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Podrás cantar cualquier cosa
Cuando van mal dadas la gente suele refugiarse en la familia. Es el recurso por excelencia de muchos y la última bala de algunos. Algo debe tener la sangre para que perdone discordias, esquive riesgos y cobije esperanzas tan fácilmente, sin esperar nada a cambio. Será nuestra naturaleza de sujeto tribal, concepto angular de la sociedad humana. O quizá nos pasa como a los animales que al sentirse cerca del fin buscan aquellos lugares más íntimos para desprenderse de la vida de la forma más digna, lejos de la furtiva mirada de los demás. Puede ser que, como ellos, veamos en la intimidad de la familia el lugar donde reside gran parte de nuestra dignidad, esa fuente de autoestima que necesitamos cuando las cosas se nos tuercen y no vemos la luz del túnel. El caso es que todos conocemos casos -si no queremos ponernos a nosotros mismos como ejemplo- que refrendan la teoría de que no hay mejor paraguas que la propia estirpe. Y más aún en épocas de crisis tan profunda como la que vivimos: nietos que regresan al calor de la pensión de los abuelos o hijos que sacrifican su futuro por darles un presente a sus padres. No es necesario explicarlo. Como tampoco es necesario explayarse en por qué las familias más numerosas tienen ante sí un paisaje más llevadero que otras, pues los recursos de muchos son el bálsamo de algunos. El ejemplo más claro de esto último es la atribulada historia de la familia Trapp, esa nutrida prole austríaca famosa por ser protagonista de la película The Sound Of Music (conocida en España como Sonrisas y Lágrimas y en Latinoamérica como La Novicia Rebelde)
Maria Augusta Kutschera, la verdadera baronesa von Trapp
La historia de los Trapp es la historia de Maria Kutschera. Nació en 1905 en un tren entre el Tirol y Viena, en algún lugar de un imperio anacrónico a punto de estallar en mil pedazos y a los dos años fue confiada a la tutela de sus tíos, unos convencidos socialistas de la capital. Una década después, la Gran Guerra acaba con las estructuras de un estado podrido no sin antes llevarse por delante a más de un millón de súbditos. En este ambiente de colapso social, en una posguerra cruel y desalentadora, la joven Maria se refugia en la religión católica tras asistir a una persuasiva conferencia de un jesuita en el Colegio Público para la Educación Progresista en el que sus tíos la habían matriculado. Imbuida de una espiritualidad algo impostada, Maria decide ingresar en el convento benedictino de Nonnberg, en Salzburgo, donde permanecería dos años como novicia hasta que, de nuevo, su vida da un giro inesperado al leer el tablón de anuncios de la hermandad. Allí, un apremiante mensaje solicitaba una cuidadora para la hija del oficial de Marina Georg Ludwig von Trapp, aquejada de reúma y que no podía asistir al colegio con regularidad. Una vez en Villa Trapp, Maria se encontró con una familia aristócrata venida a menos, que había perdido la figura materna hacía escasos meses a causa de la escarlatina y cuyo estandarte, el Barón von Trapp, almirante de una inexistente armada de un país reducido a las montañas, era incapaz de comandar en soledad la educación de sus siete hijos de una forma coherente. Sólo un año después, en 1927, la relación entre Maria y Georg acaba en matrimonio y la exnovicia se convierte en el aglutinador por excelencia de la familia, una función que a la larga sería el detonante de su éxito.
El almirante y la institutriz, el día de su boda con los siete niños detrás
Debido a su estatus noble, aunque fuera fruto de la causa militar, la educación musical de los vástagos Trapp era un deber incuestionable. Y más tratándose del Imperio Austro-Húngaro, cuna de innumerables maestros. En todos y cada uno de los siete hijos de la familia se cultiva de bien temprano la vocación por la buena música, con estoicos estudios de piano, violín, cello, clarinete, acordeón y flauta. Pero además, Maria les convence para iniciarse en el canto, donde los niños se muestran ágiles y talentosos. La ahora madrastra los encasilla según sus registros tonales: Agathe y Johanna como primeras sopranos; Martina y Maria, segundas sopranos; Hedwig, como contralto; Werner, tenor y Rupert, como bajo. La coral de andar por casa evoluciona perfectamente gracias a un repertorio estándar de himnos clásicos y folclore tirolés.
La familia Trapp a mediados de los años treinta, ensayando en su mansión de Salzburgo
Georg Ludwig, el laureado capitán de submarinos, el héroe del Adriático, llega al crack del 29 por la puerta grande. En una Europa convulsa, su país y su economía son los más feos de los patitos, con una ingente cantidad de burgueses y aristócratas sin imperio, con grandes patrimonios pero poca rentabilidad y que invierten en operaciones bursátiles con más esperanza que conocimiento. Y así les fue: muchos perdieron todo lo que tenían en los años de crisis acabando sus palacios y villas en manos de especuladores sin escrúpulos, indiferentes al color de la sangre. El barón von Trapp no fue un adelantado en ese sentido: puso todos los recursos familiares en el banco de una amiga que quebró en 1934 dejando al almirante y a su prole con una mano delante y otra detrás. Ante esa desesperada situación, con 9 hijos que mantener (Maria había dado luz a dos niñas más, Rosmarie y Eleonore) y un supuesto estatus social que preservar, la familia hace piña y se refugia en el único recurso que le queda: la música. Deciden crear un coro de cámara profesional y bajo la dirección del capellán Franz Wasner comienzan a actuar en ferias y festivales de Salzburgo con el nombre de Neuland. En 1935, la idea cuaja seriamente. La diva nacional del canto Lotte Lehmann, les anima a abrir su espectáculo a aforos más numerosos, consciente de las enormes posibilidades del grupo y el canciller Kurt Schuschnigg les invita a actuar para él en la capital tras escucharles en la radio. Pronto son conocidos en toda Austria como Die Trapp Familie, la aristocrática coral familiar que se echaba al hombro el pico y la pala y salía al tajo como el común de los mortales. La formación consiguió una popularidad notable en el país alpino gracias a un repertorio típicamente nacional, algo que pocos años más tarde sería causa de un problema de más envergadura que la propia crisis económica.
Así sonaban los originales Trapp en el tradicional tirolés Ach, Himmel es ist verspielt
1938 es el año del Anschluss, la anexión. Austria pasa a formar parte del Tercer Reich alemán obligada por la incapacidad de hacer frente a una crisis excesivamente dilatada y por las ínfulas nacionalistas de la mayor parte de la población. Hitler, austríaco de nacimiento, considera ambas naciones una sola, por lo que los "nuevos alemanes" se ven sumergidos de la noche a la mañana en un régimen totalitario sin tener ocasión de pensárselo. Muchos ciudadanos se encontraron entonces cara a cara con el ogro, sabiendo además cómo se habían sucedido los acontecimientos social y políticamente en el país vecino. La familia Trapp, pese a pertenecer al establishment postimperial, era una de las que estaba hecha de una pasta diferente a la que traían los rudos reposteros del norte, gracias sobre todo a la influencia filosocialista que Maria ejercía en la educación de los hijos. Apenas un mes después de la catástrofe nacional, Hitler decide celebrar su cumpleaños haciendo gala de los elementos más característicos del Deutsche Volk y elige a los pequeños cantores Trapp para su fiesta de exaltación personal. Listo como el hambre, el führer ofrece al ex-almirante un puesto de responsabilidad en la nueva comandancia militar en Viena, con la intención de granjearse las simpatías y el apoyo del clan familiar, actuando del mismo modo que solucionaba las dudas de las clases medias en Alemania: mediante concesiones de privilegios que le garantizaran a posteriori el necesario pago de favores. Pero los Trapp no están por la labor y, conscientes de las consecuencias de tal decisión, hacen la maleta a tiempo y huyen a Italia haciendo uso de la buena relación con la iglesia católica a ambos lados de la frontera. Hitler, enfurecido y sin cereza en su pastel de cumpleaños, hace su ancshluss particular de los bienes patrimoniales que aún conservaba la familia, regalándolos a otros estómagos agradecidos, como Heinrich Himmler, que disfrutó de Villa Trapp como residencia en exclusiva hasta el final de la guerra.
Tropas alemanas por las calles de Salzburgo en 1938, dejando claro quién mandaba
Los Trapp, junto a Franz Wasner, recalan en Estados Unidos a principios de 1939. Sin un centavo en los bolsillos reinician su carrera profesional con giras por la costa este y Canadá, que les dan pingües beneficios. No obstante, la familia se sobrepone a las penurias y con la ayuda y el empuje de todos poco a poco van saliendo a flote. En primer lugar gracias a una inteligente americanización del repertorio y nombre del grupo (The Trapp Family Choir), con vistas a aumentar la audiencia y no quedarse sólo en un público residual de origen germano. Pero, además, a medida que aumentaba la tensión internacional y el nuevo país de adopción entraba en guerra contra el Reich, se hacía más visible y simpática para el público la etiqueta de renegados del nazismo, capaces de negarle un concierto al mismísimo demonio. Al finalizar la guerra la familia tenía rendida a sus pies a toda la crítica americana.
Los Trapp en USA cantando aún en alemán (Es wollt ein Jägerlein jagen)
El matrimonio y sus siete hijas cantoras a mediados de los cuarenta
En 1947, Georg Ludwig fallece víctima de un largo y duro cáncer a la edad de 67 años. Pero el tesón del clan es inagotable: continúan actuando unidos ahora en torno a la figura protectora de la baronesa Maria hasta llegar a su primer contrato profesional en 1949 con RCA Victor, ahora como The Trapp Family Singers. Ese mismo año Maria von Trapp publica The Story Of The Trapp Family Singers, una autobiografía que se convierte de inmediato en un éxito de ventas. Pero los años no pasan en balde y a mediados de la década de los cincuenta ya se veía que muchos de los miembros, entrados en la cuarentena, requerían empezar a volar por su cuenta, ya fuera en el terreno musical -aún con éxito relativo- o en otros negocios como la hostelería o la restauración. 1956 ve el último concierto de los ahora 10 hijos Trapp (en 1939 había nacido el benjamín Johannes), justo el mismo año en que, atraídos por la notoriedad que habían alcanzado, unos productores germano-austríacos compran a Maria por 9.000 dólares los derechos del libro para rodar dos películas, Die Trapp-Familie (1956) y su secuela, Die Trapp-Familie in Amerika (1958), con vistas a conquistar el mercado alemán.
Fragmento de Die Trapp-Familie de Wolfgang Liebeneiner, la primera dramatización de la vida de los Trapp
Paramount Pictures recompra los derechos y prepara The Sound Of Music, un musical que se estrena en Broadway en 1959 con letra y música de la mítica pareja Oscar Hammerstein II y Richard Rodgers e interpretada por Mary Martin en el papel de Maria y por Theodore Bikel como Georg Ludwig. La obra sigue con fina veracidad la auténtica historia de los Trapp, aunque de forma edulcorada, omitiendo algunos de los pasajes de penurias económicas de los años treinta y convirtiendo la relación entre la novicia y el barón en el núcleo central del argumento. 1443 representaciones avalan el éxito de The Sound Of Music, con 6 premios Tony Awards y más de tres millones de entradas vendidas sólo en Nueva York. Columbia grabó un álbum una semana después de su estreno y lo llevó al primer puesto en las listas de ventas permaneciendo allí durante 16 semanas. La repercusión fue tan amplia que 20th Century Fox compró la obra tal cual se representaba en Broadway para realizar una película pero por exigencias de Paramount hubo de esperar a que acabaran las funciones contratadas tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña y Australia. Y eso ocurre en 1964, año en que el director Robert Wise lleva a los platós a Christopher Plummer y a Julie Andrews como personajes principales, una apuesta personal del cineasta que se impuso ante las continuas recomendaciones de su entorno de incluir en el reparto a figuras ya consagradas como la misma Mary Martin, Doris Day o Debbie Reynolds. No obstante se dejó convencer, y con acierto, para sustituir la insuficiente voz de Andrews en las escenas cantadas.
Mary Martin fue Maria von Trapp en las primeras funciones en Broadway (1959)
The Sound Of Music o Sonrisas y Lágrimas, como se prefiera, ganó cinco estatuillas en 1965. Además de los premios a la mejor película, director, montaje y sonido, resultó casi un mero trámite que Irwin Kostal saliera a recibir el Oscar a la mejor banda sonora, como responsable de dirigir musicalmente las obras originales de Rodgers y Hammerstein. Los temas de la película ya eran conocidos por el público gracias a la popularidad del musical de Broadway y el resultado de la gala, lejos de sorprender, no hizo si no confirmar la gran visión de la Fox en el negocio cinematográfico, pues a pesar del elevado coste de producción la compañía obtuvo unos réditos de más de cien millones de dólares en tan sólo cinco años de exhibición.
Julie Andrews ¿canta? Do-Re-Mi, el más famoso tema de The Sound Of Music
Entre las canciones de Sonrisas y Lágrimas, destacan algunas que se han convertido en historia con mayúsculas del cine y el teatro. En Do-Re-Mi, la institutriz enseña a los niños los conceptos básicos del solfeo (como si en la vida real los Trapp -recordemos, austríacos- no hubieran oído hablar nunca de él), acabando con un aleccionadora a la vez que moralizante máxima: "Si sabes todas las notas, podrás cantar casi cualquier cosa". Hammerstein crea un divertido juego con las notas musicales y su equivalencia sonora con palabras inglesas, donde Do se convierte en una cierva (doe), Re es un rayo (ray) o So (nuestro Sol) se transforma en coser (sew). Rodgers compone una melodía que acompaña a la perfección la letra de Hammerstein, iniciando cada verso con la nota a la que se hace referencia. Una melodía que recuerda algunos pasajes de la obertura del Tannhäuser de Richard Wagner.
My Favorite Things, una de las mejores joyas de Rodgers y Hammerstein
My Favorite Things, otro de los temas célebres del musical, convoca al oyente a pensar en las cosas agradables como forma de sobrellevar los momentos más ingratos. La baronesa entona esta canción para calmar a los pequeños Trapp durante una noche de tormenta. John Coltrane realizó un bellísima versión del tema en 1960 que contribuyó a que se convirtiera en un clásico standard de jazz, fielmente interpretado por la tradición anglosajona en fechas navideñas. Los aires tradicionales tiroleses se evocan en composiciones tan logradas como The Lonely Goatherd, con el típico yodel alpino al acabar cada fraseo, o la popularísima Edelweiss, una metáfora de la patria de origen, tan costumbrista que muchos americanos aún creen que se trata del himno nacional de Austria. Ésta última se utiliza hoy, aunque con la letra cambiada, en las iglesias metodistas como acompañamiento en los actos de bendición.
Edelweiss, es una flor alpina, no el himno nacional de Austria, aunque muchos crean lo contrario
La película puso a Salzburgo en las guías de viaje norteamericanas gracias a sus excelentes localizaciones, más próximas a la saga Sissí que a la realidad vivida por la familia Trapp. Lugares tan románticos como los Jardines y el Palacio de Mirabell, el Cementerio de St. Peter, los palacios de Leopoldskron y Frohnburg o la Felsenreitschule embelesaron tanto al público que aún hoy en día tres de cada cuatro estadounidenses que visitan la ciudad confiesan que lo hacen atraídos por la cinta de Weis, una película que la inmensa mayoría de salzburgueses dice no haber visto. Maria Kutschera, la Julie Andrews de verdad, recuperó en 1956 la vocación religiosa que había interrumpido para convertirse en Maria von Trapp y se marchó a Papúa-Nueva Guinea de misionera junto a tres de sus hijas. Regresó a Estados Unidos antes de morir en 1987 rodeada de los suyos, una poblada parentela que supo salir a flote gracias al esfuerzo común. El ejemplo de que con el trabajo de todos se puede hacer casi cualquier cosa.
Maria Kutschera, alias Maria von Trapp, en la vejez de una vida intensa y satisfactoria
Lista Spotify con varias versiones de Do-Re-Mi:
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Melodías rosas
Piensa en todos los animales de los que has oído hablar alguna vez,
como rinocerontes, tigres, gatos o visones.
Hay montones de animales graciosos en este mundo,
pero ¿alguna vez has visto una pantera que fuera rosa?
Piensa. ¡Una pantera completamente rosa!
Pues sí, sería extraordinario que encontraran una pantera rosa. Tanto como un gorila blanco, un calamar gigante o un gato sin pelo. Y sin embargo éstos existen o han existido, incluida la Pantera Rosa. Porque para todas las generaciones nacidas después de los años sesenta, el gracioso felino permanece en el imaginario colectivo que es como decir que existe de verdad.
Todo comenzó de la mano del célebre dibujante Friz Freleng, al que Mirisch Productions solicitó colaboración para ilustrar en forma de dibujos animados los créditos de la película The Pink Panther (1963), del director Blake Edwards. El argumento de la película giraba en torno a un valioso brillante de color rosa en cuyo interior se adivinaba la silueta de una pantera. Esa insólita característica era la que le daba nombre a la joya y la hacía atractiva para coleccionistas y ladrones de todo el mundo. El más astuto de ellos, el misterioso Fantasma, querrá apropiarse del diamante a las primeras de cambio pero el tenaz (y muy torpe) inspector Clouseau intentará impedirlo a cualquier precio. La comedia, ágil y divertida, bien sostenida por la magistral interpretación de Peter Sellers (Inspector Clouseau) y por el guión del propio Edwards, requería para los créditos un toque ocurrente que estuviera a la misma altura y Freleng acertó creando un personaje cómico y algo granuja a partir del mismo nombre de la película. Sólo faltaba un ingrediente para que la secuencia se convirtiera en un hito en la cultura popular y vino de la mano del mejor colaborador de Edwards en esa época, su músico de cabecera Henry Mancini.
Así comienza la película The Pink Panther (1963): la primera aparición del simpático gato rosa
Henry Mancini, el autor de The Pink Panther Theme
Peter Gunn, de Henry Mancini interpretada por su orquesta
El éxito de la banda sonora de Peter Gunn, con cerca de un millón de copias vendidas y dos premios Grammies en 1958, fue el origen de una fructífera relación entre Edwards y Mancini que dejaría más de 30 sucosas colaboraciones a lo largo de 35 años. La segunda de ellas, Desayuno Con Diamantes (1961), laureó a Mancini con Óscars a la mejor banda sonora original y a la mejor canción por Moon River (premio Grammy a la grabación del año). Dos años más tarde repetía galardón a la mejor canción por Días de Vino y Rosas, cinta también de Edwards. Por su buen hacer en el género, pronto le llovieron proyectos con otros directores que supo desarrollar magníficamente bien. Le puso música al andar de los pequeños elefantes en la película ¡Hatari! de Howard Hawks con la mítica The Baby Elephant Walk y posteriormente, Stanley Donen requirió sus servicios para Charada (por la que repitió nominación al Óscar en 1963) y Dos en la Carretera (1966). Pero fue con Edwards con quien Mancini compuso las piezas más elaboradas e impecables, empezando por la citada The Pink Panther y sus seis secuelas posteriores, pasando por La Carrera del Siglo en 1965 y terminando por El Guateque tres años después. En esta última Mancini demuestra una capacidad extraordinaria para moverse en todo tipo de estilos, desde el pop psicodélico con aires orientales (The Party), el jazz-funk (Birdie Num-Num), el bebop (Wiggy) o la bossa-nova (Nothing To Lose)
La actriz, cantante y posteriormente asesina interpreta Nothing To Lose en el filme El Guateque
El singular dúo siguió cosechando éxitos durante las siguientes décadas, entre los que figuran 10, La Mujer Perfecta (1979) y ¿Víctor o Victoria? (1982), filme con el que Mancini obtuvo dos Óscars más (mejor banda sonora y mejor adaptación musical). Por el camino, el prolífico músico de Cleveland dejó innumerables muestras de su talento como Love Theme From Romeo And Juliet, de la película de Zeffirelli sobre partitura original de Nino Rota, y las melodías de legendarias series de televisión como Hotel, El Pájaro Espino, Remington Steele o Los Ángeles de Charlie.
Podría haber puesto a las chatis de la serie, pero esta interpretación en directo merece la pena
The Pink Phink (1964): la Pantera Rosa discute los colores con The Little Man, una autocaricatura de Friz Freleng
Durante los primeros 18 episodios, la Pantera Rosa estuvo acompañada por la partitura original de Mancini con algún arreglo de escasa importancia a cargo de William Lava. Pero a partir del capítulo Pink-A-Boo la banda sonora pasa a ser responsabilidad de Walter Greene, un especialista de la United Artists en composiciones para cine y televisión. Greene creó nuevos arreglos de orquestación añadiendo flautas, guitarras y bajos eléctricos, además de vestir la pieza con el estilo funky go-go que ha sido distintivo de la serie y que todos identificamos. Seis únicas variaciones del genial compositor fueron recicladas y utilizadas a lo largo de los siguientes setenta capítulos, hasta que Doug Goodwin se hizo cargo de la dirección musical.
Todas las variaciones de Greene encadenadas en una sola pieza, con efectos especiales incluidos
En 1969, la Pantera Rosa deja los cines y se traslada a los hogares norteamericanos. Mirisch Corporation y DFE, propiedad de Friz Freleng, crean The Pink Panther Show, un programa de televisión de media hora que se emitirá la noche de los sábados por la NBC. En esta nueva propuesta, muy celebrada por la audiencia, el singular felino comparte protagonismo con The Inspector, un nuevo personaje basado en la figura del torpe Inspector Clouseau. La entradilla de sus episodios está acompañada por la memorable A Shot In The Dark, tema original de Mancini para la película El Nuevo Caso del Inspector Clouseau (1964) con arreglos de Walter Greene. The Pink Panther Show presenta los rasgos propios de programas del mismo género emitidos en televisión durante la época; varios episodios cortos, humor para todos los públicos, risas enlatadas y, sobre todo, un prólogo y un final con melodías fácilmente reconocibles. Este es el caso de Panther, Pink Panther From Head To Toes (Pantera, Pantera Rosa de los pies a la cabeza), tema compuesto por Doug Goodwin e interpretado por The Barbatsalos. Acompañados de los acordes de esta canción de estilo bubblegum pop típicamente sesentera, la Pantera Rosa y el Inspector viajan a bordo del Panthermobile desde algún lugar, posiblemente nuestro imaginario común, hasta las puertas de un cine de Hollywood, dispuestos a alegrarnos el día con sus aventuras.
¿Quién no ha soñado con conducir este fantástico coche?
¡Eh, un momento! ¡Que os dejáis a la Pantera Rosa!
El show de la Pantera Rosa continuó emitiéndose ininterrumpidamente a lo largo de la década de los setenta, con alguna variación renovadora cada par o tres de años, pero sin alterar la fórmula que le había llevado al éxito (y con nuevas melodías de Goodwin). El Inspector dejó paso a nuevos personajes que intentaron competir con la brillante figura de la burlona pantera, como los sapos Pancho y Rancho, el tiburón Misterjaw, la grulla Piernas Locas Crane o el azul Oso Hormiguero pero todos fracasaron en la ruda empresa. La Pantera Rosa fue la reina del espectáculo hasta que el show dejó de existir el 1 de febrero de 1980. Posteriormente, otras cadenas y productoras revivieron el personaje dotándole de habla pero, respetando la máxima que dice que el arte acaba donde empieza el sacrilegio, dejaremos ahí la historia del dibujo animado más entrañable de todos los tiempos.
Sherlock Pink (1976), una muestra de la etapa de Goodwin como arreglista
The Pink Panther Theme, de Mancini quedará indisolublemente asociado a la figura del rosáceo felino. Cuando oímos los primeros compases del tema no podemos evitar pensar en su cadencioso caminar, alejándose de nosotros sin esconder su porte orgulloso y socarrón. Todos queremos ser como ella, tomarnos la vida a guasa, no desfallecer ante las adversidades, mirar hacia adelante y, sobre todo, ser fieles a nosotros mismos. Un objetivo perfectamente posible, al alcance de nuestra mano. Entonces, ¿quién va a negar que la Pantera Rosa existe?
Letra de Panther, Pink Panther From Head To Toes
Lista Spotify con varias versiones de Pink Panter Theme:
Lista Spotify con varias composiciones de Henry Mancini:
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El sexo de los Muppets
Mi sobrino, que tiene poco más de dos años, tiene ya su propia banda sonora. Evidentemente sus tracks son la consecuencia de muchos programas, películas y cuentos infantiles, nada de particular en cualquier niño de su edad que balancea sus pañales al ritmo de la música. Pero si hay una canción que le apasiona especialmente y que le hace sonreír cada vez que la oye, esa es el Mah-nà Mah-nà de los Muppets (los famosos Teleñecos emitidos por TVE en los años ochenta). Siempre me ha sorprendido cómo la sencillez musical hipnotiza a las personas y la evidencia más palpable es la reacción de los pequeños ante este tema, una simple rueda de cuatro acordes a ritmo de callypso sesentero, con letra scat y coros duduá. Podría parecer que los creadores de los Teleñecos elaboraron la fórmula musical perfecta para un hit perdurable en el tiempo, pero no fue así, ni mucho menos. Simplemente se la encontraron hecha.
Mah-nà Mah-nà es obra de Piero Umiliani, para la banda sonora de la película Svezia, inferno e paradiso (Suecia: Infierno y Paraíso) de Luigi Scattini, un mondo film de 1968 centrado en los diferentes aspectos de la sexualidad femenina escandinava. Un momento ¿sexualidad? ¿Cómo acaba esta canción incluida en una película para adultos en una recurrente banda sonora infantil?
En 1969, Sesam Street está en su primera temporada. Se está haciendo un sitio entre el público norteamericano por su original manera de compaginar una propuesta meramente infantil con temas culturales y artísticos de la América de los sesenta. Y eso es mucho y muy bueno. En el episodio nº 14, aparecen unos personajes femeninos anónimos que no saben qué hacer y deciden cantar una canción. Entonces se les une un barbudo desaliñado, de aspecto beatnik, que repite el mantra "Mah-nà Mah-nà" hasta que comienzan a corearle. La forma de interpretar la canción es la hoy conocida por todos y que tanta gracia hace a los pequeños, con el barbudo improvisando ante la atónita mirada y desaprobación de las coristas que le llevan a frenar su scat y a corretear por el escenario. La improvisación del cantante, en realidad no es tal, pues usa los mismos fragmentos que canta Alessandroni en el original. Y es curioso porque Umiliani utiliza partes de otros temas ya populares (la famosa Rapsodia Sueca de Hugo Alfven, Santa Lucía de Teodoro Cottrau, Boogie Woogie Bugle Boy de The Andrew Sisters y Lullaby of Birdland de George Shearing) adaptadas al estilo de jazz cantado.
El sketch se populariza de inmediato y Henson, consciente del filón, aprovecha para crear unos personajes más muppets, con unas coristas de aspecto alienígena con bocas enormes llamadas Snouths (contracción de snout, hocico y mouth, boca) y un peludo hippy con gafas bautizado inicialmente como Bip Bippadotta (más tarde conocido como Mahna Mahna) Se presentan el 30 de noviembre de 1969 en el Show de Ed Sullivan, el top de la escena americana, con una actuación memorable, donde los personajes enfatizan su interpretación y el tema se ralentiza, dejando su inicial ritmo callypso y adoptando una disposición más lúdica, tal y como la conocemos ahora.
Cuando Henson crea The Muppet Show en 1976, el trío es de obligada aparición ya desde el primer episodio (ver vídeo del inicio) y el trampolín televisivo tiene un gran beneficiario: el mismísimo Piero Umiliani, que al año siguiente, en 1977, su banda sonora alcanza el puesto 8º de ventas en Gran Bretaña. El tema ha sido versionado infinidad de ocasiones y es recurrente en un sinfín de situaciones cómicas e infantiles de cine y televisión, siempre asociado a la interpretación de los teleñecos. Pero lo que la mayoría de gente no sabe es que cuando sus niños mueven los pañales al son de Mah-nà Mah-nà unas venus suecas de estilizados senos mueven también sus caderas sobre la nieve de Uppsala.
Lista de Spotify con algunas versiones de Mah-nà Mah-nà:
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