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La tragedia de un seductor


La noche del 29 de diciembre de 1916, Grigori Rasputin acudió a su cita con el príncipe Yusúpov, en el Palacio Moika de San Petersburgo, sin saber que acudía también a una cita con la muerte. Después de una velada llena de venenos, traumatismos y muchas balas, el cadáver de Rasputin fue abandonado en las aguas del helado río Neva poniendo fin así a la peligrosa situación por la que atravesaba el Imperio Ruso. Acabar con él fue la solución de emergencia a la que llegaron tanto la aristocracia del país como los servicios secretos británicos, dado que la influencia que ejercía en los zares amenazaba los cimientos del imperio y su continuidad en la I Guerra Mundial como aliados de Francia e Inglaterra. La ascendencia de Rasputin en la familia imperial fue de tal calibre que su vida y trágico final han sido glosados durante el último siglo por historiadores, sociólogos y -cómo no- artistas de todos las disciplinas. Y en el caso que nos ocupa, el recuerdo sonoro más afamado que ha tenido la figura del monje siberiano fue el que le dispensaron un puñado de caribeños comandados por el productor Frank Farian. Me refiero, cómo no, al tema Rasputin de los inolvidables Boney M.

Rasputin (1978) éxito del grupo Boney M

En 1975, el cantautor y productor alemán Frank Farian le echó el ojo al mundo de la música disco. Había producido un tema de cierto éxito en Holanda, Baby Do You Wanna Bump? y decidió ponerse en serio y comerse el mercado alemán. Quería crear un producto que llamara la atención de la audiencia, algo a medio camino entre los escandinavos ABBA y los grupos disco americanos, al estilo escénico de los Earth, Wind & Fire. Para ello necesitaba determinados elementos para conseguir ese cóctel perfecto, tales como unas composiciones de ritmo pegadizo, unos coros femeninos competentes y unos bailarines singulares. La música sería obra suya, incluso ya tenía pensado en poner voz a la parte principal. Para los coros se hizo con los servicios de la cantante jamaicana Marcia Barrett, que llevaba tiempo viviendo en Alemania y actuando en grupos de escasa repercusión. Marcia requirió a Farian los servicios de su compatriota Liz Mitchell, que había hecho sus pinitos en musicales como Hair y deambulaba por los circuitos soul y disco de Inglaterra. No eran voces extraordinarias pero sí lo suficientemente competentes para musicar las obras que Farian tenía en cartera. Pero el visionario productor tenía algo más en la cabeza. Puso una caribeña más entre las coristas, la modelo Maizie Williams, Miss Belleza Negra en 1973, que se limitaría a lucir palmito y seguir los pasos de baile de sus compañeras. El punto fuerte del grupo correspondía a Bobby Farrell, un disck-jockey antillano afincado en Alemania y conocido en ambientes de discoteca por su particular forma de animar a la audiencia. Bobby cumplía con las expectativas de Farian para completar su producto: se limitaría a fusilar la voz principal con un descarado playback y se encargaría de atraer la atención del público con sus extravagantes bailes. Con estos mimbres, bautizados como Boney M, Frank Farian llevó a estudio diez pistas y sacó al mercado el álbum Take The Heat Off Me, de resultado bastante desalentador. Sin embargo,   no se desanimó y durante el verano del 76, el grupo fue habitual en ferias y clubs por toda la geografía teutona. En septiembre actúan en el programa Musikladen de la televisión de Bremen, interpretando Daddy Cool, el tema más prometedor de su disco de debut, y a la semana siguiente ya eran número uno en ventas en la República Federal. Farian ya tenía su producto disco y, además, en buena disposición de asaltar el mercado internacional.

Primera aparición de Boney M en televisión (Musikladen, Radio Bremen)

Lo que se llamó música disco, la música que se escuchaba en las discotecas durante los setenta, fue un género derivado del soul, del funky y del rhythm and blues de finales de la década anterior. En la costa este americana comenzó a desarrollarse un tipo de soul, denominado soul de Philadelphia, caracterizado por sugestivas percusiones y sofisticadísmos arreglos de cuerdas. Este nuevo estilo triunfó en las salas de baile, especialmente en las de Nueva York que en esa época marcaban la tendencia, como la conocida Studio 54. Los primeros éxitos disco en las listas Rhythm and Blues americanas aparecieron en 1974 con temas tan míticos como Rock The Boat de The Hues Corporation, Love's Theme de Barry White o Never Can Say Goodbye de Gloria Gaynor. En 1975, el género se internacionaliza y se consolida definitivamente, gracias a artistas de la talla de Donna Summer, The Jackson 5, Labelle o los Bee Gees y su banda sonora de la película Saturday Night Fever, donde destacan los temas Jive Talkin' y Stayin' Alive.

Stayin' Alive de los británicos Bee Gees, el gran éxito de las discotecas en los 70

El tirón del nuevo género parece imparable. Las discográficas imponen a la mayoría de sus artistas la adaptación a la corriente boogie, creando engendros difíciles de aceptar por parte de la incondicional audiencia. The Rolling Stones, KISS, Electric Light Orchestra y Barry Manilow fueron algunos de los que a mediados de los setenta traicionaron su trayectoria musical y acogieron los ritmos disco en su repertorio, para disgusto de sus seguidores. El 12 de julio de 1979 tuvo lugar en Chicago la Disco Demolition Night, una acción simbólica dirigida por los principales djs de emisoras rock, en la que se quemaron discos de la música maldita, al estilo de la quema de libros en la Alemania nazi. El acto acabó como el rosario de la aurora, aunque consiguió establecer en la opinión pública una clara frontera entre la música disco y el resto de estilos evolucionados desde el rhythm and blues. Quizá ya no fuera necesario, pues a esas alturas el género estaba pasando por una regresión que a la postre acabaría con él. A comienzos de los ochenta los sobrecostos de la producción musical se acentúan. Se sustituyen los acompañamientos de cuerdas y metales por samplers y sintetizadores, simplificando los temas y "desvistiéndolos" de las características que le hicieron triunfar. Esto significó el fin hacia 1982 de la música disco, que acabó derivando en subgéneros más minoritarios, como el dance o el house.

Funkytown, de Lipps Inc. La música disco evolucionando no se sabe hacia dónde

Boney M tuvo la suerte de aparecer en la época de oro de la música disco. Tras el éxito de Daddy Cool, llegó su segundo lp, Love For Sale (1977) donde destacaban Ma Baker y Belfast. Con estas últimas, el grupo alcanzó el Top Ten en las islas británicas suponiendo el espaldarazo definitivo en su carrera profesional. Al año siguiente publicaron Nightflight To Venus, trabajo que logró el número 1 absoluto en la lista UK Album Chart. Este disco estaba repleto de hits que por sí solos copaban las listas de ventas en Inglaterra. Frank Farian se hizo valer de versiones de temas de cierto éxito anterior, como Rivers Of Babylon (del grupo reggae The Melodians), Heart Of Gold (de Neil Young) o King Of The Road (de Roger Miller) pero también compuso dos de los mayores éxitos del grupo: Brown Girl In The Ring y la citada Rasputin.

El productor alemán Frank Farian. Años después "se inventó" a los Milli Vanilli

Grigori Yefímovich Rasputin, provenía de un miserable pueblo de Siberia donde llevó una anodina y fría vida hasta que cumplió los dieciocho años. Pasó tres meses recluido en un monasterio como pena por haber robado unos caballos; allí experimentó el misticismo sui generis de la secta jlysty, que promulgaba el dolor y el pecado como vías para alcanzar la verdadera fe. Para obtener dolor la secta se valía de la autoflagelación, nada nuevo en el cristianismo fundamentalista de finales del XIX. Pero el camino del pecado era una senda repleta de fiestas sin freno donde abundaba el alcohol y el sexo a raudales. Esta forma de evangelizar, junto a un poderoso y atractivo físico (literal, pues se dice que estaba particularmente bien dotado), resultaron decisivas para que a Rasputin se le abrieran muchas puertas, sobre todo femeninas. Después de un largo periplo por el próximo oriente, donde se empapó de esoterismo, teosofía y otras artes ocultas, recaló en San Petersburgo, la capital del Imperio Ruso. Gracias a su poder de seducción, no tardó mucho en frecuentar círculos aristócratas, interesados además en conocer todo tipo de ciencias enigmáticas. Las virtudes de Rasputin, especialmente las sanadoras, llegaron a oídos de la zarina Alejandra, que necesitaba con urgencia un remedio a la enfermedad del heredero a la corona, el zarévich Alexéi. El pequeño de los Románov sufría hemofilia, una dolencia hereditaria e incurable, que amenazaba la continuidad de la dinastía (era el único hijo varón); una herida por leve que fuese o una simple contusión provocaría el fin de Alexéi de forma irremediable. Pese a los cuidados de los médicos, Alexéi se encontraba entre la vida y la muerte cuando Rasputin fue llamado a visitarle. Gracias a la hipnosis y a sus dotes de sugestión, el zarévich mejoró y el monje se convirtió automáticamente en el favorito indiscutible de la zarina y de la corte imperial. Desde entonces ejerció una poderosa influencia en la familia Románov que no pasó desapercibida en todos los círculos sociales de un país al borde del abismo. Las orgías que presidía en palacetes de la alta sociedad estaban en boca de todos, para indignación de políticos y nobles ultraconservadores. Pero la gota que colmó el vaso fue su intento de convencer al zar Nicolás para que se retirara de la infame guerra que estaba desangrando al imperio. En esa partida de poder sus enemigos movieron ficha con determinación; los días de Rasputin estaban contados.

Con esta planta, Rasputin volvía locas a las duquesas

La letra escrita por Frank Farian para Rasputin refleja bastante bien todas las circunstancias que rodearon la enigmática figura del santón siberiano. La puesta en escena de Boney M tampoco se quedaba atrás. Bobby Farrell, disfrazado de cosaco, con una barba postiza imitando la imagen de Rasputin por todos conocida, ponía la guinda a un tema musicalmente bien resuelto, con un ritmo festivo y un estribillo pegadizo. La melodía goza de atractivos aires orientales gracias a que Farian utilizó partes del tradicional turco Üsküdar'a Giderken para las estrofas principales. El resultado se convirtió en la canción más aplaudida en las discotecas europeas durante el verano del 78.


Üsküdar'a Giderken, el clásico del folclore turco que sirvió de inspiración para Rasputin

Para sorpresa de todos, los Boney M obtuvieron un éxito sin precedentes al otro lado del telón de acero. Reclamados por el mismísmo Leónidas Brehznev, presidente de la Unión Soviética, el grupo fue invitado a celebrar una serie de conciertos en Moscú a finales de 1978. Allí se tomaron imágenes de los artistas ante emblemáticos edificios de la ciudad que posteriormente sirvieron para editar el videoclip oficial de Rasputin. Paradójicamente, esta fue la única canción vetada en los escenarios moscovitas por parte de las autoridades soviéticas, situación que se repitió en las giras por Hungría, Checoslovaquia y Polonia. En esta última, tuvieron la osadía de interpretarla en vivo durante el concierto en Varsovia de 1979, pero el régimen, condescendiente, se limitó a borrarla de las posteriores emisiones por la televisón estatal. La notoriedad de Boney M también se extendió por España gracias a las actuaciones televisivas de Fin de Año, de las que todos recordaremos temas adhoc para el público hispano como Feliz Navidad o El Lute, incluidas en su álbum Oceans Of Fantasy (1979)

Un grupo de caribeños pasándolo mal... muy mal

El producto Boney M comenzó a tambalearse al mismo tiempo que se venía abajo el castillo de la música disco, allá por el año 1982. Los problemas comenzaron con el miembro del grupo más insospechado, el bailarín Bobby Farrell. Cansado de su papel de comparsa exigió a Farian abandonar la teatralidad del playback y poder mostrar sus dotes artísticas que él creía más grandes de lo que en realidad eran. La respuesta del productor fue despedir a Farrell sin contemplaciones y sustituirlo por Reggie Tsiboe, un notable cantante africano que podía dar el punto necesario de calidad que Boney M necesitaba. Pero en el escenario Tsiboe no funciona igual que Farrell. Los movimientos inusuales de Bobby eran la seña de identidad del grupo, algo a lo que los seguidores no estaban dispuestos a renunciar, por lo que dos años después Farian tuvo que rectificar y readmitirle, cediendo en sus pretensiones pese a la pérdida de talento que eso implicaba. La falta de renovación era paralela a la que sufría la música disco en esa época, incapaz de evolucionar y enriquecerse de otros géneros, condenándose a desaparecer en un futuro no lejano. A pesar de dar su brazo a torcer, Farian comprendió que a Boney M le quedaban pocos días. Finalmente la banda se disuelve sin mucho ruido en 1985 reapareciendo esporádicamente en revivales y reuniones muy celebradas por los nostágicos del género.

Roberto (Bobby) Alfonso Farrell bailó hasta que el destino dijo basta

Sin embargo, a Bobby Farrell la vida le tenía preparado un desenlace más trágico. En los años noventa intentó relanzar su carrera en solitario pero no obtuvo la respuesta adecuada. Con el nuevo siglo retomó la fórmula Boney M, reclutó a tres jóvenes cantantes de color y volvió a llenar los escenarios con sus bailes de marioneta. Aunque ya no tenía edad para desencajarse los huesos tan alegremente como treinta años atrás, sus actuaciones aún conservaban el poder de seducción que le habían hecho famoso, sobre todo entre el público del este de Europa. Después de una sudorosa actuación, el 29 de diciembre de 2010, Bobby sufrió un infarto fatal en la habitación del hotel Ambassador de San Petersburgo. El macabro destino quiso que muriera el mismo día y en la misma ciudad en la que murió Rasputin, casi cien años antes.



Lista Spotify con varias versiones de Rasputin:


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El antihéroe

"Yo soy el pastor y todos los carceleros de la ciudad sois mi rebaño. No puedo transitar por las calles; sin embargo, todos pisáis mis talones". Esta frase la profirió Jack Sheppard en septiembre de 1724 a los carceleros de la prisión de Newgate, donde aguardaba el juicio que le llevaría a la horca unos meses más tarde. Sheppard fue un delincuente de los bajos fondos del Londres de principios del siglo XVIII. Provenía de una familia humilde y, pese a instruirse como carpintero, pronto se dio cuenta de que no le alcanzaría para vivir en una sociedad tan clasista y corrupta, así que decidió pasar de la servidumbre piadosa a la rebelión antisistema de la manera más habitual en la época: robando a los ricos, pero para quedárselo él. Con apenas veinte años dejó los estudios y comenzó a frecuentar los bares de mala muerte de Covent Garden, donde se daba cita la flor y nata de la prostitución y de la delincuencia organizada. Enseguida se hizo un sitio entre el elenco local gracias a los múltiples robos que perpetraba en  domicilios de gente de bien haciéndose pasar por tapicero o carpintero. Pero ya hemos dicho que la sociedad británica de la época estaba podrida por dentro hasta límites insospechados y esa podredumbre acabó cruzándose en la vida de Jack Sheppard hasta terminar con ella. En 1724 la "seguridad ciudadana" estaba encargada a un auténtico mafioso: Jonathan Wild, el líder de una red de delincuentes y asesinos que dirigía la caza de rateros de poca monta para mantener el orden social mientras se enriquecía con el trapicheo del material robado y "recuperado". Con ese doble juego de sheriff y ladrón acumuló una auténtica fortuna además de fortalecer su organización con la anuencia de políticos y aristócratas. Cuando consideraba que uno de sus ladrones estaba quemado lo ponía en manos de la justicia, cobraba la recompensa por su captura y aumentaba su fama entre una ciudadanía ignorante e hipócrita. Y así quiso hacer con Jack Sheppard.

Jack Sheppard se escapa de Newgate, y se escapa, y se escapa, y...

Pero Jack no se lo puso fácil. En un denodado esfuerzo por esquivar la muerte (en esa época el robo era castigado con la horca) Sheppard escapó hasta cuatro veces de la prisión de Newgate, forjándose una popularidad sin precedentes entre las clases humildes de Londres, que lo veían como un antihéroe dispuesto a desafiar el orden establecido de una sociedad construida por y para los ricos. Finalmente, acabó colgado en Tyburn Tree, pero para las generaciones venideras su figura representaría el grito insolente de libertad de las clases oprimidas.


Hay que escribir sobre esto

Las historias de prostitutas y ladrones en Newgate llamaron la atención de varios intelectuales contemporáneos como Daniel Defoe, Alexander Pope o Jonathan Swift. Fue éste último quien convenció a John Gay de escribir una opereta basada en la vida de Sheppard, que reflejara de forma satírica la inmundicia moral sobre la que se sustentaba la sociedad liberal británica. El libreto final de Gay, con música de Johann Pepusch, acabó llamándose La Ópera del Mendigo (The Beggar's Opera) y se estrenó en 1728 con un extraordinario éxito de público, como no podía ser de otra manera. El personaje principal era Macheath, el sosías de Sheppard, un maleante que reúne las cualidades del original tan valoradas por el público; la lucha por la libertad y el valor de sobreponerse a la injusticia desde la cara más oscura del desamparado, utilizando el mismo infierno al que el poderoso le condena para enfrentarse a él.  La evidencia con que se mostraba en escena la corrupción política y la injusticia social, inquietó mucho a las clases dirigentes por lo que la obra y sus posteriores secuelas estuvieron restringidas durante cerca de dos siglos. Pero como quiera que las crisis económicas y morales a las que nos conduce el liberalismo se suceden con frecuencia casi generacional, es lógico que la obra se recuperase con asiduidad exhibiendo siempre que lo hacía una notable vigencia. Así fue en 1920, después del desastre de la Gran Guerra, cuando La Ópera del Mendigo se reestrenó en el Lyric Hammersmith de Londres hasta alcanzar la friolera de 1.463 representaciones. Macheath (o Jack Sheppard) demostraba estar bien vivo en el recuerdo de los desfavorecidos.

Macheath reflexiona mientras espera la muerte (aria LXVII de The Beggar's Opera)

Una historia universal con final feliz

El 31 de agosto de 1928, doscientos años después del estreno de Gay y Pepusch, se abría el telón en el Theater am Schiffbauerdamm de Berlín para representar una reentré muy particular: Die Dreigroschenoper (La Ópera de los Tres Centavos, o de las Perras Gordas más correctamente en español), una versión con libreto de Bertolt Brecht y música de Kurt Weill. En este caso, pese a seguir fielmente la trama ideada por Gay, Brecht impone un desenlace feliz para Macheath que es perdonado por la Reina y recompensado con títulos y pensiones. Es un giro de la historia inesperado y cómico, en el que Brecht se ríe de la hipocresía de la sociedad que compadece al desfavorecido en vez de reformarse a sí misma para cambiar las desigualdades. En todo caso, este final fue muy celebrado por el público alemán, testigo en sus propias carnes del dolor que la economía liberal le imponía y, además, porque perdonaba la vida a su héroe Macheath, aquí conocido con el apodo de Mackie Messer (el Navaja).
Kurt Weill adaptó la música a los tiempos modernos, con influencias de jazz y baladas alemanas, conformando el embrión de lo que más tarde sería la comedia musical. A punto de estrenarse, Brecht y Weill añadieron un número a modo de prólogo titulado Die Moritat von Mackie Messer (La Copla de Mackie el Navaja) en el que se presenta en forma de aleluya los hechos delictivos de Macheath, poniendo al público en antecedentes sobre la "maldad" del personaje. Como suele pasar en estos casos, contra todo pronóstico, la balada se convirtió en un hit y aumentó la popularidad de la obra en todos los escenarios alemanes y extranjeros donde se estrenaba.

Ernst Busch interpreta Die Moritat al comienzo de la película dirigida por G.W.Pabst (1931)

Durante cinco años, Die Dreigroschenoper fue la obra teatral de más éxito en Alemania, hasta que los nazis llegaron al poder y prohibieron su representación. Brecht y Weill dejaron el país antes que acabar condenados por sus ideas políticas y su significado "arte decadente". Weill recaló en Estados Unidos donde consolidó su carrera profesional junto a su mujer, Lotte Lenya, la actriz más famosa de la escena berlinesa de preguerra. Lenya obtuvo el reconocimiento del público norteamericano gracias a sus interpretaciones de las obras de su marido y, en especial, de la celebrada Die Moritat von Mackie Messer. En 1954, y debido al éxito de Lenya, la obra de Brecht y Weill se representó en Broadway con una adaptación de la letra al inglés por parte de Marc Blitzstein, que convirtió a Mackie Messer en Mack the Knife y supuso el definitivo éxito de la pieza a nivel mediático. Enseguida el tema fue versionado por las figuras musicales más importantes de la época, como Louis Armstrong (1956), Bing Crosby (1957) o Bobby Darin (1959). La versión de éste último se alzó en el nº 1 de la lista Billboard Hot 100 americana y le permitió ganar el Grammy a la Grabación del Año en 1960.

Bobby Darin interpretando Mack the Knife en 1959

Muchos artistas añadieron Mack the Knife a su repertorio, entre ellos Ella Fitzgerald, Frank Sinatra, The Doors o Sting, convirténdose en uno de los standards musicales más recurrente. En España, el tema fue primeramente versionado en 1959 por el barcelonés José Guardiola, la voz más famosa de la época. Tanto la versión de Guardiola como las obras de Gay y Brecht fueron la inspiración para un joven dibujante de Manresa llamado Ramón Tosas (conocido como Ivà) y muchos años más tarde, en 1984, creó el personaje de cómic Makinavaja que tanto éxito obtuvo en las páginas de la revista El Jueves. Makinavaja: el último choriso, representa al Macheath de todas las épocas, al antihéroe de los bajos fondos de cualquier ciudad capitalista que reflexiona sobre la mísera realidad que le rodea y aplica la justicia con los medios a su alcance, no siempre legales pero que el público aprueba por considerarlos legítimos. El Maki y sus compinches Popeye y Mustapha (guiño de Ivà a otra de las famosas canciones de Guardiola) tuvieron sus versiones en teatro, cine y televisión, en este último caso con un magnífico Pepe Rubianes en el papel del Macheath del Barrio Chino.

Makinavaja, el último chorizo, la última esperanza

Poder y Contrapoder

Otra versión conocida de Mack the Knife en español es la que realizó el músico panameño Rubén Blades en  1978, en ritmo salsero aunque respetando la estructura de acordes del original de Kurt Weill. Blades sitúa la acción en las calles de Nueva York y cambia el nombre de Mack a Pedro Navaja. Pero esta vez el autor pervierte por completo el espíritu del personaje, puesto que lo convierte en un criminal sin escrúpulos que asesina prostitutas por encargo, perdiendo así el aura de héroe que tanto respetaba el público. De hecho, la versión de Blades parece la respuesta del sistema a la crítica social lanzada por Gay y Brecht. En Pedro Navaja se advierte la consigna de que las cosas son como son y ningún justiciero vendrá a rescatar a las clases populares porque cada cual tiene lo que se merece:

[...] quien a hierro mata a hierro termina [...]
[...] como decía mi abuelita, quien de último ríe, se ríe mejor [...]
[...] si naciste pa' martillo del cielo te caen los clavos [...]

La Orquesta Platería y Pedro Navaja, como siempre mejorando el original

En definitiva, unas moralejas muy alejadas de la verdadera esencia de Mackie, Macheath o Sheppard y la realidad con la que les tocó enfrentarse. No es de extrañar, si tenemos en cuenta que Rubén Blades acabó "ejerciendo" el poder y las prebendas del mismo, llegando a ser ministro de su país natal. Blades, a pesar de autoproclamarse como azote de la corrupción, aprueba de facto las incongruencias del sistema y participa de él, todo lo contrario que la mayoría de personajes que conforman esta historia: Jack Sheppard, Jonathan Swift, John Gay, Berltolt Brecht, Ivà y Pepe Rubianes tienen en Macheath un nexo que les une, pero lo que verdaderamente comparten es el deseo de denunciar y socavar un sistema injusto utilizando sus propias contradicciones. Mack the Knife es un hilo conductor del anarquismo que seguirá vivo mientras haya gente que necesite robar para subsistir.

Mack the Knife, por Oscar Peterson Quartet en 1974

Lista Spotify con varias versiones de Mack the Knife:


Lista Spotify con varias versiones de Pedro Navaja (y de Makinavaja):


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