Posted by : John Kaimos 17 mayo 2013

Cuando me da por mirar la historia de la música pop-rock en perspectiva acabo por darles la razón a los Def Con Dos y pienso que la culpa de todo la tuvo Yoko Ono (y el espíritu de Lennon que le sale por los codos) Es verdad que hubo varias revoluciones musicales en los últimos 60 años pero ninguna de más enjundia, perdurabilidad e influencia que la que iniciaron los The Beatles cuando lograron colocar su primer sencillo (Love Me Do) en la lista británica Record Retailer en 1962. Apenas ocho años más tarde The Beatles dejaba de existir como formación pero el legado transmitido durante la década de los 60 iba a ser tan importante que gran parte de lo que hoy somos musicalmente se lo debemos a los melenudos de Liverpool. Y a veces resulta inevitable especular con qué hubiera pasado si no hubieran muerto Jimi Hendrix, Janis Joplin o Jim Morrison a edades tan tempranas, con cómo hubieran enriquecido el panorama artístico de haber seguido vivos hasta hoy; entonces te aturdes con el anhelo del talento irrecuperable, con el rescoldo de melancolía que deja la fragilidad de lo efímero. En el caso de los cuatro beatles, es inevitable preguntarse cómo pudo acabar aquello que iba tan bien, en qué momento se torció todo y, sobretodo -porque somos así, no nos engañemos-, quién tuvo la culpa de la separación, quién mandó todo al traste y detuvo el mayor flujo de creatividad desde Charlie Parker. Biógrafos hay y habrá en el futuro que explicarán los pormenores de aquel divorcio, pero siempre quedará la sensación de que las nubes tuvieron que venir de fuera, que lo que funciona no se puede romper desde dentro porque si así fuese le restaría la mística que les hizo brillar. Por eso queremos creer que el buque The Beatles se hundió porque se coló un grumete llamado Yoko Ono que condujo a uno de sus pilotos a chocar contra las rocas, de la misma manera que echamos las culpas a la droga de las muertes de Hendrix, Joplin y Morrison. Pero lo más probable es que todo sea más prosaico y estos murieran a manos de estupefacientes porque tenían problemas irresolubles y vivían en una vorágine difícil de escapar y que Lennon y McCartney se llevaran fatal y la menuda japonesa fuese sólo la vía de escape del primero para olvidarse del segundo. Bueno, el caso es que aquello se acabó y aunque los talentos por separado siguieron dando buena muestra de su capacidad de asombrarnos, el resplandor de aquellos años sigue hoy en día guiándonos en el fango musical del presente, no nos engañemos. Por eso será inevitable que en este blog (dedicado a canciones que no puedes dejar de pinchar) aparezcan varias veces temas de The Beatles, como en este caso, en el que descubriremos la historia de Lucy in the Sky with Diamonds. Pero la historia que queríamos que hubiese sido y la que fue en realidad, como cuando deseamos saber quién tuvo la culpa de todo. Y en este caso, al menos, no fue de Yoko Ono.

Los ¿cuatro? beatles

Antes de la pérfida nipona, en la vida de John Lennnon ya existía Cynthia, su primera mujer, que si bien no exudaba el espíritu de su marido por los poros sí le dio su primer hijo, Julian, en 1963. Padre e hijo tuvieron una relación tormentosa desde bien pronto, debido a los inevitables compromisos de The Beatles y por la decisión de Brian Epstein -mánager e ideólogo de la beatlemanía- de mantener en secreto tanto matrimonio como descendencia ante los graves problemas que causarían en un producto comercial en la cresta de la ola. Sin embargo, John hizo lo que pudo para estar con Julian siempre que su nueva vida de millonario ocupado se lo permitía. Así fue aquella tarde de 1967 en Weybridge, Surrey, cuando John acercó su coche a la puerta de la Heath House School para buscar a Julian. El chófer abrió la puerta e hizo subir al pequeño de cuatro años que, alegre, tendía a su padre una lámina con un dibujo a la acuarela. John miró el dibujo con curiosidad y le preguntó quién era esa extraña figura rodeada de estrellas de colores. Julian le dijo escuetamente: "Es mi amiga Lucy, en el cielo, con diamantes". Ante la evidente sencillez de la respuesta, en la mente de su padre empezaron a aparecer imaginarias escenas de su biblia de infancia, el popular y alucinante Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carroll). Esos recuerdos evocados por un fantasioso dibujo infantil empezaron a gestar una pequeña historia que acabaría en una sublime canción, casi como siempre en el caso de John Lennon.

Lucy in the Sky with Diamonds, del film Yellow Submarine (1968)


Imagínate en una barca en un río
con mandarinos y cielos de mermelada.
Alguien te llama, respondes despacio,
una chica con ojos de caleidoscopio.

Flores de celofán amarillo y verde,
amontonándose sobre tu cabeza.
Buscas a la chica con el sol en los ojos
y se ha ido.

Lucy en el cielo con diamantes
Lucy en el cielo con diamantes
Lucy en el cielo con diamantes ah, ah

La sigues hasta un puente junto a una fuente,
donde gente con caballos de madera comen tartas de malvavisco.
Todos te sonríen mientras la deriva te lleva a través de las flores
que crecen increíblemente altas.

Taxis de papel de periódico aparecen en la orilla,
esperando recogerte.
Te subes detrás con tu cabeza en las nubes
y te has ido.

Imagínate en un tren en una estación
con porteros de plastilina que llevan corbatas que parecen de cristal.
De repente hay alguien allí en el torno,
la chica con los ojos de caleidoscopio.


El dibujo de Lennon: es Lucy, en el cielo, con diamantes, papá ¿no lo ves?

Lucy O'Donnell y Julian Lennon eran una inseparable pareja llena de la energía presumible en preescolares de cuatro años. Pasaban el tiempo corriendo, jugando y dibujando en su pequeño mundo en Weybridge. Su mayor diversión era colocarse a ambos lados de un caballete y pintarse uno al otro con óleos, acuarelas y otros potingues de colores que la mayoría de las veces acababan en la ropa del contrario. Ese dibujo de Julian que representaba a su amiguita Lucy con aspecto extraterrestre, flotando en un idílico espacio repleto de astros imposibles y notas musicales, acabó entre las pertenencias más queridas de un niño que jamás volvería a tener una relación más fluida con su padre (debido a las desavenencias posteriores tras la irrupción en la familia Lennon de... cómo no, Yoko Ono) Siempre recordó a Lucy como algo especial, quizá porque formó parte del paisaje de felicidad de unos años en los que la familia parecía más unida que nunca.

Lucy, la niña que jugaba con Julian (además de con diamantes)

Y esa era la impresión, pues John Lennon estaba fascinado por la temprana creatividad del pequeño Julian, al que exhibía ante su círculo más próximo como si fuera una proyección de su propia mente anclada en la infancia. Así lo hizo con el dibujo de marras, que mostró a Paul McCartney con orgullo de padre a la vez que con la intención de mostrarle lo que había despertado en su imaginario personal. Cuando Paul echó un vistazo a la letra de Lucy in the Sky with Diamonds no pudo reprimir lo que cualquiera de nosotros pensaría, que se trataba de una auténtica alucinación. Y entonces apareció la mística.

La felicidad efímera: John, Cynthia y el pequeño Julian, juntos

Lucy in the Sky in the Diamonds se grabó el 1 de marzo de 1967 en los EMI Studios de Londres y se incluyó en el álbum Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band que acabaría publicándose en junio de ese año. El tema, a pesar de apoyarse en una melodía simple de tono infantil, recurre a unos arreglos instrumentales muy elaborados y complejos que se nutren desde una tanpura (tocada por George Harrison) hasta un órgano Hammond (por George Martin). Lennon juega con la alternancia de compás (de 3/4 a 4/4) de forma innovadora en el mundo del rock, lo que confiere a la obra un aspecto psicodélico muy acorde con la letra. Con el disco ya en la calle, a nadie se le escapaba que el contenido de la canción iba a generar una polémica desbordada en el marco de una época muy marcada por el consumo de drogas. Los beatles jamás escondieron que usaban estupefacientes tanto para crear como para experimentar incluso en las situaciones más inesperadas, como cuando confesaron que habían acudido ante la Reina a recoger la Orden del Imperio Británico hasta las cejas de marihuana. Pero la droga que más atrajo a los de Liverpool fue el LSD, un alucinógeno sintético muy de moda a principios de los 60 por sus efectos psicoactivos que permitían acceder a planos sensoriales completamente inexplorados. John Lennon se hizo gran "explorador" de sensaciones y no nos cabe duda de que "descubrió" nuevos continentes artísticos gracias al ácido. Sin embargo, en las vísperas de Sgt. Pepper's la opinión pública estaba cambiando sobre la permisividad en el uso de ciertos tipos de drogas, entre ellas los alucinógenos, que corrompían los cimientos de las juventudes occidentales, según las autoridades y la prensa conservadora. En este contexto de conflicto generacional aparece el grupo más mediático, con su disco más revolucionario, con una canción de contenido claramente psicodélico y con un título cuya abreviatura (Lucy in the Sky with Diamonds) es un claro canto a los viajes prohibidos.


Mini-film propagandístico de la policía para enseñar las maldades del LSD (1967)

Esta es la falsa historia de la canción y, sin embargo, fue la que todos quisieron creer. A nadie le importó que los The Beatles negaran hasta la saciedad ser autores de un intencionado juego de palabras, que hablaran de  niños preescolares, dibujos surrealistas o de fantasiosos recuerdos de infancia. Todo sonaba a excusa barata para salir de un embrollo de la mejor forma posible, un embrollo en el que la sociedad se mueve como pez en el agua porque gusta de estigmatizar y buscar culpas imaginarias, con culpables de carne y hueso. Esta falsa historia formaba parte de la mística de The Beatles, y tanto seguidores como retractores la sentían como algo irrenunciable. Tanto es así que a partir de entonces a las dosis de LSD se las conocería popularmente como Lucys en el mercado negro de la droga.

Pero la mística es, por definición, ese tipo de experiencia al que se llega por la unión del alma y lo sagrado. Lennon la alcanzó cuando supo conjugar sus fantasías infantiles (su alma) con su creatividad, ya fuera gracias a las drogas o no, quién sabe. Lo importante es que podemos disfrutar de ella porque nos la legó a todos.
Lucy O'Donnell siguió viviendo en Weybridge, se casó y mantuvo una vida feliz hasta el año 2005 en el que se le diagnosticó lupus, una grave e incurable enfermedad autoinmune. Enterado, Julian volvió con frecuencia a visitarla y la ayudó económicamente en lo que pudo, como si fuera una forma desesperada de recuperar aquella energía que sobrevolaba los patios de la Heath House School, aquella alma inocente e incorruptible que recordaba también la existencia de una vida feliz al lado de sus padres. Su efímera pero propia mística.

Finalmente Lucy murió el 22 de septiembre de 2009 rodeada de familiares y seres queridos. Volvió al espacio a jugar con sus diamantes de colores, a flotar sobre flores de celofán al vaivén de una melodía extraña. Volvió a formar parte de aquel dibujo, fruto de la mirada caleidoscópica de un niño que buscaba atrapar la verdadera imagen de la felicidad.

Julian Lennon compuso este bello homenaje a su amiga Lucy pocos meses después de su muerte

Letra en inglés de Lucy in the Sky with Diamonds
Lista Spotify con varias versiones de Lucy in the Sky with Diamonds:


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