Posted by : John Kaimos 14 junio 2013


Cerca de mil millones de personas vieron por televisión como Neil Armstrong saltaba desde el módulo Eagle y ponía por primera vez el pie en la superficie lunar. Si ahora nos sorprenden los índices de audiencia de acontecimientos tan mundanos como una final del Campeonato del Mundo de fútbol o una gala de un reallity show, podemos entender la expectación que generó en 1969 la retransmisión en directo de un hito de tanta transcendencia. El seguimiento mediático del suceso fue espeluznante. Por un lado estaba la presión ejercida por la Casablanca para emitir el alunizaje y que se viera bien clarito de qué color era la bandera que iba a ondear en nuestro único satélite. En contra de las recomendaciones de la NASA, que veía en las cámaras adosadas al módulo lunar un exceso de equipaje peligroso para la misión, se impuso la necesidad del gobierno americano de dar urbi et orbi la buena nueva: Los americanos habían ganado la carrera espacial  y se postulaban como los nuevos amos interplanetarios. No escatimaron en medios; a base de repetidores en varios puntos del planeta consiguieron que toda la población mundial pudiera seguir en directo y sin cortes (a pesar de la falta de nitidez y el ruido) el famoso "gran paso de la humanidad". Ya me dirán si no es casual que el momento álgido, el minuto de oro que llamamos hoy en día, se produjera el domingo, 20 de julio a las 22:00 horas en los televisores de la costa este americana, cuando el módulo llevaba ya casi siete horas aparcado sobre la superficie lunar. El horario de máxima audiencia en USA; el horario de la Super Bowl, por ejemplo.

20 de julio de 1969: Todo el mundo ante el televisor

Pero por otra parte, los éxitos obtenidos por la humanidad en los poco más de diez años que llevaba disputándose la carrera espacial, había generado en las masas un revival por el género de ciencia-ficción que  inundaba todos los ámbitos de la cultura popular. Sucesiones de proezas tales como el satélite artificial, un animal en órbita, un hombre en el espacio o una mujer cosmonauta, hacían pensar que la literatura de Arthur C. Clark o H. G. Wells no era tan de ficción como parecía. Y la música no podía quedarse al margen del fenómeno, claro está. Sobretodo cuando se trataba de colocar un producto en lo más alto de la pirámide de ventas. Y aprovechando tanto el tirón del género como el suceso mediático más importante de la Historia, un chico de veintidós años llamado David Bowie consiguió dar su propio gran salto y colocar su tema Space Oddity como banda sonora de aquel verano.

Space Oddity compuesta e interpretada por David Bowie en 1969

En la cultura anglosajona siempre ha tenido un predicamento especial el género fantástico. A los Clark y Wells antes citados hay que sumarles genios como Aldous Huxley, Ray Bradbury, Isaac Asimov, C. S. Lewis y muchos otros que durante los años cuarenta y cincuenta sembraron las semillas de la ciencia-ficción que cultivarían con gran acierto el cine y la televisión con posterioridad. Antes, incluso, de que el Sputnik comenzara a dar vueltas sobre nuestras cabezas ya existían películas de cierto éxito relacionadas con el espacio, como Con Destino a la Luna (1950, Irving Pichel), El Enigma... de Otro Mundo (1951, Christian Nyby) o Ultimátum a la Tierra (1951, Robert Wise), clasificadas como serie B para un público minoritario pero cada vez más en auge. Pero es a partir del pistoletazo de salida en la carrera espacial entre rusos y americanos que la humanidad cae en la cuenta de que la quimera es alcanzable y que más tarde o más temprano se podrá viajar por otros mundos y, quién sabe, contactar con otras inteligencias que nos enseñen a ser mejores y resolver nuestros problemas. Desde 1957 en adelante el género se convierte en cultura dominante y se multiplican los éxitos como La Furia del Planeta Rojo (1959, Ib Melchior), First Man Into Space (1959, Robert Day) y más adelante llegan títulos míticos como Barbarella (Roger Vadim), El Planeta de los Simios (Franklin J. Schaffner) y 2001: A Space Odyssey (Stanley Kubrik) todas éstas estrenadas en 1968.

Barbarella, la heroína fantaerótica del cómic de Jean-Claude Forest llevada al cine en 1968

Tampoco la televisión quedó al margen de la moda. En 1965 la CBS estrenaba Lost in Space, serie fantástica en la que una familia modelo americana a bordo de una nave espacial perdía el contacto con el puesto de control en la Tierra y quedaba condenada a vivir peligrosas aventuras vagando por el cosmos. Un año más tarde, la NBC contraatacaba con Star Trek, serie de la que está demás hacer cualquier reseña y que seguro que podemos encontrar en algún canal de la tdt contemporánea.

Lost in Space, la serie de Irwin Allen que reventaba audiencias en los sesenta

En cuanto a la música, la cosa era un poco más complicada. En principio la relación que existía entre la música y la ciencia-ficción se limitaba a las bandas sonoras de las películas del género. En la música popular (ya sea pop, rock u otros estilos) los artistas preferían dirigirse al público de forma más mundana y las letras versaban de aspectos humanos más triviales (amor, sexo, etc) que no de naves extraterrestres o monstruos interestelares. Sin embargo, las bandas sonoras introdujeron la tecnología a la instrumentación y popularizaron inventos como el theremín (inventado en 1919) o el clavioline que proporcionaban sonidos muy adecuados para el clima cósmico que se quería lograr. Ya en los sesenta, se desarrollaron instrumentos muy útiles para bandas pop como el mellotron (precursor del sampler) y los sintetizadores de todo tipo y prestaciones, adaptables a cualquier sonido y género. Incluso se crearon variantes de bolsillo como el popular stylophone que llegó a vender más de tres millones de unidades en 1968. La música pop asimiló estos sonidos para adaptarse a la corriente en boga y estilos como el rock psicodélico, el rock progresivo o el rock sinfónico comenzaron a hablar de cohetes, viajes estelares y seres de otros planetas.

Telstar, de Joe Meek: un instrumental space rock que alcanzó el nº1 en 1962

Pero volvamos un momento al listo que infló su cuenta corriente gracias a la oportunidad de estar en el momento adecuado y en el sitio adecuado. David Robert Jones era un joven londinense de talento que bregaba por hacerse sitio en el panorama musical de mediados de los sesenta. Algo -que ya hemos visto- nada fácil. Con varios singles de escaso éxito bajo el brazo recorría las casillas del tablero pop para encontrar aquella donde  forjar su estilo y encajar definitivamente. En eso, el joven David era un todo un fenómeno (no en vano, más tarde se le conocería como el Camaleón). Quería mostrarse como "artista total" antes que músico predecible y esa exigencia por conseguir ser el perejil en todas las salsas le perjudicaba más que nada. Para empezar se cambió el apellido a Bowie, porque por entonces ya existía un Davy Jones famoso (el cantante de The Monkees), y con ese nuevo nombre lanzó su primer álbum en el verano del 67. Pero al igual que sus singles de debut, este trabajo fue un completo fracaso, por lo que durante un tiempo se tuvo que buscar la vida presentándose a cástings para anuncios de televisión. Su mánager en esa época, Kenneth Pitt, no se daba por vencido. En enero de 1969, y tras la sugerencia de un productor alemán que sí creía en Bowie, Pitt encargó una película promocional (Love You Till Tuesday) que recogía los mejores temas de su único álbum y nuevos trabajos. Cuando se estaba editando el film, Bowie llegó al estudio y preguntó si había sitio para una nueva canción que acababa de componer. Se trataba de su particular homenaje a la película 2001: A Space Odyssey y a toda la cultura sci-fi de la década. La letra reflejaba muy bien las expectativas mediáticas puestas en la carrera espacial; los astronautas son héroes mitificados por el público y se espera de ellos que no defrauden a la humanidad, y que llegado el momento sepan sacrificarse por un objetivo superior en nombre de todos.

[...] Aquí Base llamando al Mayor Tom.
Has conseguido dar el gran salto
y la prensa quiere conocer qué marca de camiseta llevas.
Ahora has de abandonar la cápsula, si tienes valor [...]

Bowie también plasma el sentimiento de soledad que sufre el héroe cuando las cosas no van bien. Un paralelismo claro con los oscuros tiempos en que el artista no encontraba el reconocimiento que su talento merecía.

[...] Estoy aquí, flotando alrededor de este trasto,
muy por encima de la Luna.
La Tierra es azul
y no hay nada que pueda hacer [...]

La canción, bautizada como Space Oddity (curiosidad espacial), tenía dos características fundamentales para triunfar: brillantez y oportunismo. De la primera basta escuchar el tema para darse cuenta del talento compositivo de Bowie. De la segunda, Kenneth Pitt fue inmediatamente consciente dado los acontecimientos que estaban por venir. Así que con la película editada se fue a llamar a las puertas de las majors y en la primera de ellas, la de Mercury Records, obtuvo la respuesta que esperaba. No había mucho tiempo. La discográfica confió la producción del tema al experimentado Gus Dudgeon, que cogió la versión incluida en la promo y la vistió con unos cuantos arreglos para darle el clima cósmico adecuado. Atemperó el ritmo de la guitarra acústica, recurrió al mellotron para los efectos especiales y los acompañamientos melódicos y mejoró incluso el sonido del stylophone con el que Bowie había jugado en la pista original. Mercury lanzó el single Space Oddity el 11 de junio de 1969, un mes antes del comienzo de la misión Apolo XI. El producto estaba en el mercado a tiempo y sólo tenían que esperar. Los británicos, prudentes hasta la náusea, esperaron a ver cómo terminaba la inusual misión espacial para dar el veredicto a la canción. La BBC se negó a emitirla en antena durante ese mes de nerviosa espera y es posible que si el intento de alunizaje hubiera acabado en tragedia, Space Oddity hubiera quedado en un nuevo vano intento de alcanzar la fama. Pero Bowie tuvo suerte; Armstrong pisó la Luna y el virus de la conquista espacial infectó definitivamente a todos los sectores de la sociedad que aún permanecían inmunes. Y ahí estaba la canción adecuada, para convertirse en un hit de ventas y ayudar al incomprendido artista a dar el gran salto a la fama.

Bowie interpreta su éxito al recoger en la gala de los Ivors Novello Awards en 1970

Space Oddity alcanzó como un cohete el 5º puesto en la UK Singles Chart. A finales de año, Mercury sacaba al mercado el álbum por el que Bowie obtuvo el reconocimiento de crítica y público que tanto había soñado. Ya era el artista total. En las décadas siguientes, David Bowie continuó adaptándose musicalmente a los cambios culturales y artísticos que los tiempos demandaban, forjando una carrera personal extraordinaria, pero el peso que tuvo Space Oddity en esa trayectoria sigue cíclicamente dominando la balanza. Una reedición del single en 1973 se hizo sitio esta vez en la Billboard americana y otra, de 1975, llegó a lo más alto en las listas de su Inglaterra natal. En la actualidad la carrera espacial está estancada y la fiebre mediática sensiblemente controlada. Todavía hay mundos a la espera de ser explorados  pero lo costoso de la empresa requerirá tiempos mejores; tiempos en los que la Tierra deje de estar triste; tiempos en los que un nuevo gran salto sea posible.

The First Men in the Moon, de H. G. Wells, en una adaptación para televisión de 2010

Letra de Space Oddity en inglés en un cómic ilustrado por Andrew Kolb que puedes ver y descargar desde aquí
Letra de Space Oddity en español
Lista Spotify con varias versiones de Space Oddity:


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