Posted by : John Kaimos 18 octubre 2013


El poeta persa Hafez de Shiraz escribió que Dios moldeó una estatua a su imagen y semejanza para crear al hombre. Una vez acabada quiso insuflarle el alma pero ésta, de naturaleza libre y volátil, se negó a ser encarcelada en la materia. Entonces, Dios ordenó a los ángeles que tocaran la música más bella que jamás se hubiera entonado y el alma, al escucharla, entró en éxtasis y para poder experimentarla mejor aceptó introducirse en el cuerpo. El poema finaliza diciendo: "la gente cree que el alma entró en el cuerpo al escuchar la canción, pero lo que en realidad ocurrió fue que la misma alma era canción". O, lo que viene a ser lo mismo, que muchos creen que la vida entró en el cuerpo humano con la ayuda de la música, pero la verdad es que la misma vida es música. Existen muchos ejemplos que confirmarían las palabras de Hafez de Shiraz; músicos que sólo conciben su existencia en la medida justa de su trabajo; artistas que sienten permanentemente la necesidad de transformar su vida en glosa. Pero quizá el más fiel a la metáfora del poeta sea el caso de Sor Sonrisa, la autora de la canción Dominique, una mujer a la que Dios infundió una complicada y discordante alma que sólo supo desarrollarse en la materia gracias a la ayuda de la música.

Dominique, de Jeannine Deckers (Sor Sonrisa), original grabada en 1961

Sor Sonrisa se llamaba en realidad Jeannine Deckers y había nacido en Bruselas en 1933. Además de las penurias de la guerra y la ocupación alemana, la infancia de Jeannine tuvo que soportar la asfixia de un ambiente familiar de rígidas convicciones católicas, con una figura materna que ejercía más el rol de madre superiora que de fuente de afecto y protección. Durante la adolescencia intentó liberarse dedicándose a la música y al dibujo pero, paradójicamente, la única manera que encontró para escapar de esa camisa de fuerza fue sustituyéndola por otra de correas más firmes. En 1959, a punto de cumplir veintiséis años, ingresaba en el convento de Dominicas de Nuestra Señora de Fichermont, adoptando el nombre de Hermana Luc-Gabrielle. A pesar de la disciplina monacal, la vitalidad de Jeannine afloró gracias a su afición a la guitarra, ganándose muy pronto el aprecio y las simpatías de sus hermanas. Sus sencillas y alegres canciones de tono pastoral se utilizaban con frecuencia en las reuniones lúdicas de la comunidad y eran reclamadas con devoción por los visitantes del convento, turistas siempre numerosos ya que Fichermont había sido un importante enclave en la famosa batalla de Waterloo.

El monasterio de Fichermont, en Waterloo, residencia de la orden de las Dominicas

La popularidad de Sor Luc-Gabrielle llamó la atención de la madre superiora que le convenció para grabar un disco, venderlo a los turistas y así ganar un dinero para el monasterio. En octubre de 1961 firmaban un contrato con Philips registrando cuatro canciones que se editarían al año siguiente en un 7'' bajo el nombre de Soeur Sourire (Sor Sonrisa). El apodo fue idea de los agentes de la discográfica al ver el angelical encanto que la hermana infundía tras la guitarra; con gran visión de mercado decidieron aprovecharlo y lanzar el disco al mercado nacional. Todo iba sobre ruedas pero la primera de las canciones de la cara B, titulada Dominique, resultó ser un bombazo comercial de tal calibre que superó las expectativas de Philips y revolucionó, y de qué manera, tanto la tranquila vida de Fichermont como el cándido espíritu de Jeannnine Deckers. A finales de año se habían vendido más de dos millones de copias en toda Europa, una cifra nunca vista para un sencillo de esas características. La discográfica, propietaria del 95% de los derechos de los temas, reeditó Dominique junto a otras canciones de Sor Sonrisa para aumentar el número de ventas y al comienzo del 63 saltó el charco para entrar en el mercado norteamericano con el single Dominique/Les Pieds Des Missionaires y más tarde con el álbum The Singing Nun. Al principio, la respuesta del público americano fue algo tibia pero dos circunstancias dieron a Dominique el empujón definitivo para alcanzar el éxito. Por un lado, las corrientes aperturistas en el seno de la iglesia católica, surgidas a raíz del Concilio Vaticano II, que cambió la forma en que los feligreses observaban la cultura popular, en especial la música. Y por otro, el asesinato del presidente John F. Kennedy en noviembre del 63, que conmocionó a la sociedad a todos los niveles, incluidos el estilo y la temática de las canciones que sonaron en las radiofórmulas durante las semanas posteriores; así, de los éxitos del otoño en clave pop-rock (Sugar Shack, de Jimmy Gilmer & The Fireballs y Deep Purple de Nino Tempo & April Stevens) se pasa a un invierno de baladas más cadenciosas y almibaradas (I'm Leaving It Up To You, de Dale & Grace y There! I've Said It Again, de Bobby Vinton) que reflejan el pozo psicológico en el que había caído el público estadounidense. En Diciembre la sonrisa de la hermana Luc-Gabrielle se convierte en un brillo de esperanza en la apatía general y conquista el nº 1 de la lista Billboard Hot, permaneciendo en ese puesto durante cuatro semanas.

La hermana Luc-Gabrielle, la auténtica Sor Sonrisa, autora de Dominique

Con el Concilio Vaticano II, Roma abrió las ventanas de la Iglesia y consiguió ventilar sus estructuras, eliminando la cerrazón que se respiraba desde prácticamente la Edad Media. Elegido en 1958, el nuevo papa Juan XXIII anunciaba al año siguiente la celebración del concilio en el mismo Vaticano con el fin de culminar las reformas que la institución necesitaba y que se reclamaban desde hacía más de un siglo. Las preliminares comenzaron a discutirse a finales del 62 y por entonces ya se vislumbraba el auténtico objetivo: se trataba de una actualización (aggiornamento, en italiano) de todos los aspectos de la Iglesia, desde las estructuras jerárquicas hasta la liturgia, con una clara intención de aproximarse a los feligreses y armonizar sus normas y procedimientos a los nuevos tiempos. Eso suponía una apertura sin precedentes, un lavado de cara que obtuvo la inmediata y esperanzadora acogida de la mayoría de los adeptos. Uno de los aspectos populares más relevantes fue la universalización del rito, abandonando el latín y permitiendo el uso de las lenguas vernáculas en las misas y ceremonias. Otro punto, inadvertido en principio, pero que a la larga tuvo consecuencias significativas, fue la desacralización de la música religiosa. El conservadurismo de las estructuras antiguas determinaba qué tipo de música y con qué instrumentos se debía acompañar la liturgia. Ahora, en el artículo conciliar 118 (de 1963) se exponía: "Foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas, de acuerdo con las normas y prescripciones de las rúbricas, resuenen las voces de los fieles". Esta revolucionaria idea abrió las puertas de los templos a las guitarras, a las flautas y a otros instrumentos, sostenidas por religiosos o seglares de toda condición. Acercar la música -y la cultura- popular al mismo seno de la Iglesia fue el gran acierto del Concilio que muchas congregaciones supieron explotar, a pesar de las reticencias de los sectores más inmovilistas. Costó acostumbrarse pero unos años después ya no era raro encontrarse a curas y monjas con guitarras en cualquier evento popular, película cinematográfica o programa de radio y televisión. El mensaje de Dios ahora se podía transmitir por una vía que todo el mundo entendía, con lo que llegaba a mucha más gente y de una forma más lúdica.

Sor Citroen (1967) una comedia cinematográfica con monja y moralina incorporadas

Mientras Dominique arrasaba en las tiendas discográficas de todo el mundo, la jovial Jeannine continuaba con su particular búsqueda de la redención vital, ajena a la vorágine que se suponía en una estrella de la canción. Todo el mundo quería conocer quién estaba detrás de Sor Sonrisa, quién era la propietaria de esa sencilla y amena voz. Los medios de comunicación explotaron a su manera el fenómeno, llegando incluso a trasladar equipos de televisión desde Los Ángeles a Waterloo para entrevistar a la dulce monja. Sin embargo la identidad de Jeannine Deckers quedó siempre en un segundo plano. Debido al leonino contrato entre Philips y Fichermont, y como consecuencia de la obediencia contraída y los votos de pobreza de la orden, la autora se vio despojada de todos los derechos y royalties sobre la canción, desapareciendo por completo su nombre real (o el rebautizado) de los créditos de edición. Sor Sonrisa era tan solo un nombre, una representación imaginaria que no correspondía a la verdadera personalidad de Jeannine Deckers. Su mitificación llegó al cine de la mano de Debbie Reynolds en 1966 (The Singing Nun), un pastiche que concedía al público la idealizada respuesta que reclamaba.

Reportaje de la época donde se puede ver la vida real de Sor Sonrisa y compañeras

Pero Jeannnine estaba para otros menesteres. Durante 1963 cursó estudios de teología en la Universidad de Lovaina, creyendo así que por medio del estudio y la formación religiosa lograría situar correctamente su alma en su terrenal cuerpo. Y lo consiguió, pero no precisamente través del camino doctrinal si no gracias a Annie Pécher, con la que comenzó una estrecha y abierta relación amorosa. Descubierta su verdadera condición, Jeannine comenzó una pugna para conciliar su liberación sexual con su fe católica, lucha que en estos casos suele estar perdida de antemano. Comprendiendo que no conseguiría equilibrar la balanza, decidió abandonar los hábitos en 1965 y conducir su fe por las vías seglares. El obispado, escandalizado por la condición sexual de la ex-hermana no le concedió viático alguno, por lo que Jeannine tuvo que ganarse la vida con lo que mejor sabía hacer. Siguió componiendo e interpretando canciones de temática religiosa pero no pudo editar bajo el seudónimo de Sor Sonrisa ya que no tenía los derechos que, por otra parte, el monasterio se negó a traspasarle. Se construyó entonces un nuevo personaje artístico: Luc Dominique, con el que la gente identificaría más fácilmente a la verdadera autora de la famosa canción. Con ese nuevo nombre firmó contrato con Philips y editó un sencillo (Dominicaine, 1965) donde dejaba bien a las claras su condición de persona con inquietudes vitales antes que de estrella de la canción. En temas como Je Ne Suis Pas Une Vedette o Luc Dominique, Deckers desmitificaba a la Sor Sonrisa que el público había idealizado años atrás:

[...] Reclamo de mis hermanos el derecho a evolucionar,
a vivir solidaria entre ellos consagrada.
En shorts o en túnica, en tejanos o en pijama,
no añado críticas: el Señor es mi elección.
Ha muerto, Sor Sonrisa, ha muerto, ya era hora.
Vi volar su alma entre las nubes, sobre una alfombra voladora.

Jeannine Deckers; fuera hábitos, fuera complejos

Su siguiente disco, La Pilule d'Or (La Píldora de Oro, 1965), manifestaba el compromiso con las nuevas concepciones teológicas surgidas gracias a la apertura del Concilio Vaticano II. Su alegato a favor de la píldora anticonceptiva o en contra de los comportamientos machistas y conservadores le valieron la censura total de la jerarquía eclesiástica belga que puso todos los obstáculos posibles a la distribución de la obra de Jeannine. Un impedimento más que sumar a la escasa respuesta del público por las nuevas canciones de la ex-monja. Después de ingresar en el movimiento neopentescostal Renovación Carismática Católica, de fuerte implantación en Estados Unidos, viajó a las américas a intentar relanzar su carrera artística, fracasando estrepitosamente y abandonando por completo los estudios de grabación. A partir de entonces Jeannine se refugiará en el pequeño apartamento compartido con su pareja, viviendo de los humildes ingresos que obtenidos de algunas clases de guitarra, algún libro autobiográfico y, sobre todo, de la pequeña escuela para niños autistas inaugurada por Pécher a principios de los setenta.

Jeannine y su pareja Annie Pécher, a mediados de los setenta

La década de los setenta supuso la consolidación de lo que se conoce como música cristiana. No debemos confundirla con la tradicional música religiosa, que a lo largo de la historia ha tenido un papel fundamental en todas sus formas de expresión, desde la música sacra al gospel, pasando por los himnos y los cantos de alabanza, tanto dentro como fuera de las iglesias. Nos referimos al pop-rock de contenido cristiano que comenzó a gestarse a mediados de los sesenta a partir de la Jesus Music, manifestación contracultural plagada de ex-hippies convertidos que cambiaron las letras de sus temas por otras de temática religiosa. En países como Canadá y Francia, de mayoría católica, tuvieron bastante predicamento sobre todo a raíz del fenómeno Dominique, pero donde realmente alcanzaron proyección fue en el seno de las comunidades evangélicas estadounidenses. La adopción de ritmos heréticos asociados habitualmente a la trinidad sexo-droga-rock and roll para transmitir el mensaje de Cristo fue causa de fuertes controversias que se superaron enseguida al comprobar la enorme aceptación de los feligreses. El éxito de artistas como Larry Norman, Keith Green o Randy Stonehill llevaron a la creación de discográficas exclusivas para este tipo de música, llegando a incorporarse como categoría de pleno derecho en los Grammy desde 1969. Hoy en día, existen galas anuales de gran relevancia popular y comercial como los GMA Dove Awards o los Stellar Awards que premian a fenómenos de grandes ventas con contratos en majors convencionales como Casting Crowns, Hillsong United o MercyMe.

Larry Norman, uno de los primeros "jesucristos-superstars" de la música cristiana

A finales de los setenta todo se tuerce para la pobre Jeannine. Las presiones de la Iglesia para desmarcarse del escándalo de la lesbiana Luc Dominique surgen efecto y el gobierno acaba con la escuela para autistas estrangulándola económicamente. Para colmo, la hacienda belga le reclama la friolera de 99.000 francos (unas 225.000 pesetas de la época) en concepto de impuestos más intereses por las supuestas ganancias obtenidas años atrás como Sor Sonrisa. El poco dinero que les queda a Jeannine y a Annie se emplea en vano en abogados incapaces de convencer al fisco de que como monja no tenía derecho ni remuneración alguna y que los royalties eran en exclusiva para Philips y el monasterio de Fichermont. Piden ayuda al obispado pero éste les ofrece un draconiano acuerdo por el que el convento les pagará algo de aquel dinero, insuficiente de todas formas para satisfacer la multa, a condición de dejar de denigrar a la Iglesia con su comportamiento público. Un clavo ardiendo al que la pareja se agarra y que acabará por quemarlas en vida, cuales brujas en la hoguera. Jeannine y Annie caen en una profunda depresión que no mitigan ni el alcohol ni las anfetaminas y finalmente, acuciadas por las deudas, ambas se suicidan el 29 de marzo de 1985 en su domicilio de Wavre. Cumpliendo el deseo expresado en las notas de suicidio, Jeannine Deckers fue enterrada junto a su compañera bajo una lápida en la que reza el epitafio más adecuado a sí misma y a su amor por la música: "Vi volar su alma entre las nubes".

Jeannine Deckers hizo esta versión disco de Dominique en 1982 para recaudar fondos

Lista Spotify con otras versiones de Dominique:


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