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¡Oh, Sublime Suerte!



En las últimas décadas hemos asistido a una difusión desmesurada de los llamados "libros de autoayuda". Estos manuales de desarrollo personal, de mucho predicamento en los países anglosajones, pretenden ayudarnos a alcanzar la felicidad personal mediante infalibles recetas de comportamiento o metáforas ejemplarizantes. Mucho se ha hablado de si estos libros realmente funcionan o si, por el contrario, no hacen más que constatar lo complicada que es la vida en sí misma y lo azaroso que se hace enfrentarse a ella con tan sólo lo que llevamos puesto. Sin entrar a valorar la eficacia de tan extensa bibliografía -bastaría con echar un vistazo a las cuentas corrientes de sus autores para darse cuenta del éxito que atesoran- sí es interesante evidenciar que su popularidad es reflejo de la lenta pero patente desaparición de la religión de nuestra concepción moral. De hecho, todos los volúmenes publicados, aun camuflados tras pátinas de disciplina oriental o pseudocientíficas, se basan en una única y esencial idea: la solución a nuestros problemas está en lo más profundo de nosotros mismos y el hecho de descubrirla y beneficiarse de ella es una cualidad personal para la que no es necesaria intervención externa alguna, ni siquiera la de un dios por más todopoderoso que éste sea. En la época en la que la religión dominaba todos los aspectos del comportamiento social y humano, nuestros actos estaban constantemente en tela de juicio, con una probabilidad estimable de caer por la banda del pecado. Pero salir de sus fauces no era una labor al alcance de nuestras insignificantes almas; la redención era sólo posible mediante un elemento indispensable e inspirado por la voluntad de Dios: la gracia. Sólo por la gracia divina el pecador era capaz de cambiar su vida, obtener la autoestima suficiente y regresar al redil de la fe y los buenos actos. Sin embargo, a medida que nos deshacemos del corsé teológico, el nuevo ser humano, ya libre y autosuficiente, descubre que la gracia es totalmente innata, está en su propia naturaleza y que para liberarla es necesario tan sólo la inspiración adecuada. Aunque ésta provenga de un afortunado giro de los acontecimientos. De un buen o mal golpe de suerte, vamos. A riesgo de que este artículo se asemeje a uno de esos textos de autoayuda, vamos a hablar de un claro ejemplo de lo fácil que resulta confundir el origen de tu suerte cuando crees que hay alguien por encima de ti que reparte las cartas.

El reverendo, antes bala perdida, John Newton

John Newton (1725-1807) fue el autor del himno religioso titulado Amazing Grace. Nació cerca de Londres, en casa de un exitoso comerciante naviero y de una devota cristiana que falleció de tuberculosis cuando el niño apenas contaba con seis años. La educación del pequeño John, desatendida por un padre ausente y una madrastra hostil, se nutrió de una abanico de malos tratos y constantes idas y venidas de turbios internados. Con once años y un historial de displicencia abultado, es rescatado por su padre y enrolado en la Royal Navy con recomendaciones. Pero la actitud del grumete, lejos de ser ejemplar, confirmó los peores presagios. Constantes deserciones, rebeliones e insolencias, sancionadas con humillaciones públicas y castigos físicos, atestaban su hoja de servicios. La fama de pendenciero del joven John Newton llegó a las altas esferas de comandancia que le transfirieron a un destino más acorde con su conducta: Un barco esclavista. Ahí comenzó una tenebrosa carrera como traficante de humanos graduándose cum laudem, con doctorado incluido en obscenidad y vileza. Las faltas de disciplina y respeto por el capitán y los mandos continuaron en aumento, llegando a estar encarcelado en la bodega, lleno de cadenas y castigado a inanición. Fue su primer coqueteo serio con la muerte y quién sabe por qué fue indultado. Lo cierto es que le desembarcaron en un puerto de Sierra Leona y le obligaron a trabajar en una plantación, tratado cual esclavo como los que él mismo transportaba. Se las apañó para poder informar a su padre de la triste suerte que sufría y antes de que sus nuevos compañeros dieran cuenta de él,  fue rescatado gracias a los hilos de su progenitor y enrolado en otro barco negrero, el Greyhound, donde recuperó la fama y sus habituales malos modos. Muy dado tanto a la botella como a la blasfemia, gustaba de cantar poemas zafios e insultantes a todo bicho viviente, capitán incluido. Pero su bravuconería tendría un fin de fiesta de manual un día de 1748, cuando una terrible tormenta pilló al Greyhound en alta mar y puso a la tripulación ante las mismas puertas del infierno. Tras horas achicando agua, viendo cómo otros marineros caían al mar y completamente exhausto, logró atarse a la bomba de achique no sin antes clamar al cielo en voz alta, implorando a Dios piedad y la redención de su alma. Una vez pasada la tormenta, con el barco y su vida a salvo, permaneció más de once horas reflexionando en aquellas súplicas lanzadas al viento y el resultado final del incidente. La obsesión por la frase le sumió en un desconcierto vital absoluto. ¿Merecía la gracia de Dios después de tantos años esquivándole, de tanto tiempo renegando de la fe, burlándose de los creyentes? Del acto de constricción dedujo que si había salido ileso de todas las peripecias vividas era por que el altísimo le había enviado un irrefutable mensaje de salvación y lo que para cualquiera de nosotros hubiera significado una simple y llana buena racha, para John supuso la prueba de que disponía de la gracia divina y que debía de responder cambiando radicalmente de vida.

El transporte marítimo de esclavos, un negocio tan lucrativo como horroroso

Se compromete en matrimonio con Mary Polly Catlett y se enrola en otro barco esclavista (era su negocio y en la época estaba muy bien considerado) pero modera por completo su lenguaje y su comportamiento. Tras una grave enfermedad que vuelve a dejarle camino del otro barrio, revive con más energías, alimentadas por la idea de estar tocado por la varita del pecador arrepentido y que su cambio de actitud ante la vida y ante la religión acreditaba la llamada del Señor. Finalmente, en 1756, se casa y abandona el comercio naval, estableciéndose en Liverpool como agente de aduanas, oficio que compagina con estudios de teología y vínculos cada vez más estrechos con la comunidad religiosa de la zona. Intenta predicar pero el obispo le veta por situarse cerca del evangelismo y el metodismo. Escribe una breve biografía dando a conocer sus experiencias con el pecado y su posterior reconversión que llega a las manos de George Legge, conde de Dartmouth. Éste inicia una campaña de promoción en Lincoln que culmina con la ordenación de John Newton como párroco de la localidad de Olney en 1764. Junto a otro pecador redimido, el fracasado escritor William Cowper, comienza un tipo de catequización peculiar, más próxima a los feligreses y con lenguaje más cercano y reconocible de lo que habitualmente se estilaba. Las reuniones semanales de oración terminaron por ser muy populares en el condado y su praxis pronto se extendió a buena parte del país dentro de la incipiente comunidad evangélica. Newton y Cowper elaboraron una lista de himnos de creación propia, basados en salmos bíblicos y otros cánticos anteriores de teólogos como Isaac Watts o Charles Wesley, fundador éste último del metodismo. Los himnos eran la base principal de los oficios religiosos implementados por Newton, que preparaba con meticulosidad cada uno de ellos en función de su contenido e idoneidad para cada encuentro. El día de Año Nuevo de 1773 presentó a la audiencia Amazing Grace (Sublime Gracia) donde resumía toda su doctrina vital y la extendía a toda la congregación:

Amazing Grace! How sweet the sound
That saved a wrecht like me!
I once was lost but now I'm found
Was blind but now I see

¡Sublime Gracia! ¡Qué dulce sonido
que salvó a un pecador como yo!
Estuve perdido pero me encontré,
estaba ciego pero ahora veo

El poema se publicó junto al resto de obras de la pareja Newton-Cowper en 1779 bajo el nombre de Himnos de Olney y mucho se ha hablado de su originalidad real, ya que cánticos anteriores de Watts (Amazing Pity! Grace unknown!) y Philip Doddridge (Amazing Grace of God on high!) ya mostraban elementos reconocibles en los versos de Newton. Pero fue lo conciso y claro del mensaje del pecador converso, relacionando sus propias experiencias con la parábola del hijo pródigo o el Evangelio de Juan, lo que hizo mella en la feligresía convirtiéndose a la larga en el himno religioso más importante de la comunidad protestante británica. Sin embargo, donde tuvo un predicamento mayor fue en las lejanas excolonias americanas. En la última década del siglo XVIII se reedita en multitud de cancioneros utilizados por congregaciones de baptistas y reformistas holandeses de la costa Este, debido a la coincidencia de mensaje que predica. Coincidiendo con el fenómeno religioso conocido como Segundo Gran Despertar (a principios de XIX) el himno vuelve a coger impulso en las comunidades presbiteriana y metodista del medio-oeste. Ese resurgimiento cristiano, tan extenso en el tiempo como intenso en todos los aspectos de la vida social, era la única tabla de salvación a la que se podían aferrar las poblaciones rurales empobrecidas y analfabetas de las nuevas tierras conquistadas. Allí, donde las trampas, peligros y esfuerzos mal recompensados estaban a la orden del día, es donde Amazing Grace gana un significado literal y sirve de emblema a los nuevos movimientos religiosos, incluyéndose en la horda de fieles seguidores a la sufrida comunidad negra, esclavizada y necesitada de la gracia divina.

Las reuniones religiosas eran al aire libre y en forma de hemiciclo, creando vínculos de comunidad

En aquella época los salmos se entonaban a través de unas pocas y recurrentes melodías. Servían de comodín para todo, de manera que una comunidad podía cantar todo un amplio repertorio de himnos y poemas con muy poca preparación musical. De todas maneras, para facilitar las cosas, los norteamericanos inventaron un sistema de notación musical llamado shape note, consistente en asignar un símbolo geométrico a cada tono de manera que el lector pudiera interpretar rápidamente la nota independientemente de su posición en el pentagrama. Con esta sencilla fórmula se ponía la cultura musical al alcance de la gran mayoría de la población, básicamente analfabeta. Las congregaciones, reunidas al aire libre y cantando a capella, podían entonar cualquier cosa que el predicador les presentara con un mínimo de preparación, algo que universalizaba el acto religioso y se identificaba con la democracia que el país estaba construyendo.

Pentagrama de Amazing Grace/New Britain en notación shape note (The Sacred Harp, 1844)

Está documentado que hacia 1808, Amazing Grace se cantaba sobre la melodía Harmony Grove, una de esas tonadas comodines habituales. Pero también se sabe que circulaban hasta veinte versiones distintas del salmo de Newton elaboradas sobre diferentes melodías, según la congregación o localidad. En 1835, William Walker edita un cancionero en lenguaje shape note titulado Southern Harmony en el que figura Amazing Grace asociado al cántico New Britain, una balada tradicional escocesa muy conocida por los descendientes de antiguos colonos británicos de Kentucky y Tennessee. New Britain era en realidad una compilación de dos melodías muy similares: Gallaher, armonizada por Benjamin Shaw y utilizada por la comunidad metodista y St. Mary, de Charles Spilman y base de gran parte de los salmos de Isaac Watt. Para comprender la enorme popularidad que disfrutaba este tipo de música a mediados del siglo XIX basta con saber que el cancionero de Walker llegó a vender alrededor de 600.000 copias en un país que entonces contaba con  veinte millones de almas.

William Walker, dio cuenta del uso de New Britain como soporte a Amazing Grace

La identificación total de Amazing Grace con New Britain vino de la mano de Benjamin Franklin White, que en 1844 publicó un nuevo cancionero llamado The Sacred Harp, colección que alcanzaría el carácter de "oficial" en los círculos religiosos. Esto fue fundamental para que quince años más tarde, durante la Guerra Civil, se popularizara la tonada en los estados del norte gracias a su inclusión en los pequeños libros de canciones (Hymn for the Camp y The Soldier's Hymn Book) que se repartían entre los soldados junto al Nuevo Testamento. Tras la contienda, a la fiebre de incondicionales de la canción se unió una legión de esclavos liberados por todo el país que adoptaron el texto de Newton como un himno de emancipación, identificando el pecado con el cautiverio y alabando a Dios por la gracia concedida.

The Original Sacred Harp Choir fueron los primeros en grabar Amazing Grace, en 1922

A finales del XIX New Britain se consolida como la melodía oficial de Amazing Grace pese a que en varias congregaciones como la baptista se prueban otras tonadas, algunas de las cuales llegan a tener cierto éxito. Tal fue el caso de Arlington, una obra del compositor inglés Thomas Augustine Arne, de mediados del XVIII, y que aún hoy algunos artistas utilizan como alternativa a la versión oficial. Ya en la era del gramófono y la radio, Amazing Grace comienza a salir del ámbito religioso y se convierte en un recurso coral más de los grupos que intentan salir a flote en el mundo del negocio musical. La primera grabación corrió a cargo de The Original Sacred Harp Choir en 1922 a través de Brunswick Records, compañía que había creado un sello discográfico específico para recopilar temas incluidos en el cancionero de Benjamin White. En 1926, el reverendo J. M. Gates grabó una serie de sermones que conservaban el aire original de los oficios religiosos del siglo anterior y en los que se incluían unas maravillosas versiones de Amazing Grace tal y como se cantaban primitivamente.

Uno de los oficios del reverendo J. M. Gates en 1926, a la manera decimonónica

En 1930, Fiddlin' John Carson & His Virginia Reelers graban la primera versión con acompañamiento musical (guitarra, banjo y dos violines) aunque no con la melodía New Britain sino con At The Cross, otra socorrida composición de Hugh Wilson datado en el año 1800. La década de los treinta es muy prolífica en grabaciones del tema gracias al trabajo de campo del gran investigador Alan Lomax, pero hay que esperar a 1947 para disfrutar de la primera "versión seria" a cargo de la gran cantante de gospel Mahalia Jackson.

Mahalia Jackson, la reina del gospel que introdujo Amazing Grace en la cultura pop del siglo XX

Años más tarde la comunidad negra ha de volver a luchar por sus derechos para poder alcanzar la libertad plena y, entonces, Amazing Grace se convierte en bandera del incipiente movimiento social. Durante la guerra del Vietnam el canto ya se identifica plenamente con la reivindicación de gran parte de los norteamericanos por un mundo mejor y más justo. Sobreponerse a la opresión, recuperarse de las dificultades, salir del pozo del desasosiego con la autoestima bien alta era el mensaje que necesitaban las nuevas generaciones y la canción era capaz de transmitirlo. Por ello cautivó a numerosos artistas comprometidos con la lucha social, ya fueran congregacionistas o ajenos por completo a la iglesia, como Arlo Guthrie, Joan Baez o Judy Collins.

Judy Collins utilizó la canción como arma contra la guerra del Vietnam en 1970

Sobre la versión de esta última y abundando en la confusión sobre el origen real de la melodía New Britain, la Royal Scots Dragoon Guards (un regimiento escocés que desde 1946 dispone de una banda profesional de gaiteros) grabó una lectura propia de éxito mundial y gracias a la cual la mayoría de la gente identificará Amazing Grace con el folk británico. Las gaitas escocesas permanecieron en el primer puesto de la lista UK Charts durante 24 semanas y lograron el nº 11 en Estados Unidos, llegando al disco de oro en 1977 en los países de la Commonwealth.

Los dragones escoceses a lo suyo, arropados por otras bandas militares

Pero independientemente de las estridencias desgarradoras de los voluntariosos gaiteros de Edimburgo, Amazing Grace es sin duda el canto a la esperanza en la tragedia, la llamada a buscar en nuestro interior el clavo ardiendo al que agarrarnos para salir de la angustiosa realidad. Quizá sea así, que sólo necesitemos indagar en nuestra mochila para encontrar esa brújula que nos guiará en el camino correcto. O tal vez sea verdad que se trata de la obra de un dios que insufla su voluntad para rescatarnos del pecado, como creía el otrora pendenciero John Newton. Aunque esa gracia divina nos venga disfrazada de un golpe de buena suerte, como fue el caso.


Lista Spotify con varias versiones de Amazing Grace:



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Dios nos salve del futuro


Al caer la noche del 7 de junio de 1977 una barcaza remonta el río Támesis desde el Puente de Londres. Al pasar por los muelles de Westminster, muy cerca del Parlamento británico, un ensordecedor escándalo surge de la embarcación al tiempo que se encienden varios focos cegadores. A bordo se encuentran, además de varias decenas de borrachos con ganas de brega, un grupo de músicos punk que comienzan a tocar con toda la mala baba posible mientras multitud de personas se agolpan a la orilla del río para ver qué es aquel extraño concierto que perturba la calma nocturna. Es la víspera de la Reunión de Jefes de Gobierno de la Commonwealth, una de los más importantes ceremonias encuadradas en los actos del Jubileo de Plata de la Reina Isabel II. Así que, en cuestión de minutos, la barcaza es abordada por lanchas de la policía y se monta una importante trifulca que acaba con la detención de varios tripulantes, entre ellos, el organizador del concierto fluvial, Malcolm McLaren. Pero antes de que los agentes de Su Majestad detengan la barca, el grupo tiene tiempo de tocar con toda la intensidad y rabia posible la canción que motiva aquel desafío: Las casas del Parlamento de Inglaterra escuchan claramente como los Sex Pistols interpretan God Save The Queen, su tema más maldito en el lugar más sagrado.

God Save The Queen, el himno oficial de los... Sex Pistols

God Save The Queen supuso la coronación definitiva del movimiento punk al transgredir el sancta santorum de la sociedad británica: la monarquía. Los Sex Pistols habían jugado anteriormente al borde de la línea roja de lo políticamente aceptable por el establishment de la época, pero cuando el 25 de mayo de 1977 consiguen sacar al mercado el single con la carátula de Isabel II, una bomba de cien megatones estalló en pleno corazón de la City. La propuesta de los pupilos de McLaren sobrepasaba los límites de lo tolerable y, además, en plena celebración del aniversario de la Corona. No sólo por "versionar" el himno oficial del Reino si no por los insultos vertidos a su titular.

Dios salve a la Reina, a su régimen fascista.
Hace de ti un idiota, una bomba de hidrógeno en potencia.

Dios salve a la Reina, ella no es ningún ser humano.
No hay futuro en los sueños de Inglaterra.

Que no te digan qué tienes que hacer,
que no te digan qué necesitas
No hay futuro, no hay futuro para ti.

Dios salve a la Reina, lo decimos en serio, tío.
Amamos a nuestra Reina; Dios la salva.

Dios salve a la Reina, porque los turistas son dinero,
y nuestra figura decorativa no es lo que parece ser.

Oh, Dios salve a la Historia, Dios salve a tu loco desfile.
Oh, Señor, Dios tiene clemencia. Todos los crímenes se pagan.

Cuando no hay futuro, cómo puede haber pecado.
Somos la flores en la basura, somos el veneno en tu máquina humana.
Somos el futuro. Tu futuro.

[Dios salve a la Reina, lo decimos en serio, tío...]
No hay futuro, no hay futuro para ti.
No hay futuro, no hay futuro para mí.


Sid Vicious, Johnny Rotten, Paul Cook y Steve Kones, la formación más conocida

Los Sex Pistols tuvieron su embrión en The Strand, un grupo sin grandes pretensiones formado por el guitarrista y cantante Steve Jones a principios de los setenta. Tocaban un estilo llamado pub rock, una evolución tardía del garage británico de mediados de los sesenta, aderezado con fuertes dosis de rock and roll simple y alejado del virtuosismo del rock psicodélico y del rock sinfónico. Frecuentaban ambientes rebeldes del barrio de Chelsea, donde predominaban las doctrinas anarquistas y situacionistas, muy revalorizadas tras las revueltas juveniles de mayo del 68. El principal lugar de reunión de Steve Jones y los suyos era la tienda de ropa SEX, regentada por Malcolm McLaren y Vivienne Westwood. Esta tienda estaba especializada en el look rocker motero, muy popular en los seguidores del pub rock que se identificaban con la imagen de los primeros grupos rockers de finales de los cincuenta. La dependienta principal, conocida como Jordan, causaba sensación entre la clientela por su innovadora forma de vestir y peinarse, muy al estilo sadomasoquista, marcando una tendencia a la postre vital en el futuro movimiento punk.

Pamela Rooke, más conocida como Jordan, dependienta sui generis de la tienda SEX

En 1974 McLaren se hace mánager de The Strand y ficha a Glen Matlock como nuevo bajista. Después de regresar de un viaje a Nueva York, donde grupos como New York Dolls o Television estaban creando el germen del punk americano, se implicó con determinación en la carrera de sus pupilos y convenció a Jones de contratar un cantante que reflejara fielmente la nueva estética del movimiento. No necesitaban una gran voz, sólo querían que no tuviera el pelo largo y no vistiera como un hippie. Se presentó un tipo llamado John Lydon, con el pelo corto y teñido de verde, con una camiseta sucia y rota estampada con el lema "Odio a Pink Floyd". Fue suficiente. Cumplía todas las expectativas, no sólo por la imagen sino por su carácter marcadamente contestatario. Steve Jones rebautizó a Lydon como Johnny Rotten por su maloliente aliento y refundó The Strand, que pasó a llamarse QT Jones And His Sex Pistols, abreviado más tarde a Sex Pistols.

Así terminaban los conciertos de Sex Pistols. Haciendo amigos

Los primeros bolos de Sex Pistols cosecharon lo esperado. Eran incapaces de completar un concierto sin que terminara como el rosario de la aurora o sin que otros grupos les desconectaran los amplificadores para detener su diabólico volcán de sonido. El primer recital de cierto éxito llegó el 12 de febrero de 1976 en el Club Marquee, sin que se despejaran dudas sobre el compromiso de Rotten de cumplir las mínimas normas de civismo: al final de la actuación, el cantante arrojó al público todo lo que estaba al alcance de su mano, incluida a la partenaire habitual del grupo, la célebre Jordan.

Una de sus primeras actuaciones en TV, con Jordan dando patadas a los amplificadores

En octubre consiguen firmar con EMI para sacar al mercado su primer sencillo, Anarchy In The U.K. En este tema se daban cita todas las doctrinas aprendidas en la trastienda de McLaren y Westwood y constituía la tarjeta de presentación del movimiento punk en Gran Bretaña, alcanzando un sorprendente puesto 38 en la lista UK Singles Chart. La promo del single no defraudó a sus seguidores, pues continuaron los escándalos tanto en giras como en actuaciones televisadas en directo. Para colmo, el grupo se reafirmó en la polémica al despedir en 1977 a Matlock por considerarle poco punk (había confesado escuchar a The Beatles, algo imperdonable para Rotten y Jones) y sustituirle por un nuevo vendaval incontrolable: Simon Ritchie, más conocido con el elocuente apodo de Sid Vicious. Heroinómano y buscapleitos, Sid era una vuelta de tuerca más a la imagen demoledora que la audiencia tenía de los Sex Pistols. Inventó el baile pogo, típico de los conciertos punk, con lo que puso un argumento más para que se identificara al género con el descontrol y la violencia gratuita.

Sid Vicious, un agitador dentro y fuera del escenario

Y, entonces, la carrera de Sex Pistols llegó al punto culminante con God Save The Queen. En marzo de 1977 fichan por A&M Records, discográfica dispuesta a soportar la polémica a cambio de buenos royalties. Con el tema ya grabado y 25.000 copias dispuestas a salir al mercado, grupo y compañía escenifican la firma del contrato en una reunión que sería recordada como el culmen del escándalo, con agresiones sexuales a secretarias, peleas por los pasillos y drogas y alcohol a mansalva. A&M no espera ni una semana más, rompe el compromiso con Sex Pistols y destruye las copias para alivio de las autoridades. Pero esto no fue más que una demora. En mayo son contratados por Virgin que les producen el disco pese a las protestas de los trabajadores de la fábrica de prensado, conocedores de la letra que están a punto de publicar. El día 27 de ese mes, God Save The Queen sale a la venta frente a una marea general de indignación. El veto de las principales tiendas musicales, de la BBC y del resto emisoras de radio británicas, convirtieron al tema en el más censurado de la historia. Pero McLaren y los suyos no se amilanaron y continuaron con la campaña de promoción, coincidiendo con el Jubileo de Plata de la Coronación real. A la semana del episodio del Támesis, God Save The Queen alcanza el puesto número 2 en la UK Singles Chart, contra todo pronóstico y contra todo deseo de la pacata sociedad británica, insultada en lo más sagrado: la corona y su himno nacional.

El concierto en el Támesis para celebrar el Jubileo de la Reina Isabel II

El himno oficial del Reino Unido es God Save The Queen (King cuando el soberano es varón) y tiene una historia muy curiosa que por sí sola echaría por tierra esa sacralidad que los ingleses le presumen. El origen de esta cantata está en la Francia del Antiguo Régimen, durante el reinado de Luis XIV -el famoso Rey Sol-. En 1686 el rey no pasaba por sus mejores momentos. Hacía años que padecía una fístula anal que prácticamente le incapacitaba para ejercer el gobierno del país. Sometido a dolorosos tratamientos de dudosa eficacia, Luis dice basta y pide a su cirujano personal que acabe de una vez por todas con su sufrimiento cortando el problema de raíz, literalmente. Extirpar hemorroides es algo novedoso al tiempo que arriesgado, pues ni siquiera el primero de los franceses está libre de las infecciones que tal carnicería podría provocar. Toda la corte permanece en vilo hasta que el médico confirma el éxito de la operación y el total restablecimiento de su majestad. Francia entera se echa las calles para festejar la buena noticia y se suceden las muestras de júbilo mediante obras teatrales, poemas y cánticos, perpetrados por advenedizos cortesanos deseosos de figurar. Como la duquesa de Brinon, superiora de la Maison Royale de Saint Louis (un internado para señoritas nobles venidas a menos), que compone un motete basado en los Salmos del Rey David. Al año siguiente Jean-Baptiste Lully, el compositor favorito de Luis XIV y director de la Real Academia de Música, reúne en un Tedeum varias de las composiciones dedicadas a agradecer a dios la curación del rey e incluye el motete de Madame Brinon bajo el título de Grand Dieu Sauve Le Roi, haciendo varios arreglos de cosecha propia que confieren a la obra la forma que hoy en día conocemos.

La original Grand Dieu sauve le Roi, de Brinon/Lully (1686)

La tonada es celebrada y muy popular, convirtiéndose en la representación no oficial de la monarquía durante el resto del reinado de Luis XIV. Georg Friedrich Händel, en su vista a París en 1714, queda impresionado por el entusiasmo que el himno cosecha en todos los estratos sociales de Francia. Cuando ese mismo año es llamado a Londres para componer la banda sonora de la coronación del rey Jorge I, no se le ocurrió otra cosa que echar mano de la obra de Lully adaptando la letra al inglés. Desde entonces, y al igual que en el reino vecino, la cantata se convierte en el himno oficioso del país, no refrendado por el Parlamento pero cantado en todas las ceremonias donde el soberano hace acto de presencia. Después de las Guerras Napoleónicas, cuando en Europa se restauran las monarquías absolutas, éstas adoptan God Save The King como himno particular. Así, tanto el Imperio Ruso (Molitva Russkikh, desde 1816 a 1833) como el Alemán (Heil dir im Siegerkranz, desde 1871 a 1918) y después monarquías tan variopintas como Noruega (Kongensangen, desde 1906) y Liechtenstein (Oben am Jungen Rhein, a partir de 1951) lo declararon himno oficial. Hoy en día, es representativo de los países de la Commonwealth, que tienen a la reina británica como jefe de estado (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Jamaica, etc.) Curiosamente, dos países sin monarca como son Suiza (Rufst Du, Mein Vaterland, de 1850 a 1961) y los Estados Unidos (My Country, 'Tis Of Thee, hasta 1931), tuvieron esta tonada como himno nacional en determinado momento de su historia aunque, claro está, con la letra totalmente modificada.


El himno británico y de muchos otros países

Después de God Save The Queen, los Sex Pistols deciden publicar su primer álbum, llamado Never Mind The Bollocks, Here's The Sex Pistols, según la revista Rolling Stones el disco más excitante del rock de los años setenta. A pesar de ser más un recopilatorio de sencillos anteriores que un trabajo novedoso, el álbum continuó siendo una provocación total, con groserías hasta en el mismo título, y recabó la protesta explícita del mismísimo ministro de educación. De nada le valió a éste emprender una campaña de boicot contra el álbum, prohibiendo anuncios o presionando a las tiendas para censurar su venta. En diciembre de 1977, Never Mind The Bollocks se convirtió en el número uno en ventas en las listas británicas, poniendo al punk en la cúspide del panorama musical. Sin embargo, poco imaginaban Malcolm McLaren y los suyos que esa bomba de relojería ya tenía la mecha encendida y le quedaba menos de un mes para estallar por los aires. 1978 comenzaba con los Sex Pistols de gira por el profundo sur de Estados Unidos. Se buscaron a propósito actuaciones en locales frecuentados por rednecks de extrema derecha, garitos que acababan con el mobiliario hecho añicos. En esta gira Sid Vicious sacó lo peor de su repertorio y terminó en numerosas ocasiones entre rejas. Iba tan pasado de vueltas que Johnny Rotten, que no era precisamente un dechado de virtudes, decidió que ya había bastante y abandonó la gira volviendo a Londres. Sin Rotten el grupo continua unos meses más en los que Sid se hace con el micrófono, grabando My Way y alcanzando un meritorio sexto puesto en la UK Singles Chart. A finales de 1978 los Sex Pistols ya no existen; Rotten y Sid inician sus carreras en solitario, el primero recuperando su nombre original (John Lydon) y el segundo afincándose en Nueva York y compartiendo escenarios y jeringuillas con Nancy Spungen. El 2 de febrero de 1979 Sid Vicious murió por una sobredosis de heroína confirmando el mensaje de God Save The Queen: que no había futuro alguno y, menos, para el punk.

Sex Pistols, una intensa y corta historia de provocación y protesta

La reina Isabel II tiene por costumbre no cantar nunca God Save The Queen. Quizá sea mal augurio pedir a Dios por su salvación personal, quién sabe. El caso es que por el tiempo que lleva reinando y por la buena salud que aparenta, podríamos decir que Dios ha hecho caso de las plegarias de los británicos, ya sea a través de la tonada de Lully o de las guitarras de Sex Pistols. De momento el futuro es incierto para muchos británicos aunque quizás para su hijo Carlos sea un poquito más oscuro.

Lista Spotify con varias versiones de God Save The Queen:


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