discográficas estadounidenses. Enseguida surgieron formaciones femeninas similares, fundamentalmente negras, con gran éxito a principios de los sesenta, como The Shirelles o The Ronettes, en contraposición con los grupos merseybeat masculinos que venían de Inglaterra. Pero quizá la receta más popular acabó siendo la prescrita por la propia Motown. Grupos como The VelvelettesMartha & The Vandellas o The Supremes llenaron de discos de oro las paredes del despacho de un Berry Gordy que asistía satisfecho al engrose de sus arcas. Desde Please Mr. Postman la compañía no hacía más que acumular tantos números uno como vehículos producía la Chrysler: Mary Wells (You Beat Me To The Punch, My Guy), The Miracles (You've Really Got A Hold On Me, Going To A Go-Go), The Temptations (My Girl, Ain't Too Proud To Beg), Stevie Wonder (Fingertips, Part II, Uptight, For Once In My Life), The Four Tops (I Can't Help My Self) y las antes mencionadas Martha & The Vandellas (Dancing In The Streets) y The Supremes, con la inigualable Diana Ross  (Baby Love, You Can't Hurry Love, Reflections, Loche Child), nos dan una idea del brillo que emanaba de los estudios de Gordy. La década acababa tan esplendorosa como comenzó: Con el primer Grammy para la compañía gracias a Cloud Nine de The Temptations y con un nuevo número uno en la Billboard Hot 100 de la mano de la bellísima voz de Gladys Knight y sus The Pips con el clásico I Heard It Through The Grapevine, posteriormente versionado por su compañero de sello Marvin Gaye y por los rockeros Creedence Clearwater Revival.

Gladys Knight & The Pips y su I Heard It Through The Grapevine

Mientra el sonido motown caminaba con paso implacable por los prolíficos sesenta, la carrera de The Marvelettes tuvo un largo descenso sin ruido pero con no pocos obstáculos. Ya antes de la grabación de Please Mr. Postman, la coautora del tema Georgia Dobbins dejó la formación por problemas familiares, siendo sustituida por Wanda Young. El tirón de Please Mr. Postman les llevó a publicar el pastiche Twistin' Postman, aprovechando la moda del twist que en ese tiempo había popularizado Chubby Checker, pero la apuesta de Motown no obtuvo buena respuesta del público, como tampoco el primer lp de las jóvenes de Inkster. Pese a todo, 1962 acaba con dos temas de revalorizan la formación: Playboy y Someday, Someway, éste último inesperada sorpresa en la cara B del single Beechwood 4-5789. En enero del 63 Juanita Cowart deja el grupo por no aguantar el estrés de las giras y promociones (recordemos que las chicas tienen aún diecisiete años) y un año después es el turno de Georgeanne Tillman que abandona tras contraer lupus. The Marvelettes pasa a ser un trío, comandado por Wanda Young como voz principal y Gladys Hunter y Katherine Anderson en los coros. La compañía, que cree aún en las posibilidades de las jóvenes, intenta dar un nuevo impulso a su imagen para que puedan competir con las otras formaciones femeninas. Para ello encargan al coreógrafo Cholly Atkins y a la diseñadora Maxine Powell que pulan los defectos de baile y vestuario obteniendo muy buenos resultados gracias a los cuales vuelven en 1965 al top de las listas con Too Many Fish In The Sea y Don't Mess With Bill.

The Marvelettes con rutilantes trajes y nuevos pasos de baile en Don't Miss With Bill

En 1967, Gladys Horton deja The Marvelettes al dar a luz un hijo con parálisis cerebral. Es reemplazada por Ann Bogan, pero el final del grupo está a la vuelta de la esquina. Ya no colocan nuevos éxitos y se sienten abandonadas por unos productores que cada vez tienen más problemas para sacar buen jugo de las detroitinas. Además, Wanda Young comienza su carrera particular en el mundo de las drogas y el alcohol, con varios hits particulares de renombre, acumulando ausencias en conciertos o galas de televisión. La formación siguió trabajando en los setenta e incluso en los ochenta a raíz de varias reuniones esporádicas, pero carentes del brillo de su juventud y con más trabas de lo que podían esperar a causa de la pugna por los derechos de autor e imagen.

The Marvelettes en 1963, ya sin Juanita Cowart, reducidas a un cuarteto

El declive de The Marvelettes fue también paralelo al de la Motown como compañía y al de Detroit como cabeza de la industria nacional. Acuciada por el éxodo de artistas y músicos de sesión a otras discográficas, Motown salvó los muebles al trasladarse a Los Ángeles en 1972 y comenzó una nueva etapa en la que se volvió cada vez más enorme e influyente, con artistas de la talla de Michael Jackson, Germain Jackson, Diana Ross, Syretta Wright, Rare Earths, The Crystals, Lionel Richie, Erikah Badu, Phil Collins, etc. Por el contrario, Detroit no supo enfrentarse con la suficiente solvencia a la crisis del petróleo y de la noche a la mañana las factorías de automóviles dejaron de ser las mágicas gallinas de los huevos de oro que tantos sueños habían ayudado a conseguir. La ciudad perdió población al tiempo que los escombros ganaban terreno en barrios residenciales y zonas industriales, con más de 100.000 edificios declarados en ruinas y una deuda pública que hoy parece inasumible.

Así era Detroit a finales de los cincuenta. Todo el mundo quería un coche

Y así es ahora. Una ciudad fantasma con mucho aparcamiento libre

El ser humano considera la inmediatez como algo altamente positivo; conocer la vuelta de nuestro amado al momento, sin la eterna espera del servicio postal. O alcanzar la fama a los quince años, sin apenas acabar los estudios... Pero a veces, tenerlo todo ya y no pensar en el futuro también puede ser contraproducente. Si en Detroit hubieran tenido en cuenta que su rutilante éxito se estaba construyendo sobre bases tan frágiles y temporales, quizá habrían aplicado las medidas oportunas con las que asegurar un mañana más sólido a sus habitantes. Y el remitente regresaría a los brazos de su paciente amada, que estaría aún esperándole en el porche de su casa... todavía en pie.

Lista Spotify con varias versiones de Please Mr. Postman:


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