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- La tragedia de un seductor
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John Kaimos
09 agosto 2013
La noche del 29 de diciembre de 1916, Grigori Rasputin acudió a su cita con el príncipe Yusúpov, en el Palacio Moika de San Petersburgo, sin saber que acudía también a una cita con la muerte. Después de una velada llena de venenos, traumatismos y muchas balas, el cadáver de Rasputin fue abandonado en las aguas del helado río Neva poniendo fin así a la peligrosa situación por la que atravesaba el Imperio Ruso. Acabar con él fue la solución de emergencia a la que llegaron tanto la aristocracia del país como los servicios secretos británicos, dado que la influencia que ejercía en los zares amenazaba los cimientos del imperio y su continuidad en la I Guerra Mundial como aliados de Francia e Inglaterra. La ascendencia de Rasputin en la familia imperial fue de tal calibre que su vida y trágico final han sido glosados durante el último siglo por historiadores, sociólogos y -cómo no- artistas de todos las disciplinas. Y en el caso que nos ocupa, el recuerdo sonoro más afamado que ha tenido la figura del monje siberiano fue el que le dispensaron un puñado de caribeños comandados por el productor Frank Farian. Me refiero, cómo no, al tema Rasputin de los inolvidables Boney M.
Rasputin (1978) éxito del grupo Boney M
En 1975, el cantautor y productor alemán Frank Farian le echó el ojo al mundo de la música disco. Había producido un tema de cierto éxito en Holanda, Baby Do You Wanna Bump? y decidió ponerse en serio y comerse el mercado alemán. Quería crear un producto que llamara la atención de la audiencia, algo a medio camino entre los escandinavos ABBA y los grupos disco americanos, al estilo escénico de los Earth, Wind & Fire. Para ello necesitaba determinados elementos para conseguir ese cóctel perfecto, tales como unas composiciones de ritmo pegadizo, unos coros femeninos competentes y unos bailarines singulares. La música sería obra suya, incluso ya tenía pensado en poner voz a la parte principal. Para los coros se hizo con los servicios de la cantante jamaicana Marcia Barrett, que llevaba tiempo viviendo en Alemania y actuando en grupos de escasa repercusión. Marcia requirió a Farian los servicios de su compatriota Liz Mitchell, que había hecho sus pinitos en musicales como Hair y deambulaba por los circuitos soul y disco de Inglaterra. No eran voces extraordinarias pero sí lo suficientemente competentes para musicar las obras que Farian tenía en cartera. Pero el visionario productor tenía algo más en la cabeza. Puso una caribeña más entre las coristas, la modelo Maizie Williams, Miss Belleza Negra en 1973, que se limitaría a lucir palmito y seguir los pasos de baile de sus compañeras. El punto fuerte del grupo correspondía a Bobby Farrell, un disck-jockey antillano afincado en Alemania y conocido en ambientes de discoteca por su particular forma de animar a la audiencia. Bobby cumplía con las expectativas de Farian para completar su producto: se limitaría a fusilar la voz principal con un descarado playback y se encargaría de atraer la atención del público con sus extravagantes bailes. Con estos mimbres, bautizados como Boney M, Frank Farian llevó a estudio diez pistas y sacó al mercado el álbum Take The Heat Off Me, de resultado bastante desalentador. Sin embargo, no se desanimó y durante el verano del 76, el grupo fue habitual en ferias y clubs por toda la geografía teutona. En septiembre actúan en el programa Musikladen de la televisión de Bremen, interpretando Daddy Cool, el tema más prometedor de su disco de debut, y a la semana siguiente ya eran número uno en ventas en la República Federal. Farian ya tenía su producto disco y, además, en buena disposición de asaltar el mercado internacional.
Primera aparición de Boney M en televisión (Musikladen, Radio Bremen)
Lo que se llamó música disco, la música que se escuchaba en las discotecas durante los setenta, fue un género derivado del soul, del funky y del rhythm and blues de finales de la década anterior. En la costa este americana comenzó a desarrollarse un tipo de soul, denominado soul de Philadelphia, caracterizado por sugestivas percusiones y sofisticadísmos arreglos de cuerdas. Este nuevo estilo triunfó en las salas de baile, especialmente en las de Nueva York que en esa época marcaban la tendencia, como la conocida Studio 54. Los primeros éxitos disco en las listas Rhythm and Blues americanas aparecieron en 1974 con temas tan míticos como Rock The Boat de The Hues Corporation, Love's Theme de Barry White o Never Can Say Goodbye de Gloria Gaynor. En 1975, el género se internacionaliza y se consolida definitivamente, gracias a artistas de la talla de Donna Summer, The Jackson 5, Labelle o los Bee Gees y su banda sonora de la película Saturday Night Fever, donde destacan los temas Jive Talkin' y Stayin' Alive.
Stayin' Alive de los británicos Bee Gees, el gran éxito de las discotecas en los 70
Funkytown, de Lipps Inc. La música disco evolucionando no se sabe hacia dónde
El productor alemán Frank Farian. Años después "se inventó" a los Milli Vanilli
Grigori Yefímovich Rasputin, provenía de un miserable pueblo de Siberia donde llevó una anodina y fría vida hasta que cumplió los dieciocho años. Pasó tres meses recluido en un monasterio como pena por haber robado unos caballos; allí experimentó el misticismo sui generis de la secta jlysty, que promulgaba el dolor y el pecado como vías para alcanzar la verdadera fe. Para obtener dolor la secta se valía de la autoflagelación, nada nuevo en el cristianismo fundamentalista de finales del XIX. Pero el camino del pecado era una senda repleta de fiestas sin freno donde abundaba el alcohol y el sexo a raudales. Esta forma de evangelizar, junto a un poderoso y atractivo físico (literal, pues se dice que estaba particularmente bien dotado), resultaron decisivas para que a Rasputin se le abrieran muchas puertas, sobre todo femeninas. Después de un largo periplo por el próximo oriente, donde se empapó de esoterismo, teosofía y otras artes ocultas, recaló en San Petersburgo, la capital del Imperio Ruso. Gracias a su poder de seducción, no tardó mucho en frecuentar círculos aristócratas, interesados además en conocer todo tipo de ciencias enigmáticas. Las virtudes de Rasputin, especialmente las sanadoras, llegaron a oídos de la zarina Alejandra, que necesitaba con urgencia un remedio a la enfermedad del heredero a la corona, el zarévich Alexéi. El pequeño de los Románov sufría hemofilia, una dolencia hereditaria e incurable, que amenazaba la continuidad de la dinastía (era el único hijo varón); una herida por leve que fuese o una simple contusión provocaría el fin de Alexéi de forma irremediable. Pese a los cuidados de los médicos, Alexéi se encontraba entre la vida y la muerte cuando Rasputin fue llamado a visitarle. Gracias a la hipnosis y a sus dotes de sugestión, el zarévich mejoró y el monje se convirtió automáticamente en el favorito indiscutible de la zarina y de la corte imperial. Desde entonces ejerció una poderosa influencia en la familia Románov que no pasó desapercibida en todos los círculos sociales de un país al borde del abismo. Las orgías que presidía en palacetes de la alta sociedad estaban en boca de todos, para indignación de políticos y nobles ultraconservadores. Pero la gota que colmó el vaso fue su intento de convencer al zar Nicolás para que se retirara de la infame guerra que estaba desangrando al imperio. En esa partida de poder sus enemigos movieron ficha con determinación; los días de Rasputin estaban contados.
Con esta planta, Rasputin volvía locas a las duquesas
La letra escrita por Frank Farian para Rasputin refleja bastante bien todas las circunstancias que rodearon la enigmática figura del santón siberiano. La puesta en escena de Boney M tampoco se quedaba atrás. Bobby Farrell, disfrazado de cosaco, con una barba postiza imitando la imagen de Rasputin por todos conocida, ponía la guinda a un tema musicalmente bien resuelto, con un ritmo festivo y un estribillo pegadizo. La melodía goza de atractivos aires orientales gracias a que Farian utilizó partes del tradicional turco Üsküdar'a Giderken para las estrofas principales. El resultado se convirtió en la canción más aplaudida en las discotecas europeas durante el verano del 78.
Üsküdar'a Giderken, el clásico del folclore turco que sirvió de inspiración para Rasputin
Un grupo de caribeños pasándolo mal... muy mal
El producto Boney M comenzó a tambalearse al mismo tiempo que se venía abajo el castillo de la música disco, allá por el año 1982. Los problemas comenzaron con el miembro del grupo más insospechado, el bailarín Bobby Farrell. Cansado de su papel de comparsa exigió a Farian abandonar la teatralidad del playback y poder mostrar sus dotes artísticas que él creía más grandes de lo que en realidad eran. La respuesta del productor fue despedir a Farrell sin contemplaciones y sustituirlo por Reggie Tsiboe, un notable cantante africano que podía dar el punto necesario de calidad que Boney M necesitaba. Pero en el escenario Tsiboe no funciona igual que Farrell. Los movimientos inusuales de Bobby eran la seña de identidad del grupo, algo a lo que los seguidores no estaban dispuestos a renunciar, por lo que dos años después Farian tuvo que rectificar y readmitirle, cediendo en sus pretensiones pese a la pérdida de talento que eso implicaba. La falta de renovación era paralela a la que sufría la música disco en esa época, incapaz de evolucionar y enriquecerse de otros géneros, condenándose a desaparecer en un futuro no lejano. A pesar de dar su brazo a torcer, Farian comprendió que a Boney M le quedaban pocos días. Finalmente la banda se disuelve sin mucho ruido en 1985 reapareciendo esporádicamente en revivales y reuniones muy celebradas por los nostágicos del género.
Roberto (Bobby) Alfonso Farrell bailó hasta que el destino dijo basta
Sin embargo, a Bobby Farrell la vida le tenía preparado un desenlace más trágico. En los años noventa intentó relanzar su carrera en solitario pero no obtuvo la respuesta adecuada. Con el nuevo siglo retomó la fórmula Boney M, reclutó a tres jóvenes cantantes de color y volvió a llenar los escenarios con sus bailes de marioneta. Aunque ya no tenía edad para desencajarse los huesos tan alegremente como treinta años atrás, sus actuaciones aún conservaban el poder de seducción que le habían hecho famoso, sobre todo entre el público del este de Europa. Después de una sudorosa actuación, el 29 de diciembre de 2010, Bobby sufrió un infarto fatal en la habitación del hotel Ambassador de San Petersburgo. El macabro destino quiso que muriera el mismo día y en la misma ciudad en la que murió Rasputin, casi cien años antes.
Lista Spotify con varias versiones de Rasputin:
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