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Podrás cantar cualquier cosa


Cuando van mal dadas la gente suele refugiarse en la familia. Es el recurso por excelencia de muchos y la última bala de algunos. Algo debe tener la sangre para que perdone discordias, esquive riesgos y cobije esperanzas tan fácilmente, sin esperar nada a cambio. Será nuestra naturaleza de sujeto tribal, concepto angular de la sociedad humana. O quizá nos pasa como a los animales que al sentirse cerca del fin buscan aquellos lugares más íntimos para desprenderse de la vida de la forma más digna, lejos de la furtiva mirada de los demás. Puede ser que, como ellos, veamos en la intimidad de la familia el lugar donde reside gran parte de nuestra dignidad, esa fuente de autoestima que necesitamos cuando las cosas se nos tuercen y no vemos la luz del túnel. El caso es que todos conocemos casos -si no queremos ponernos a nosotros mismos como ejemplo- que refrendan la teoría de que no hay mejor paraguas que la propia estirpe. Y más aún en épocas de crisis tan profunda como la que vivimos: nietos que regresan al calor de la pensión de los abuelos o hijos que sacrifican su futuro por darles un presente a sus padres. No es necesario explicarlo. Como tampoco es necesario explayarse en por qué las familias más numerosas tienen ante sí un paisaje más llevadero que otras, pues los recursos de muchos son el bálsamo de algunos. El ejemplo más claro de esto último es la atribulada historia de la familia Trapp, esa nutrida prole austríaca famosa por ser protagonista de la película The Sound Of Music (conocida en España como Sonrisas y Lágrimas y en Latinoamérica como La Novicia Rebelde)

Maria Augusta Kutschera, la verdadera baronesa von Trapp

La historia de los Trapp es la historia de Maria Kutschera. Nació en 1905 en un tren entre el Tirol y Viena, en algún lugar de un imperio anacrónico a punto de estallar en mil pedazos y a los dos años fue confiada a la tutela de sus tíos, unos convencidos socialistas de la capital. Una década después, la Gran Guerra acaba con las estructuras de un estado podrido no sin antes llevarse por delante a más de un millón de súbditos. En este ambiente de colapso social, en una posguerra cruel y desalentadora, la joven Maria se refugia en la religión católica tras asistir a una persuasiva conferencia de un jesuita en el Colegio Público para la Educación Progresista en el que sus tíos la habían matriculado. Imbuida de una espiritualidad algo impostada, Maria decide ingresar en el convento benedictino de Nonnberg, en Salzburgo, donde permanecería dos años como novicia hasta que, de nuevo, su vida da un giro inesperado al leer el tablón de anuncios de la hermandad. Allí, un apremiante mensaje solicitaba una cuidadora para la hija del oficial de Marina Georg Ludwig von Trapp, aquejada de reúma y que no podía asistir al colegio con regularidad. Una vez en Villa Trapp, Maria se encontró con una familia aristócrata venida a menos, que había perdido la figura materna hacía escasos meses a causa de la escarlatina y cuyo estandarte, el Barón von Trapp, almirante de una inexistente armada de un país reducido a las montañas, era incapaz de comandar en soledad la educación de sus siete hijos de una forma coherente. Sólo un año después, en 1927, la relación entre Maria y Georg acaba en matrimonio y la exnovicia se convierte en el aglutinador por excelencia de la familia, una función que a la larga sería el detonante de su éxito.

El almirante y la institutriz, el día de su boda con los siete niños detrás

Debido a su estatus noble, aunque fuera fruto de la causa militar, la educación musical de los vástagos Trapp era un deber incuestionable. Y más tratándose del Imperio Austro-Húngaro, cuna de innumerables maestros. En todos y cada uno de los siete hijos de la familia se cultiva de bien temprano la vocación por la buena música, con estoicos estudios de piano, violín, cello, clarinete, acordeón y flauta. Pero además, Maria les convence para iniciarse en el canto, donde los niños se muestran ágiles y talentosos. La ahora madrastra los encasilla según sus registros tonales: Agathe y Johanna como primeras sopranos; Martina y Maria, segundas sopranos; Hedwig, como contralto; Werner, tenor y Rupert, como bajo. La coral de andar por casa evoluciona perfectamente gracias a un repertorio estándar de himnos clásicos y folclore tirolés.

La familia Trapp a mediados de los años treinta, ensayando en su mansión de Salzburgo

Georg Ludwig, el laureado capitán de submarinos, el héroe del Adriático, llega al crack del 29 por la puerta grande. En una Europa convulsa, su país y su economía son los más feos de los patitos, con una ingente cantidad de burgueses y aristócratas sin imperio, con grandes patrimonios pero poca rentabilidad y que invierten en operaciones bursátiles con más esperanza que conocimiento. Y así les fue: muchos perdieron todo lo que tenían en los años de crisis acabando sus palacios y villas en manos de especuladores sin escrúpulos, indiferentes al color de la sangre. El barón von Trapp no fue un adelantado en ese sentido: puso todos los recursos familiares en el banco de una amiga que quebró en 1934 dejando al almirante y a su prole con una mano delante y otra detrás. Ante esa desesperada situación, con 9 hijos que mantener (Maria había dado luz a dos niñas más, Rosmarie y Eleonore) y un supuesto estatus social que preservar, la familia hace piña y se refugia en el único recurso que le queda: la música. Deciden crear un coro de cámara profesional y bajo la dirección del capellán Franz Wasner comienzan a actuar en ferias y festivales de Salzburgo con el nombre de Neuland. En 1935, la idea cuaja seriamente. La diva nacional del canto Lotte Lehmann, les anima a abrir su espectáculo a aforos más numerosos, consciente de las enormes posibilidades del grupo y el canciller Kurt Schuschnigg les invita a actuar para él en la capital tras escucharles en la radio. Pronto son conocidos en toda Austria como Die Trapp Familie, la aristocrática coral familiar que se echaba al hombro el pico y la pala y salía al tajo como el común de los mortales. La formación consiguió una popularidad notable en el país alpino gracias a un repertorio típicamente nacional, algo que pocos años más tarde sería causa de un problema de más envergadura que la propia crisis económica.

Así sonaban los originales Trapp en el tradicional tirolés Ach, Himmel es ist verspielt

1938 es el año del Anschluss, la anexión. Austria pasa a formar parte del Tercer Reich alemán obligada por la incapacidad de hacer frente a una crisis excesivamente dilatada y por las ínfulas nacionalistas de la mayor parte de la población. Hitler, austríaco de nacimiento, considera ambas naciones una sola, por lo que los "nuevos alemanes" se ven sumergidos de la noche a la mañana en un régimen totalitario sin tener ocasión de pensárselo. Muchos ciudadanos se encontraron entonces cara a cara con el ogro, sabiendo además cómo se habían sucedido los acontecimientos social y políticamente en el país vecino. La familia Trapp, pese a pertenecer al establishment postimperial, era una de las que estaba hecha de una pasta diferente a la que traían los rudos reposteros del norte, gracias sobre todo a la influencia filosocialista que Maria ejercía en la educación de los hijos. Apenas un mes después de la catástrofe nacional, Hitler decide celebrar su cumpleaños haciendo gala de los elementos más característicos del Deutsche Volk y elige a los pequeños cantores Trapp para su fiesta de exaltación personal. Listo como el hambre, el führer ofrece al ex-almirante un puesto de responsabilidad en la nueva comandancia militar en Viena, con la intención de granjearse las simpatías y el apoyo del clan familiar, actuando del mismo modo que solucionaba las dudas de las clases medias en Alemania: mediante concesiones de privilegios que le garantizaran a posteriori el necesario pago de favores. Pero los Trapp no están por la labor y, conscientes de las consecuencias de tal decisión, hacen la maleta a tiempo y huyen a Italia haciendo uso de la buena relación con la iglesia católica a ambos lados de la frontera. Hitler, enfurecido y sin cereza en su pastel de cumpleaños, hace su ancshluss particular de los bienes patrimoniales que aún conservaba la familia, regalándolos a otros estómagos agradecidos, como Heinrich Himmler, que disfrutó de Villa Trapp como residencia en exclusiva hasta el final de la guerra.

Tropas alemanas por las calles de Salzburgo en 1938, dejando claro quién mandaba

Los Trapp, junto a Franz Wasner, recalan en Estados Unidos a principios de 1939. Sin un centavo en los bolsillos reinician su carrera profesional con giras por la costa este y Canadá, que les dan pingües beneficios. No obstante, la familia se sobrepone a las penurias y con la ayuda y el empuje de todos poco a poco van saliendo a flote. En primer lugar gracias a una inteligente americanización del repertorio y nombre del grupo (The Trapp Family Choir), con vistas a aumentar la audiencia y no quedarse sólo en un público residual de origen germano. Pero, además, a medida que aumentaba la tensión internacional y el nuevo país de adopción entraba en guerra contra el Reich, se hacía más visible y simpática para el público la etiqueta de renegados del nazismo, capaces de negarle un concierto al mismísimo demonio. Al finalizar la guerra la familia tenía rendida a sus pies a toda la crítica americana.

Los Trapp en USA cantando aún en alemán (Es wollt ein Jägerlein jagen)

El matrimonio y sus siete hijas cantoras a mediados de los cuarenta

En 1947, Georg Ludwig fallece víctima de un largo y duro cáncer a la edad de 67 años. Pero el tesón del clan es inagotable: continúan actuando unidos ahora en torno a la figura protectora de la baronesa Maria hasta llegar a su primer contrato profesional en 1949 con RCA Victor, ahora como The Trapp Family Singers. Ese mismo año Maria von Trapp publica The Story Of The Trapp Family Singers, una autobiografía que se convierte de inmediato en un éxito de ventas. Pero los años no pasan en balde y a mediados de la década de los cincuenta ya se veía que muchos de los miembros, entrados en la cuarentena, requerían empezar a volar por su cuenta, ya fuera en el terreno musical -aún con éxito relativo- o en otros negocios como la hostelería o la restauración. 1956 ve el último concierto de los ahora 10 hijos Trapp (en 1939 había nacido el benjamín Johannes), justo el mismo año en que, atraídos por la notoriedad que habían alcanzado, unos productores germano-austríacos compran a Maria por 9.000 dólares los derechos del libro para rodar dos películas, Die Trapp-Familie (1956) y su secuela, Die Trapp-Familie in Amerika (1958), con vistas a conquistar el mercado alemán.

Fragmento de Die Trapp-Familie de Wolfgang Liebeneiner, la primera dramatización de la vida de los Trapp

Paramount Pictures recompra los derechos y prepara The Sound Of Music, un musical que se estrena en Broadway en 1959 con letra y música de la mítica pareja Oscar Hammerstein II y Richard Rodgers e interpretada por Mary Martin en el papel de Maria y por Theodore Bikel como Georg Ludwig. La obra sigue con fina veracidad la auténtica historia de los Trapp, aunque de forma edulcorada, omitiendo algunos de los pasajes de penurias económicas de los años treinta y convirtiendo la relación entre la novicia y el barón en el núcleo central del argumento. 1443 representaciones avalan el éxito de The Sound Of Music, con 6 premios Tony Awards y más de tres millones de entradas vendidas sólo en Nueva York. Columbia grabó un álbum una semana después de su estreno y lo llevó al primer puesto en las listas de ventas permaneciendo allí durante 16 semanas. La repercusión fue tan amplia que 20th Century Fox compró la obra tal cual se representaba en Broadway para realizar una película pero por exigencias de Paramount hubo de esperar a que acabaran las funciones contratadas tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña y Australia. Y eso ocurre en 1964, año en que el director Robert Wise lleva a los platós a Christopher Plummer y a Julie Andrews como personajes principales, una apuesta personal del cineasta que se impuso ante las continuas recomendaciones de su entorno de incluir en el reparto a figuras ya consagradas como la misma Mary Martin, Doris Day o Debbie Reynolds. No obstante se dejó convencer, y con acierto, para sustituir la insuficiente voz de Andrews en las escenas cantadas.

Mary Martin fue Maria von Trapp en las primeras funciones en Broadway (1959)

The Sound Of Music o Sonrisas y Lágrimas, como se prefiera, ganó cinco estatuillas en 1965. Además de los premios a la mejor película, director, montaje y sonido, resultó casi un mero trámite que Irwin Kostal saliera a recibir el Oscar a la mejor banda sonora, como responsable de dirigir musicalmente las obras originales de Rodgers y Hammerstein. Los temas de la película ya eran conocidos por el público gracias a la popularidad del musical de Broadway y el resultado de la gala, lejos de sorprender, no hizo si no confirmar la gran visión de la Fox en el negocio cinematográfico, pues a pesar del elevado coste de producción la compañía obtuvo unos réditos de más de cien millones de dólares en tan sólo cinco años de exhibición.

Julie Andrews ¿canta? Do-Re-Mi, el más famoso tema de The Sound Of Music

Entre las canciones de Sonrisas y Lágrimas, destacan algunas que se han convertido en historia con mayúsculas del cine y el teatro. En Do-Re-Mi, la institutriz enseña a los niños los conceptos básicos del solfeo (como si en la vida real los Trapp -recordemos, austríacos- no hubieran oído hablar nunca de él), acabando con un aleccionadora a la vez que moralizante máxima: "Si sabes todas las notas, podrás cantar casi cualquier cosa". Hammerstein crea un divertido juego con las notas musicales y su equivalencia sonora con palabras inglesas, donde Do se convierte en una cierva (doe), Re es un rayo (ray) o So (nuestro Sol) se transforma en coser (sew). Rodgers compone una melodía que acompaña a la perfección la letra de Hammerstein, iniciando cada verso con la nota a la que se hace referencia. Una melodía que recuerda algunos pasajes de la obertura del Tannhäuser de Richard Wagner.

My Favorite Things, una de las mejores joyas de Rodgers y Hammerstein

My Favorite Things, otro de los temas célebres del musical, convoca al oyente a pensar en las cosas agradables como forma de sobrellevar los momentos más ingratos. La baronesa entona esta canción para calmar a los pequeños Trapp durante una noche de tormenta. John Coltrane realizó un bellísima versión del tema en 1960 que contribuyó a que se convirtiera en un clásico standard de jazz, fielmente interpretado por la tradición anglosajona en fechas navideñas. Los aires tradicionales tiroleses se evocan en composiciones tan logradas como The Lonely Goatherd, con el típico yodel alpino al acabar cada fraseo, o la popularísima Edelweiss, una metáfora de la patria de origen, tan costumbrista que muchos americanos aún creen que se trata del himno nacional de Austria. Ésta última se utiliza hoy, aunque con la letra cambiada, en las iglesias metodistas como acompañamiento en los actos de bendición.

Edelweiss, es una flor alpina, no el himno nacional de Austria, aunque muchos crean lo contrario

La película puso a Salzburgo en las guías de viaje norteamericanas gracias a sus excelentes localizaciones, más próximas a la saga Sissí que a la realidad vivida por la familia Trapp. Lugares tan románticos como los Jardines y el Palacio de Mirabell, el Cementerio de St. Peter, los palacios de Leopoldskron y Frohnburg o la Felsenreitschule embelesaron tanto al público que aún hoy en día tres de cada cuatro estadounidenses que visitan la ciudad confiesan que lo hacen atraídos por la cinta de Weis, una película que la inmensa mayoría de salzburgueses dice no haber visto. Maria Kutschera, la Julie Andrews de verdad, recuperó en 1956 la vocación religiosa que había interrumpido para convertirse en Maria von Trapp y se marchó a Papúa-Nueva Guinea de misionera junto a tres de sus hijas. Regresó a Estados Unidos antes de morir en 1987 rodeada de los suyos, una poblada parentela que supo salir a flote gracias al esfuerzo común. El ejemplo de que con el trabajo de todos se puede hacer casi cualquier cosa.

Maria Kutschera, alias Maria von Trapp, en la vejez de una vida intensa y satisfactoria

Lista Spotify con varias versiones de Do-Re-Mi:



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El antihéroe

"Yo soy el pastor y todos los carceleros de la ciudad sois mi rebaño. No puedo transitar por las calles; sin embargo, todos pisáis mis talones". Esta frase la profirió Jack Sheppard en septiembre de 1724 a los carceleros de la prisión de Newgate, donde aguardaba el juicio que le llevaría a la horca unos meses más tarde. Sheppard fue un delincuente de los bajos fondos del Londres de principios del siglo XVIII. Provenía de una familia humilde y, pese a instruirse como carpintero, pronto se dio cuenta de que no le alcanzaría para vivir en una sociedad tan clasista y corrupta, así que decidió pasar de la servidumbre piadosa a la rebelión antisistema de la manera más habitual en la época: robando a los ricos, pero para quedárselo él. Con apenas veinte años dejó los estudios y comenzó a frecuentar los bares de mala muerte de Covent Garden, donde se daba cita la flor y nata de la prostitución y de la delincuencia organizada. Enseguida se hizo un sitio entre el elenco local gracias a los múltiples robos que perpetraba en  domicilios de gente de bien haciéndose pasar por tapicero o carpintero. Pero ya hemos dicho que la sociedad británica de la época estaba podrida por dentro hasta límites insospechados y esa podredumbre acabó cruzándose en la vida de Jack Sheppard hasta terminar con ella. En 1724 la "seguridad ciudadana" estaba encargada a un auténtico mafioso: Jonathan Wild, el líder de una red de delincuentes y asesinos que dirigía la caza de rateros de poca monta para mantener el orden social mientras se enriquecía con el trapicheo del material robado y "recuperado". Con ese doble juego de sheriff y ladrón acumuló una auténtica fortuna además de fortalecer su organización con la anuencia de políticos y aristócratas. Cuando consideraba que uno de sus ladrones estaba quemado lo ponía en manos de la justicia, cobraba la recompensa por su captura y aumentaba su fama entre una ciudadanía ignorante e hipócrita. Y así quiso hacer con Jack Sheppard.

Jack Sheppard se escapa de Newgate, y se escapa, y se escapa, y...

Pero Jack no se lo puso fácil. En un denodado esfuerzo por esquivar la muerte (en esa época el robo era castigado con la horca) Sheppard escapó hasta cuatro veces de la prisión de Newgate, forjándose una popularidad sin precedentes entre las clases humildes de Londres, que lo veían como un antihéroe dispuesto a desafiar el orden establecido de una sociedad construida por y para los ricos. Finalmente, acabó colgado en Tyburn Tree, pero para las generaciones venideras su figura representaría el grito insolente de libertad de las clases oprimidas.


Hay que escribir sobre esto

Las historias de prostitutas y ladrones en Newgate llamaron la atención de varios intelectuales contemporáneos como Daniel Defoe, Alexander Pope o Jonathan Swift. Fue éste último quien convenció a John Gay de escribir una opereta basada en la vida de Sheppard, que reflejara de forma satírica la inmundicia moral sobre la que se sustentaba la sociedad liberal británica. El libreto final de Gay, con música de Johann Pepusch, acabó llamándose La Ópera del Mendigo (The Beggar's Opera) y se estrenó en 1728 con un extraordinario éxito de público, como no podía ser de otra manera. El personaje principal era Macheath, el sosías de Sheppard, un maleante que reúne las cualidades del original tan valoradas por el público; la lucha por la libertad y el valor de sobreponerse a la injusticia desde la cara más oscura del desamparado, utilizando el mismo infierno al que el poderoso le condena para enfrentarse a él.  La evidencia con que se mostraba en escena la corrupción política y la injusticia social, inquietó mucho a las clases dirigentes por lo que la obra y sus posteriores secuelas estuvieron restringidas durante cerca de dos siglos. Pero como quiera que las crisis económicas y morales a las que nos conduce el liberalismo se suceden con frecuencia casi generacional, es lógico que la obra se recuperase con asiduidad exhibiendo siempre que lo hacía una notable vigencia. Así fue en 1920, después del desastre de la Gran Guerra, cuando La Ópera del Mendigo se reestrenó en el Lyric Hammersmith de Londres hasta alcanzar la friolera de 1.463 representaciones. Macheath (o Jack Sheppard) demostraba estar bien vivo en el recuerdo de los desfavorecidos.

Macheath reflexiona mientras espera la muerte (aria LXVII de The Beggar's Opera)

Una historia universal con final feliz

El 31 de agosto de 1928, doscientos años después del estreno de Gay y Pepusch, se abría el telón en el Theater am Schiffbauerdamm de Berlín para representar una reentré muy particular: Die Dreigroschenoper (La Ópera de los Tres Centavos, o de las Perras Gordas más correctamente en español), una versión con libreto de Bertolt Brecht y música de Kurt Weill. En este caso, pese a seguir fielmente la trama ideada por Gay, Brecht impone un desenlace feliz para Macheath que es perdonado por la Reina y recompensado con títulos y pensiones. Es un giro de la historia inesperado y cómico, en el que Brecht se ríe de la hipocresía de la sociedad que compadece al desfavorecido en vez de reformarse a sí misma para cambiar las desigualdades. En todo caso, este final fue muy celebrado por el público alemán, testigo en sus propias carnes del dolor que la economía liberal le imponía y, además, porque perdonaba la vida a su héroe Macheath, aquí conocido con el apodo de Mackie Messer (el Navaja).
Kurt Weill adaptó la música a los tiempos modernos, con influencias de jazz y baladas alemanas, conformando el embrión de lo que más tarde sería la comedia musical. A punto de estrenarse, Brecht y Weill añadieron un número a modo de prólogo titulado Die Moritat von Mackie Messer (La Copla de Mackie el Navaja) en el que se presenta en forma de aleluya los hechos delictivos de Macheath, poniendo al público en antecedentes sobre la "maldad" del personaje. Como suele pasar en estos casos, contra todo pronóstico, la balada se convirtió en un hit y aumentó la popularidad de la obra en todos los escenarios alemanes y extranjeros donde se estrenaba.

Ernst Busch interpreta Die Moritat al comienzo de la película dirigida por G.W.Pabst (1931)

Durante cinco años, Die Dreigroschenoper fue la obra teatral de más éxito en Alemania, hasta que los nazis llegaron al poder y prohibieron su representación. Brecht y Weill dejaron el país antes que acabar condenados por sus ideas políticas y su significado "arte decadente". Weill recaló en Estados Unidos donde consolidó su carrera profesional junto a su mujer, Lotte Lenya, la actriz más famosa de la escena berlinesa de preguerra. Lenya obtuvo el reconocimiento del público norteamericano gracias a sus interpretaciones de las obras de su marido y, en especial, de la celebrada Die Moritat von Mackie Messer. En 1954, y debido al éxito de Lenya, la obra de Brecht y Weill se representó en Broadway con una adaptación de la letra al inglés por parte de Marc Blitzstein, que convirtió a Mackie Messer en Mack the Knife y supuso el definitivo éxito de la pieza a nivel mediático. Enseguida el tema fue versionado por las figuras musicales más importantes de la época, como Louis Armstrong (1956), Bing Crosby (1957) o Bobby Darin (1959). La versión de éste último se alzó en el nº 1 de la lista Billboard Hot 100 americana y le permitió ganar el Grammy a la Grabación del Año en 1960.

Bobby Darin interpretando Mack the Knife en 1959

Muchos artistas añadieron Mack the Knife a su repertorio, entre ellos Ella Fitzgerald, Frank Sinatra, The Doors o Sting, convirténdose en uno de los standards musicales más recurrente. En España, el tema fue primeramente versionado en 1959 por el barcelonés José Guardiola, la voz más famosa de la época. Tanto la versión de Guardiola como las obras de Gay y Brecht fueron la inspiración para un joven dibujante de Manresa llamado Ramón Tosas (conocido como Ivà) y muchos años más tarde, en 1984, creó el personaje de cómic Makinavaja que tanto éxito obtuvo en las páginas de la revista El Jueves. Makinavaja: el último choriso, representa al Macheath de todas las épocas, al antihéroe de los bajos fondos de cualquier ciudad capitalista que reflexiona sobre la mísera realidad que le rodea y aplica la justicia con los medios a su alcance, no siempre legales pero que el público aprueba por considerarlos legítimos. El Maki y sus compinches Popeye y Mustapha (guiño de Ivà a otra de las famosas canciones de Guardiola) tuvieron sus versiones en teatro, cine y televisión, en este último caso con un magnífico Pepe Rubianes en el papel del Macheath del Barrio Chino.

Makinavaja, el último chorizo, la última esperanza

Poder y Contrapoder

Otra versión conocida de Mack the Knife en español es la que realizó el músico panameño Rubén Blades en  1978, en ritmo salsero aunque respetando la estructura de acordes del original de Kurt Weill. Blades sitúa la acción en las calles de Nueva York y cambia el nombre de Mack a Pedro Navaja. Pero esta vez el autor pervierte por completo el espíritu del personaje, puesto que lo convierte en un criminal sin escrúpulos que asesina prostitutas por encargo, perdiendo así el aura de héroe que tanto respetaba el público. De hecho, la versión de Blades parece la respuesta del sistema a la crítica social lanzada por Gay y Brecht. En Pedro Navaja se advierte la consigna de que las cosas son como son y ningún justiciero vendrá a rescatar a las clases populares porque cada cual tiene lo que se merece:

[...] quien a hierro mata a hierro termina [...]
[...] como decía mi abuelita, quien de último ríe, se ríe mejor [...]
[...] si naciste pa' martillo del cielo te caen los clavos [...]

La Orquesta Platería y Pedro Navaja, como siempre mejorando el original

En definitiva, unas moralejas muy alejadas de la verdadera esencia de Mackie, Macheath o Sheppard y la realidad con la que les tocó enfrentarse. No es de extrañar, si tenemos en cuenta que Rubén Blades acabó "ejerciendo" el poder y las prebendas del mismo, llegando a ser ministro de su país natal. Blades, a pesar de autoproclamarse como azote de la corrupción, aprueba de facto las incongruencias del sistema y participa de él, todo lo contrario que la mayoría de personajes que conforman esta historia: Jack Sheppard, Jonathan Swift, John Gay, Berltolt Brecht, Ivà y Pepe Rubianes tienen en Macheath un nexo que les une, pero lo que verdaderamente comparten es el deseo de denunciar y socavar un sistema injusto utilizando sus propias contradicciones. Mack the Knife es un hilo conductor del anarquismo que seguirá vivo mientras haya gente que necesite robar para subsistir.

Mack the Knife, por Oscar Peterson Quartet en 1974

Lista Spotify con varias versiones de Mack the Knife:


Lista Spotify con varias versiones de Pedro Navaja (y de Makinavaja):


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Nunca caminarás solo


Aparte de conseguir títulos importantes, uno de los mayores sueños de un futbolista profesional es estar algún día en el túnel de vestuarios de Anfield Road esperando a disputar un partido en el mítico césped del Liverpool FC. Ese emocionante momento en el que, haciendo fila junto a compañeros y rivales, bajas las estrechas escaleras, miras arriba y tocas el cuadro rojo del escudo anfitrión justo donde pone This is Anfield y de repente la doble fila se detiene, se hace el absoluto silencio en los veintidós jugadores y notas un rumor lejano, acompañado de una lenta y suave melodía y entonces empiezas a temblar, sabes que es el momento que esperabas, que eres un jugador afortunado y que has de abrir tus sentidos porque quizás no vuelvas a vivir algo como esto. Se abre la puerta y ahí está. Te abofetea tan fuerte y tan maravillosamente que tiras la cabeza hacia atrás sonriendo mientras escuchas y te dejas llevar. No hay momento como ese, en el que 60.000 aficionados corean al unísono You'll Never Walk Alone.

Escena de la obra teatral Liliom en una representación de 1921

You'll Never Walk Alone es uno de los temas incluidos por Richard Rodgers y Oscar Hammerstein en el musical Carousel estrenado en Broadway en 1945. La obra es una adaptación de Liliom (1909), uno de los trabajos teatrales más exitosos del dramaturgo y novelista húngaro Ferenc Molnár. Después de que Fritz Lang la llevara al cine en 1934 en una producción francesa, la historia se hizo mundialmente conocida y llegó a Nueva York donde la máquina de hacer espectáculos la engulló y convirtió en una comedia musical de reconocido éxito. Y eso pese al extravagante argumento que proponía Hammerstein: Billy Bigelow, un pregonero de feria, se enamora de una usuaria del carrusel, Julie Jordan, a la que engatusa y lleva al altar. Pronto, Julie se da cuenta de que Billy no es un marido modelo, ya que éste deja el trabajo y comienza a alternar con la delincuencia. Pero cuando le anuncia que esperan un hijo, en Billy se empieza a abrir un halo de esperanza y cambia de actitud. Pese al cambio, no puede librarse de participar en un atraco en el que muere y llega al éter, donde se verá para siempre obligado a abrillantar las estrellas junto a otras almas en pena. Un día, el administrador del éter le muestra a la familia que ha dejado, Julie y su hermosa hija Louise. Ésta es inteligente y buena estudiante pero está estigmatizada por el pasado de su padre y vive amargada y encerrada en casa junto a su madre. A Billy le es concedido bajar al mundo de los vivos para inducir en su hija el orgullo y la esperanza que le falta para enfrentarse al futuro. Cumplida su misión retorna arriba a lucir las estrellas.

Escenas de la película Carousel, de Henry King (1956), con You'll Never Walk Alone

Después de dos años en Broadway, vinieron otros dos de gira por EE.UU. antes de saltar  el charco y recalar en Londres en 1950 donde permanecería un año y medio en cartel. Para entonces ya se había editado un álbum con versiones recortadas de las canciones de la obra (el tiempo de grabación de los vinilos no daba para abarcar todos los 18 temas en su integridad) entre las que destacaban The Carousel Waltz, Soliloquy, If I Loved You y You'll Never Walk Alone.

Cartel de la película Carousel (1956)

En 1956, Henry King llevó la obra al cine, con las interpretaciones de Gordon MacRae (Billy Bigelow) y Shirley Jones (Julie Jordan) con lo que la banda sonora de Hammerstein y Rodgers llegó a más público y se propagó por todo el mundo. Sin embargo, pese a contener unos extraordinarios temas musicales, la película se antoja plana y pesada y la interpretación de MacRae y Jones se hace excesivamente melosa y escasa de fuerza. Pero You'll Never Walk Alone tenía vida propia. Así lo entendieron músicos de primer orden a principios de los sesenta, como Judy Garland (1960), Doris Day (1962) o Frank Sinatra (1963). En Inglaterra, un grupo de Liverpool llamado Gerry and the Pacemakers la llevó a estudio en octubre de 1963, creando una versión beat bastante resultona que se alza con el número uno en las listas de singles de UK.


Gerry and the Pacemakers en la televisión británica

Gerry and the Pacemakers fue un grupo británico contemporáneo de The Beatles con los que tenía varias cosas en común. Ambos eran de Liverpool, ambos tenían a Brian Epstein como mánager y ambos obtuvieron un éxito absoluto con sus dos primeros singles en 1963. El 13 de abril, Gerry and the Pacemakers llega al top de la UK Single Chart con How Do You Do It? donde permanece 3 semanas hasta que From Me To You de The Beatles le arrebata el puesto. El 22 de junio los Pacemakers recuperan el top gracias a I Like It, pero Lennon y McCartney se reponen y atacan con She Loves You. Esta alternancia inicial da una idea de la magnitud que estaba alcanzando la movida beat en el panorama musical británico. Sabemos, con posterioridad, quien fue el que se llevó los méritos de aquella explosión creativa, pero en un rincón de Liverpool llamado Anfield en ese momento las cosas no se vieron tan claras.

Gerry and the Pacemakers, estrellas beats de Liverpool

El Liverpool FC es uno de los equipos más laureados del fútbol inglés. Cuenta con 50 títulos nacionales (entre ellos 18 ligas y 7 Copas FA) y 11 internacionales (a destacar 5 Champions y 3 UEFAs) pero en otoño de 1963 el palmarés de los reds no era tan brillante. De hecho hacía una temporada que habían ascendido de nuevo a la First Division después de una oscura travesía en el desierto de Segunda durante 8 años. El descenso fue traumático para un club que presumía de 5 ligas y que siempre había jugado en Primera desde 1896. El nuevo entrenador, Bill Shankly, renovó el equipo por completo y le dio unos aires con los que la afición más leal y comprometida del fútbol mundial podía comenzar a soñar. Esta afición tiene una particularidad difícil de encontrar en otras gradas. Desde siempre, los hinchas reds han llevado por bandera una respetuosa forma de animar a su equipo singular hasta en los más mínimos detalles: jamás insulta al contrario, aplaude a los jugadores que brillan aunque sean rivales, nunca va en contra de sus jugadores aunque hagan un pésimo partido y no abandonan el estadio sea cual sea el resultado hasta el pitido final. Con estos mimbres de fair play y de apoyo incondicional era lógico que al inicio de la temporada 63-64, el Liverpool FC afrontara el futuro con mejores perspectivas. Nunca caminarían solos.

La afición del Liverpool en 1963 antes de un partido

Antes de comenzar los partidos era habitual que por la megafonía de Anfield Road sonaran los hits del momento en orden ascendente. No es difícil imaginar que tanto The Beatles como Gerry an the Pacemakers amenizaban las previas del inicio de aquella temporada. Durante todo noviembre el número uno en las listas fue You'll Never Walk Alone y ese mes acabó con el Liverpool FC en lo más alto de la tabla de primera división por lo que en el momento más dulce, en el momento más ilusionante, el público red veía salir a los de Shankly a los compases de Gerry and the Pacemakers, así que la grada asoció la canción al éxito del equipo y no la abandonó hasta el final de temporada. Ya podían The Beatles colocar todos los hits que quisieran en el número uno mundial si hacía falta, que los red tomaron You'll Never Walk Alone como un integrante más de la plantilla y jamás la dejaron. Ese año el Liverpool FC ganó la liga y comenzó un camino de éxitos que pocos equipos han podido igualar.

El Liverpool FC de Bill Shankly, campeón de liga 1963-64

You'll Never Walk Alone se convirtió así en el himno oficial del club, de obligada emisión por megafonía en Anfield Road antes de que los jugadores salten al campo. El público acompaña la voz del cantante Gerry Marsden hasta que el encargado de sonido oye que los sueños se rompen en pedazos. Entonces cierra el micro y todo el estadio, a una sola voz, entona los dos versos finales de una forma tan solemne que eriza los vellos hasta del jugador más curtido. La emoción máxima del futbolista y aficionado al deporte rey.


La afición del Liverpool FC cantando el himno no oficial del club

Como himno, la canción ha sido adoptada oficiosamente por varias aficiones europeas. Entre ellas, la de otro equipo británico, el Celtic FC de Glasgow, que rivaliza con los reds en solemnidad protocolaria y en sentimiento a la hora de cantarla. Y no es de extrañar, dado el sentido de la letra compuesta por Oscar Hammerstein:
Cuando camines a través de la tormenta
mantén la cabeza alta
y no temas por la oscuridad;
Al final de la tormenta encontrarás la luz del sol
y la dulce y plateada canción de una alondra.
Sigue a través del viento,
sigue a través de la lluvia,
aunque tus sueños se rompan en pedazos.
Camina, camina, con esperanza en tu corazón,
y nunca caminarás solo,
nunca caminarás solo.
Camina, camina, con esperanza en tu corazón,
y nunca caminarás solo,
nunca caminarás solo.

Gerry Mardsen canta junto a las aficiones del Celtic y Liverpool en un encuentro de Champions en 2003

Una llamada a no rendirse, a continuar en la brecha pase lo que pase, superando la adversidad con la mirada puesta en el futuro. Ni un paso atrás. Quien cumple esta máxima está condenado a triunfar, tarde o temprano.



Lista Spotify con varias versiones de You'll Never Walk Alone:


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