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Tiempo de verano
Dice el sabio que la muerte es la única verdad que podemos esperar de la vida. Felicitémonos pues, ya que todos llegaremos sin remisión a tan alto grado de conocimiento; tantos siglos de filosofía, teología y otras muchas "ías" en pos de las auténticas razones de la razón misma para que al final descubrir que la sabiduría se esconde tras un certificado de defunción. Y si, además, como dijo el santo aquel, tenemos en cuenta que la verdad nos hará libres, ¿qué más podemos pedir del fin de la vida?: certeza y libertad, lo que andábamos buscando. Por el camino, mientras tanto, vamos descubriendo los espejismos que la existencia nos tiene preparados. Para hacérnosla más amena, como con la felicidad y el amor. Pero también más ingrata gracias a la desdicha o al rencor. Experimentar lo bueno sale más caro de lo esperado porque el hombre tiende en general a la tristeza permanente. Caemos fácilmente en las redes de la melancolía, regresando a aquellos episodios que nos fueron agradables y que nunca más volverán, como el primer beso enamorado o el tierno abrazo de nuestra madre. Cuanto más placentero nos resulta el recuerdo más aflicción nos causa su pérdida. Perturbadora contradicción de los sentimientos humanos, a considerar mientras esperamos la llegada inexorable de... la verdad.
Pero para eso está la música, para acunar nuestras incoherencias afectivas. Y ya que hablamos de acunar, no creo que exista música con más capacidad de atraparnos en la melancolía que las canciones de cuna. Y no sólo por sus estructuras melódicas y rítmicas, dirigidas a crear el ambiente relajante necesario para que el niño se duerma, sino también porque despierta en el adulto el recuerdo del afecto materno perdido, quizá el sentimiento más doloroso al que nos podemos enfrentar. Cada uno tiene la nana que se merece, podríamos decir. Y de nanas vamos a hablar. En especial de la más exitosa y versionada del siglo XX, Summertime compuesta por George Gershwin e interpretada magistralmente por Janis Joplin.
La versión de Janis Joplin de Summertime interpretada en 1969
George Gershwin elevó el jazz y el blues a la categoría de música culta
En 1935, Gershwin entra en el mundo de la ópera con Porgy And Bess, adaptación musical de la novela de DuBose Heyward. La obra cuenta la historia del pobre lisiado Porgy y sus sueños de obtener el amor de Bess, la mujer más bella del barrio marinero de Charleston (Carolina del Sur). Bess, claro está, está muy lejos de corresponder al pobre Porgy ya que tiene un novio cachas llamado Crown que es además estibador del puerto. Pero Crown ha de huir de la justicia tras haber matado a un hombre en una pelea, así que Bess, sin apenas recursos, acepta la hospitalidad de Porgy y consiente vivir con él durante una temporada. Durante ese tiempo, surge el amor entre ellos y se convierten en la pareja más feliz del barrio. Pero Crown regresa y disputa con Porgy el amor de Bess. Contra todo pronóstico, Porgy mata a Crown y es detenido por la policía. Bess, desolada, creyendo que la justicia sería implacable con su amado, se deja llevar por el traficante de drogas Sporting Life y juntos se van a Nueva York. Porgy es liberado finalmente y avisado por sus vecinos emprende el camino en busca de Bess.
Escena de una de las primeras representaciones de Porgy And Bess
La historia está llena de lugares comunes, tópicos y estereotipos sobre los negros norteamericanos, pero le sirve a Gershwin para incidir en los estilos musicales propios de esa comunidad, como el jazz, el blues o los cantos espirituales. Aportando esos idiomas al género, el compositor neoyorquino consigue una amalgama extraordinaria, llena de joyas por sí solas sublimes, como I Loves You, Porgy, My Man's Goes Now, It Ain't Necessarily So y el aria Summertime, interpretado hasta tres veces a lo largo de la obra.
Clara canta a su hijo Summertime, al calor del verano
Odetta recita Sometimes I Feel Like A Motherless Child, el lamento de los niños esclavos
Por su parte, la letra de DuBose Heyward se basó en el poema All My Trials, otra tradicional canción de cuna (de origen caribeño) que cuenta la historia de una madre que en su lecho de muerte consuela a su hija.
Calla, pequeña, no llores más. Sabes que tu mamá está destinada a morir
All My Trials se convirtió en un canto de protesta social en los sesenta
La vida en verano es fácil,
los peces saltan y el algodón está alto
¡Oh! Tu papá es rico y tu mamá es tan guapa
Así que calla, pequeño, no llores, ¡ah!
Summertime ha sido interpretado y versionado por multitud de artistas, convirtiéndose en un standard de jazz casi desde el mismo momento de su estreno. Pero quien supo darle el sentimiento adecuado, acorde con el espíritu de la nana original, fue Janis Joplin. La tejana hace uso de su amplio y extraordinario repertorio vocal para acentuar el aspecto melancólico de la canción, acercándola más al blues y al espiritual negro que a la berceuse clásica. Los arreglos de Sam Andrew juegan además con la ambigüedad de estilos, con una intro de guitarra que recuerda a las tonadas típicas de los mecedores de cuerda, para pasar posteriormente a un solo distorsionado, sucio, psicodélico, que despertaría al niño más profundamente dormido. Un resultado redondo, con un aire desolador y nostálgico que supera con mucho la partitura de Gershwin.
Big Brother, Janis Joplin y su Summertime en la tele americana (1968)
La banda Big Brother & The Holding Company, la sensación psicodélica del San Francisco del 67
Sus dotes musicales llamaron la atención muy pronto de los incipientes grupos en la nueva movida beatnik californiana, aunque el que se llevó el gato al agua fue Big Brother & The Holding Company, una banda de rock psicodélico que por aquel entonces necesitaba un vocalista de peso para confirmar su prometedor inicio. Janis cumplió con creces su labor, además de influir en el repertorio del grupo, que adoptaría los aires blues y folk que respiraba la tejana. La fama de tan sugerente cóctel subió como la espuma entre la audiencia y no tan sólo por la propuesta musical, sino por el contundente directo que ofrecía, con una Janis cada vez más fortalecida, más natural, mostrando su auténtico yo mediante un vistoso abanico de soluciones vocales. Enseguida se empezó a hablar de Big Brother featuring Janis Joplin y en menos de dos años, la cantante echó a volar en solitario deshaciéndose del corsé de la psicodelia para abrazar cotas musicales de más enjundia, como el soul o el rhythm and blues. Pero antes de la separación, en el verano de 1968, Big Brother publicó Cheap Thrills, el álbum que consagró a Janis en el número uno de la Billboard Chart. Temas como Piece Of My Heart o I Need A Man To Love muestran la capacidad camaleónica de la cantante para responder a las necesidades comerciales del momento. Pero con Turtle Blues, Ball And Chain y, sobretodo, Summertime, el mundo descubre la voz con mayúsculas, el sentimiento absoluto ante el micrófono. El no va más.
Cuando hablamos de cantar bien, hablamos de esto (Little Girl Blue, 1969)
Letra de Summertime en inglés y español
Libreto completo en inglés y español de Porgy And Bess
Lista Spotify con otras versiones de Summertime:
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La culpa de todo
Cuando me da por mirar la historia de la música pop-rock en perspectiva acabo por darles la razón a los Def Con Dos y pienso que la culpa de todo la tuvo Yoko Ono (y el espíritu de Lennon que le sale por los codos) Es verdad que hubo varias revoluciones musicales en los últimos 60 años pero ninguna de más enjundia, perdurabilidad e influencia que la que iniciaron los The Beatles cuando lograron colocar su primer sencillo (Love Me Do) en la lista británica Record Retailer en 1962. Apenas ocho años más tarde The Beatles dejaba de existir como formación pero el legado transmitido durante la década de los 60 iba a ser tan importante que gran parte de lo que hoy somos musicalmente se lo debemos a los melenudos de Liverpool. Y a veces resulta inevitable especular con qué hubiera pasado si no hubieran muerto Jimi Hendrix, Janis Joplin o Jim Morrison a edades tan tempranas, con cómo hubieran enriquecido el panorama artístico de haber seguido vivos hasta hoy; entonces te aturdes con el anhelo del talento irrecuperable, con el rescoldo de melancolía que deja la fragilidad de lo efímero. En el caso de los cuatro beatles, es inevitable preguntarse cómo pudo acabar aquello que iba tan bien, en qué momento se torció todo y, sobretodo -porque somos así, no nos engañemos-, quién tuvo la culpa de la separación, quién mandó todo al traste y detuvo el mayor flujo de creatividad desde Charlie Parker. Biógrafos hay y habrá en el futuro que explicarán los pormenores de aquel divorcio, pero siempre quedará la sensación de que las nubes tuvieron que venir de fuera, que lo que funciona no se puede romper desde dentro porque si así fuese le restaría la mística que les hizo brillar. Por eso queremos creer que el buque The Beatles se hundió porque se coló un grumete llamado Yoko Ono que condujo a uno de sus pilotos a chocar contra las rocas, de la misma manera que echamos las culpas a la droga de las muertes de Hendrix, Joplin y Morrison. Pero lo más probable es que todo sea más prosaico y estos murieran a manos de estupefacientes porque tenían problemas irresolubles y vivían en una vorágine difícil de escapar y que Lennon y McCartney se llevaran fatal y la menuda japonesa fuese sólo la vía de escape del primero para olvidarse del segundo. Bueno, el caso es que aquello se acabó y aunque los talentos por separado siguieron dando buena muestra de su capacidad de asombrarnos, el resplandor de aquellos años sigue hoy en día guiándonos en el fango musical del presente, no nos engañemos. Por eso será inevitable que en este blog (dedicado a canciones que no puedes dejar de pinchar) aparezcan varias veces temas de The Beatles, como en este caso, en el que descubriremos la historia de Lucy in the Sky with Diamonds. Pero la historia que queríamos que hubiese sido y la que fue en realidad, como cuando deseamos saber quién tuvo la culpa de todo. Y en este caso, al menos, no fue de Yoko Ono.
Antes de la pérfida nipona, en la vida de John Lennnon ya existía Cynthia, su primera mujer, que si bien no exudaba el espíritu de su marido por los poros sí le dio su primer hijo, Julian, en 1963. Padre e hijo tuvieron una relación tormentosa desde bien pronto, debido a los inevitables compromisos de The Beatles y por la decisión de Brian Epstein -mánager e ideólogo de la beatlemanía- de mantener en secreto tanto matrimonio como descendencia ante los graves problemas que causarían en un producto comercial en la cresta de la ola. Sin embargo, John hizo lo que pudo para estar con Julian siempre que su nueva vida de millonario ocupado se lo permitía. Así fue aquella tarde de 1967 en Weybridge, Surrey, cuando John acercó su coche a la puerta de la Heath House School para buscar a Julian. El chófer abrió la puerta e hizo subir al pequeño de cuatro años que, alegre, tendía a su padre una lámina con un dibujo a la acuarela. John miró el dibujo con curiosidad y le preguntó quién era esa extraña figura rodeada de estrellas de colores. Julian le dijo escuetamente: "Es mi amiga Lucy, en el cielo, con diamantes". Ante la evidente sencillez de la respuesta, en la mente de su padre empezaron a aparecer imaginarias escenas de su biblia de infancia, el popular y alucinante Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carroll). Esos recuerdos evocados por un fantasioso dibujo infantil empezaron a gestar una pequeña historia que acabaría en una sublime canción, casi como siempre en el caso de John Lennon.
Lucy O'Donnell y Julian Lennon eran una inseparable pareja llena de la energía presumible en preescolares de cuatro años. Pasaban el tiempo corriendo, jugando y dibujando en su pequeño mundo en Weybridge. Su mayor diversión era colocarse a ambos lados de un caballete y pintarse uno al otro con óleos, acuarelas y otros potingues de colores que la mayoría de las veces acababan en la ropa del contrario. Ese dibujo de Julian que representaba a su amiguita Lucy con aspecto extraterrestre, flotando en un idílico espacio repleto de astros imposibles y notas musicales, acabó entre las pertenencias más queridas de un niño que jamás volvería a tener una relación más fluida con su padre (debido a las desavenencias posteriores tras la irrupción en la familia Lennon de... cómo no, Yoko Ono) Siempre recordó a Lucy como algo especial, quizá porque formó parte del paisaje de felicidad de unos años en los que la familia parecía más unida que nunca.
Y esa era la impresión, pues John Lennon estaba fascinado por la temprana creatividad del pequeño Julian, al que exhibía ante su círculo más próximo como si fuera una proyección de su propia mente anclada en la infancia. Así lo hizo con el dibujo de marras, que mostró a Paul McCartney con orgullo de padre a la vez que con la intención de mostrarle lo que había despertado en su imaginario personal. Cuando Paul echó un vistazo a la letra de Lucy in the Sky with Diamonds no pudo reprimir lo que cualquiera de nosotros pensaría, que se trataba de una auténtica alucinación. Y entonces apareció la mística.
Lucy in the Sky in the Diamonds se grabó el 1 de marzo de 1967 en los EMI Studios de Londres y se incluyó en el álbum Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band que acabaría publicándose en junio de ese año. El tema, a pesar de apoyarse en una melodía simple de tono infantil, recurre a unos arreglos instrumentales muy elaborados y complejos que se nutren desde una tanpura (tocada por George Harrison) hasta un órgano Hammond (por George Martin). Lennon juega con la alternancia de compás (de 3/4 a 4/4) de forma innovadora en el mundo del rock, lo que confiere a la obra un aspecto psicodélico muy acorde con la letra. Con el disco ya en la calle, a nadie se le escapaba que el contenido de la canción iba a generar una polémica desbordada en el marco de una época muy marcada por el consumo de drogas. Los beatles jamás escondieron que usaban estupefacientes tanto para crear como para experimentar incluso en las situaciones más inesperadas, como cuando confesaron que habían acudido ante la Reina a recoger la Orden del Imperio Británico hasta las cejas de marihuana. Pero la droga que más atrajo a los de Liverpool fue el LSD, un alucinógeno sintético muy de moda a principios de los 60 por sus efectos psicoactivos que permitían acceder a planos sensoriales completamente inexplorados. John Lennon se hizo gran "explorador" de sensaciones y no nos cabe duda de que "descubrió" nuevos continentes artísticos gracias al ácido. Sin embargo, en las vísperas de Sgt. Pepper's la opinión pública estaba cambiando sobre la permisividad en el uso de ciertos tipos de drogas, entre ellas los alucinógenos, que corrompían los cimientos de las juventudes occidentales, según las autoridades y la prensa conservadora. En este contexto de conflicto generacional aparece el grupo más mediático, con su disco más revolucionario, con una canción de contenido claramente psicodélico y con un título cuya abreviatura (Lucy in the Sky with Diamonds) es un claro canto a los viajes prohibidos.
Mini-film propagandístico de la policía para enseñar las maldades del LSD (1967)
Esta es la falsa historia de la canción y, sin embargo, fue la que todos quisieron creer. A nadie le importó que los The Beatles negaran hasta la saciedad ser autores de un intencionado juego de palabras, que hablaran de niños preescolares, dibujos surrealistas o de fantasiosos recuerdos de infancia. Todo sonaba a excusa barata para salir de un embrollo de la mejor forma posible, un embrollo en el que la sociedad se mueve como pez en el agua porque gusta de estigmatizar y buscar culpas imaginarias, con culpables de carne y hueso. Esta falsa historia formaba parte de la mística de The Beatles, y tanto seguidores como retractores la sentían como algo irrenunciable. Tanto es así que a partir de entonces a las dosis de LSD se las conocería popularmente como Lucys en el mercado negro de la droga.
Pero la mística es, por definición, ese tipo de experiencia al que se llega por la unión del alma y lo sagrado. Lennon la alcanzó cuando supo conjugar sus fantasías infantiles (su alma) con su creatividad, ya fuera gracias a las drogas o no, quién sabe. Lo importante es que podemos disfrutar de ella porque nos la legó a todos.
Lucy O'Donnell siguió viviendo en Weybridge, se casó y mantuvo una vida feliz hasta el año 2005 en el que se le diagnosticó lupus, una grave e incurable enfermedad autoinmune. Enterado, Julian volvió con frecuencia a visitarla y la ayudó económicamente en lo que pudo, como si fuera una forma desesperada de recuperar aquella energía que sobrevolaba los patios de la Heath House School, aquella alma inocente e incorruptible que recordaba también la existencia de una vida feliz al lado de sus padres. Su efímera pero propia mística.
Finalmente Lucy murió el 22 de septiembre de 2009 rodeada de familiares y seres queridos. Volvió al espacio a jugar con sus diamantes de colores, a flotar sobre flores de celofán al vaivén de una melodía extraña. Volvió a formar parte de aquel dibujo, fruto de la mirada caleidoscópica de un niño que buscaba atrapar la verdadera imagen de la felicidad.
Letra en inglés de Lucy in the Sky with Diamonds
Lista Spotify con varias versiones de Lucy in the Sky with Diamonds:
Los ¿cuatro? beatles
Antes de la pérfida nipona, en la vida de John Lennnon ya existía Cynthia, su primera mujer, que si bien no exudaba el espíritu de su marido por los poros sí le dio su primer hijo, Julian, en 1963. Padre e hijo tuvieron una relación tormentosa desde bien pronto, debido a los inevitables compromisos de The Beatles y por la decisión de Brian Epstein -mánager e ideólogo de la beatlemanía- de mantener en secreto tanto matrimonio como descendencia ante los graves problemas que causarían en un producto comercial en la cresta de la ola. Sin embargo, John hizo lo que pudo para estar con Julian siempre que su nueva vida de millonario ocupado se lo permitía. Así fue aquella tarde de 1967 en Weybridge, Surrey, cuando John acercó su coche a la puerta de la Heath House School para buscar a Julian. El chófer abrió la puerta e hizo subir al pequeño de cuatro años que, alegre, tendía a su padre una lámina con un dibujo a la acuarela. John miró el dibujo con curiosidad y le preguntó quién era esa extraña figura rodeada de estrellas de colores. Julian le dijo escuetamente: "Es mi amiga Lucy, en el cielo, con diamantes". Ante la evidente sencillez de la respuesta, en la mente de su padre empezaron a aparecer imaginarias escenas de su biblia de infancia, el popular y alucinante Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carroll). Esos recuerdos evocados por un fantasioso dibujo infantil empezaron a gestar una pequeña historia que acabaría en una sublime canción, casi como siempre en el caso de John Lennon.
Lucy in the Sky with Diamonds, del film Yellow Submarine (1968)
Imagínate en una barca en un río
con mandarinos y cielos de mermelada.
Alguien te llama, respondes despacio,
una chica con ojos de caleidoscopio.
Flores de celofán amarillo y verde,
amontonándose sobre tu cabeza.
Buscas a la chica con el sol en los ojos
y se ha ido.
Lucy en el cielo con diamantes
Lucy en el cielo con diamantes
Lucy en el cielo con diamantes ah, ah
La sigues hasta un puente junto a una fuente,
donde gente con caballos de madera comen tartas de malvavisco.
Todos te sonríen mientras la deriva te lleva a través de las flores
que crecen increíblemente altas.
Taxis de papel de periódico aparecen en la orilla,
esperando recogerte.
Te subes detrás con tu cabeza en las nubes
y te has ido.
Imagínate en un tren en una estación
con porteros de plastilina que llevan corbatas que parecen de cristal.
De repente hay alguien allí en el torno,
la chica con los ojos de caleidoscopio.
El dibujo de Lennon: es Lucy, en el cielo, con diamantes, papá ¿no lo ves?
Lucy O'Donnell y Julian Lennon eran una inseparable pareja llena de la energía presumible en preescolares de cuatro años. Pasaban el tiempo corriendo, jugando y dibujando en su pequeño mundo en Weybridge. Su mayor diversión era colocarse a ambos lados de un caballete y pintarse uno al otro con óleos, acuarelas y otros potingues de colores que la mayoría de las veces acababan en la ropa del contrario. Ese dibujo de Julian que representaba a su amiguita Lucy con aspecto extraterrestre, flotando en un idílico espacio repleto de astros imposibles y notas musicales, acabó entre las pertenencias más queridas de un niño que jamás volvería a tener una relación más fluida con su padre (debido a las desavenencias posteriores tras la irrupción en la familia Lennon de... cómo no, Yoko Ono) Siempre recordó a Lucy como algo especial, quizá porque formó parte del paisaje de felicidad de unos años en los que la familia parecía más unida que nunca.
Lucy, la niña que jugaba con Julian (además de con diamantes)
Y esa era la impresión, pues John Lennon estaba fascinado por la temprana creatividad del pequeño Julian, al que exhibía ante su círculo más próximo como si fuera una proyección de su propia mente anclada en la infancia. Así lo hizo con el dibujo de marras, que mostró a Paul McCartney con orgullo de padre a la vez que con la intención de mostrarle lo que había despertado en su imaginario personal. Cuando Paul echó un vistazo a la letra de Lucy in the Sky with Diamonds no pudo reprimir lo que cualquiera de nosotros pensaría, que se trataba de una auténtica alucinación. Y entonces apareció la mística.
La felicidad efímera: John, Cynthia y el pequeño Julian, juntos
Lucy in the Sky in the Diamonds se grabó el 1 de marzo de 1967 en los EMI Studios de Londres y se incluyó en el álbum Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band que acabaría publicándose en junio de ese año. El tema, a pesar de apoyarse en una melodía simple de tono infantil, recurre a unos arreglos instrumentales muy elaborados y complejos que se nutren desde una tanpura (tocada por George Harrison) hasta un órgano Hammond (por George Martin). Lennon juega con la alternancia de compás (de 3/4 a 4/4) de forma innovadora en el mundo del rock, lo que confiere a la obra un aspecto psicodélico muy acorde con la letra. Con el disco ya en la calle, a nadie se le escapaba que el contenido de la canción iba a generar una polémica desbordada en el marco de una época muy marcada por el consumo de drogas. Los beatles jamás escondieron que usaban estupefacientes tanto para crear como para experimentar incluso en las situaciones más inesperadas, como cuando confesaron que habían acudido ante la Reina a recoger la Orden del Imperio Británico hasta las cejas de marihuana. Pero la droga que más atrajo a los de Liverpool fue el LSD, un alucinógeno sintético muy de moda a principios de los 60 por sus efectos psicoactivos que permitían acceder a planos sensoriales completamente inexplorados. John Lennon se hizo gran "explorador" de sensaciones y no nos cabe duda de que "descubrió" nuevos continentes artísticos gracias al ácido. Sin embargo, en las vísperas de Sgt. Pepper's la opinión pública estaba cambiando sobre la permisividad en el uso de ciertos tipos de drogas, entre ellas los alucinógenos, que corrompían los cimientos de las juventudes occidentales, según las autoridades y la prensa conservadora. En este contexto de conflicto generacional aparece el grupo más mediático, con su disco más revolucionario, con una canción de contenido claramente psicodélico y con un título cuya abreviatura (Lucy in the Sky with Diamonds) es un claro canto a los viajes prohibidos.
Mini-film propagandístico de la policía para enseñar las maldades del LSD (1967)
Pero la mística es, por definición, ese tipo de experiencia al que se llega por la unión del alma y lo sagrado. Lennon la alcanzó cuando supo conjugar sus fantasías infantiles (su alma) con su creatividad, ya fuera gracias a las drogas o no, quién sabe. Lo importante es que podemos disfrutar de ella porque nos la legó a todos.
Lucy O'Donnell siguió viviendo en Weybridge, se casó y mantuvo una vida feliz hasta el año 2005 en el que se le diagnosticó lupus, una grave e incurable enfermedad autoinmune. Enterado, Julian volvió con frecuencia a visitarla y la ayudó económicamente en lo que pudo, como si fuera una forma desesperada de recuperar aquella energía que sobrevolaba los patios de la Heath House School, aquella alma inocente e incorruptible que recordaba también la existencia de una vida feliz al lado de sus padres. Su efímera pero propia mística.
Finalmente Lucy murió el 22 de septiembre de 2009 rodeada de familiares y seres queridos. Volvió al espacio a jugar con sus diamantes de colores, a flotar sobre flores de celofán al vaivén de una melodía extraña. Volvió a formar parte de aquel dibujo, fruto de la mirada caleidoscópica de un niño que buscaba atrapar la verdadera imagen de la felicidad.
Julian Lennon compuso este bello homenaje a su amiga Lucy pocos meses después de su muerte
Letra en inglés de Lucy in the Sky with Diamonds
Lista Spotify con varias versiones de Lucy in the Sky with Diamonds:
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Eh, Joe, mejor que eches a correr
Jimi Hendrix. Y con esto ya debería bastar. Podemos discutir que se le haya considerado el mejor guitarrista de la historia y uno de los más grandes músicos del siglo XX, pero lo que nadie pone en duda es que el autor de Voodoo Child, Little Wing o Purple Haze fue un artista innovador en todos los aspectos (melódico, interpretativo, escénico, etc): un auténtico punto de inflexión en el recorrido musical de los sesenta, al que dotó de forma, estilo y sobretodo de un nuevo marco de experimentación que otros más tarde supieron explotar. Pero, ¿cuál fue el punto de inflexión del propio Hendrix en su carrera artística? ¿En qué momento se pasa de ser un músico de incierto futuro como mercenario en grupos itinerantes a convertirse en un número uno? Pues ese momento se llama Hey Joe.
A principios de 1966, Jimi Hendrix recaló en el Greenwich Village de Nueva York en busca de un sitio dentro del ambiente cultural de moda en la época. Allí conoció a Chas Chandler, bajista de The Animals, que en ese momento barajaba la posibilidad de iniciar sus pinitos como mánager y productor de nuevos talentos. Chandler quedó alucinado con la interpretación que Hendrix hacía de Hey Joe, un tema con el que The Leaves estaban alcanzando un cierto éxito (nº31 en el Billboard Hot 100)
The Leaves y su versión de Hey Joe en televisión
The Leaves era una banda californiana de sonido garage creada en 1963 por el bajista y cantante Jim Pons (junto a John Beck, Bill Rinehart, Tom Ray y Robert Lee Reiner) y que hasta entonces solo contaba con un meritorio trabajo pero sin repercusión fuera de la escena local (Too Many People, 1965) Es el momento dulce del pop-rock en Estados Unidos, hay grupos por doquier en busca del éxito y resulta difícil zafarse en la vorágine musical que impera. Pons y el productor Nick Venet creen haber encontrado el trampolín a la fama con una versión garage de un presunto tema tradicional que llevan a estudio en noviembre de 1965. El sencillo va al mercado con el título Hey Joe, Where You Gonna Go pero no tiene el gancho suficiente y resulta un fracaso con todas las de la ley. Pons y la discográfica Mira siguen creyendo en el tema y antes de que otros se apropien de la versión y la mejoren, recomponen el proyecto gracias al nuevo productor Norm Ratner y regresan al estudio para mejorar el sonido final. Este segundo trabajo es todavía peor, pero lejos de tirar la toalla, Ratner continúa en sus trece y adopta medidas drásticas: convence al grupo de la necesidad de un salto cualitativo, sustituye al guitarrista Rinehart por Bob Arlin y le aplica una distorsión verdaderamente garage, dándole al tema un toque más enérgico y resultón. En mayo del 66 el sencillo, rebautizado ya como Hey Joe, alcanza el primer puesto en las listas de Los Ángeles y llega al 31º en el Billboard Hot 100 a nivel nacional. Aunque para entonces ya era un poco tarde y los peores presagios de The Leaves se habían cumplido: el tema era demasiado bueno y otros grupos de mayor talento se lo llevaron a su causa. Entre los ladrones hay que destacar a The Standells, Love y The Byrds, que la incluyeron en los álbumes que publicaron ese mismo año, conservando el estilo garage original.
La versión de The Byrds
Uno de los grupos californianos que alternaba el sonido fuzzy con el incipiente rock psicodélico fue The Music Machine. Ese verano del 66, publican una versión de Hey Joe en su primer álbum (Turn On) The Music Machine con un ritmo más pausado y melancólico que evoca significativamente a las formas de Hendrix, cambiando además el tono de La a Fa#. El sonido psychedelic está en consonancia con el emergente gusto de los beatniks de la costa oeste, una corriente que enlaza la tradición musical country y blues con el ruido sucio y transgresor de la guitarra eléctrica. En estas llega Tim Rose, integrante de The Big Three, que en 1966 inicia su carrera en solitario por las salas del Village de Nueva York y versiona Hey Joe (con la coletilla You Shot Your Woman Down) en un sencillo publicado por Columbia y con los arreglos folk-rock que todos conocemos (con el tono en Mi)
La versión de The Music Machine
La versión de Tim Rose
Y ahora volvemos a Chas Chandler, que ese verano se patea los garitos del Village buscando un artista de nuevo cuño que promocionar y acaba conociendo a Rose en el Cafe Wah? y escuchando su versión de Hey Joe. Decidió que ya había encontrado el tema y su cantante pero cuando estaba haciendo el cuento de la lechera en el Wah? salió al escenario Jimi Hendrix y a Chas se le atragantó el whisky. Porque Jimi era un depredador en toda regla: acechaba a los demás, en silencio, absorbía su música, la devoraba sin contemplaciones y después de digerirla bajo su particular concepto la expulsaba en sus seis cuerdas de una forma única e irrepetible. Lo hacía con todos los músicos que tuvieron el honor de tocar junto a él y también hizo lo mismo con Tim Rose y su canción. Su versión era rítmicamente deliciosa, de interpretación vocal brillante, dramática (como requiere el contenido de la letra) y con solos y riffs como soluciones guitarrísticas impactantes y novedosas. Lo nunca visto. Esa noche Chandler encontró el cielo abierto y Hendrix su punto de inflexión. Todo lo que vino después es harto conocido; se fueron a Londres, hicieron fortuna y cuando Jimi volvió en 1967 a California el público se rindió irremediablemente a sus pies.
Jimi Hendrix en el Festival de Monterey (18-06-1967)
Dejando de lado a Hendrix, en esta historia hemos constatado la ley de la selva que de alguna forma imperaba en la escena musical norteamericana. Grupos que versionan a otros sin ni siquiera esperar a que se conviertan en famosos, quitándose las canciones de forma descarada. Sobretodo cuando el tema a versionar es un tradicional por el que no has de pagar royalties. En los años sesenta la cuestión era tener un sonido propio y reconocido por el público. Tu versión es la que ganará si la haces mejor que los demás y ejemplos hay para llenar una discoteca. Las bandas fusionaban folk, rock, pop, blues, jazz, country y cualquier cosa que pudiera llenar un álbum y si triunfaban ya sabían por dónde tirar. En esta guerra sucia no eran inocentes las discográficas que presionaban a sus artistas para extraerles todo el jugo posible. Como ahora. Como siempre, vamos. Y en la selva nunca se recuerdan las víctimas, quedan en el olvido absoluto. Eso es lo que le pasó a la (supuesta) víctima de esta historia: Billy Roberts.
Billy Roberts
William Moses Roberts Jr. es un cantautor de Carolina del Sur y es el verdadero compositor de Hey Joe. A principios de los 60 Roberts recaló en el Greenwich Village (otra vez este barrio, sí) donde actuaba en plena calle y en cafés de medio pelo. Es en esa época cuando compone Hey Joe, registra sus derechos de autor (en 1962) y se larga a California a buscar mejor suerte. Allí forma un trío folk y parece que mejoran sus perspectivas, participando en numerosos conciertos y festivales a lo largo de toda la costa Oeste. La nochevieja del 64 actúa en la prisión de San Quintín como telonero de un elenco de excepción: Louis Armstrong, Sarah Vaughan y Johnny Cash entre otros. Entre la audiencia, cumpliendo pena por delito de drogas, se encontraba Dino Valenti, más tarde guitarrista de Quicksilver Messenger Service.
A finales de 1965, casi un año después, Billy Roberts es alertado por su amigo Hillel Resner de que The Leaves han grabado el sencillo Hey Joe. Puesto el caso en manos de abogados, descubre que un tal Dino Valenti se declara autor del tema y que tiene firmado un jugoso contrato de publicación con Third Story Music. ¿Atan cabos? Los abogados de Roberts litigan con Valenti y recuperan los derechos de autor, aunque no impiden que en los meses posteriores casi todas las versiones publicadas en distintas discográficas aparezca el suplantador en los títulos de crédito. Y mientras tanto, en la costa Este, cuando Hendrix y Chandler ya han dejado el Village con destino Londres, Tim Rose insiste en que Hey Joe es un tradicional que ya conocía antes de que The Leaves publicaran su sencillo y reclama los derechos por sus arreglos. El desconocido Roberts tocando en el Village a principios de los sesenta, Rose arreglando canciones en el Village a mediados de los sesenta... ¿Ven lo que les decía de la ley de la selva?
Dino Valenti, el listo
Y ahora viene lo bueno. Aunque la controversia legal continúa hoy en día, oficialmente Bill Roberts es reconocido como el autor de la obra pero existen ciertos antecedentes musicales que delatan que de original tenía bien poco. El primero es el tema homónimo He Joe! de Boudleaux Bryant grabado en 1953 por Carl Smith y que presenta un formato de pregunta-respuesta similar al de la letra de Roberts. Aunque esta doble coincidencia no va más allá de eso, de una coincidencia.
El segundo antecedente, este un poco más importante, es el contenido de la letra en sí. La canción nos habla del drama del pobre Joe, que tras matar a su mujer planea abandonar el país para evitar ser colgado. Es el mismo tema de fondo de la (esta sí) tradicional balada folk Little Sadie, si bien en la versión popular el asesino (Lee Brown) acaba detenido, juzgado y con sus huesos en la cárcel. Clarence Ashley la llevó a estudio en 1930 y, posteriormente, acabó transformada por T. J. "Red" Arnall en la famosa Cocaine Blues, standard country por excelencia. Esta similitud en las letras se hacen más evidentes cuando descubrimos que Little Sadie tiene su origen más que probable en la zona de los Apalaches que comparten las dos Carolinas, justo la tierra natal de Billy Roberts.
Primera grabación de Little Sadie (Clarence Ashley, 1930)
Y la prueba definitiva, es la construcción armónica del tema, formada por una secuencia de cinco acordes mayores en un ciclo de quintas que es sospechosamente clavada a la de Baby, Please Don't Go To Town, obra original de 1955 de Niela Miller... ¡La novia de Roberts!
Baby, Please Don't Go To Town (Niela Miller, 1955)
Niela Miller está convencida del plagio de su ex, no solo en la composición sino incluso en el formato de pregunta-respuesta en el que está construida la letra, pero aún desoyendo a abogados de prestigio, se ha abstenido todo este tiempo de embarcarse en pleitos que, según ella, no conducen a nada (y bien que hace de no meterse en esa selva de donde podría salir devorada). Cruel metáfora final de la letra de la canción: Joe mata a su mujer y huye a México para salvar su vida, mientras Billy roba a su novia Niela y escapa al Village de Nueva York para iniciar su carrera. Pero ya lo dijo el sabio, no hay donde escapar cuando se huye de uno mismo.
-El verdugo no me va a coger. Nadie me va a poner la soga al cuello.
Será mejor que me creas. Me debo ir ahora.
-Eh, Joe, será mejor que eches a correr.
-Adiós a todos.
-Eh, Joe, corre
Bonus Track: Para finalizar, dejo aquí algunos ejemplos de diferentes versiones de Hey Joe para comprender la transcendencia que tuvo (y aún conserva) en la historia del rock. Sobretodo teniendo en cuenta que alrededor de 1.700 artistas han hecho su particular homenaje al tema de Billy Roberts. O Niela Miller. O... vete a saber quién.
2009-Bap Kennedy, de su álbum Howl On
Lista Spotify con varias versiones más de Hey Joe:
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